LAS TRES HIJAS DE MRS. SHERWOOD

Eliacim, ¿te acuerdas?, las tres hijas de mistress Sherwood, tan flaquitas ellas, tan locuaces,

tan enamoradizas, pasaron el sarampión: a los treinta años Mary, a los treinta y dos Elisabeth

y a los treinta y cuatro, Kate. ¡Qué gracioso ver a Mrs. Sherwood poniendo tulipas coloradas a

las bombillas del cuarto de las niñas!, ¿te acuerdas?

Tu tío Alberto, de esto ya no puedes acordarte, quería haberte casado con una de las hijas

de Mrs. Sherwood, cualquiera de ellas diez años más vieja que tú. ¿Con cuál, Alberto? Con

cualquiera, ¿a ti qué más te da? Las tres son hacendosas, las tres son honestas, las tres están

bien educadas. Sí, le decía, las tres son viejas para solteras, las tres están en los huesos, las

tres son feas y enfermizas. Bueno, ¿y qué? Tu tío Alberto, Eliacim, preocupado con sus ríos, era

un hombre que no atendía a razones, un hombre que vivía en la luna.

Las tres hijas de Mrs. Sherwood, Eliacim, salían a pasear, los sábados por la tarde, delante

de la madre. Mr. Sherwood hacía ya muchos años que vivía en el Transvaal. ¿Negocios de minas?,

preguntaban algunas señoras a Mrs. Sherwood. ¡No, por Dios!, respondía Mrs. Sherwood, la

señorita Dolores Fragoso, una portuguesa bellísima, ¿quiere usted ver una foto? Y entonces Mrs.

Sherwood abría el bolso y enseñaba una foto de la señorita Dolores Fragoso, dedicada.

La señorita Dolores Fragoso era lo contrario de cualquier hija de Mrs. Sherwood.

Mary, Elisabeth y Kate Sherwood estaban orgullosas de que su padre tuviera importantes negocios

de minas en el Transvaal.

C. J. Cela

Mrs. Caldwell habla con su hijo

Destino

Barcelona, 2003


 

 

 

 

 

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