Era era.

 

Sus manos nacían al lado de cada cosa

y de cada flor.

 

Temíase siempre su rotura

y a ella parecían converger los números y las estrellas.

 

El amanecer encontraba sus cabellos perdidos

y sus ojos depositados en sus propias orillas.

 

La noche la sorprendía siempre entregada a

sus oficios más antiguos

acompasándose de un corazón nuevo y silencioso.

 

Era solícita y tempestuosa

y no se parecía en nada a la luna.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Álvaro Cunqueiro

Final, de Parque-Final-Elegía

De Poemas do si e non, 1933

 

 

 


 

 

 

 

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