XXIII

Furio, que no tienes ni esclavo ni arca ni chinche ni araña ni lumbre, pero sí

un padre y una madre cuyos dientes pueden comer hasta piedras, te va perfectamente

con tu padre y con ese leño de la esposa de tu padre. Y no es extraño: estáis realmente

todos bien de salud, digerís bien, nada teméis, ni incendios ni grandes catástrofes ni

crímenes ni las trampas del veneno ni otros azares de peligro. Tenéis, desde luego, unos

cuerpos más secos que un cuerno o si hay algo todavía más apellejado por el sol y el frío

y el hambre.

¿Cómo no te va a ir bien y dichosamente? De sudor estás libre, estás libre de

saliva, de mocos y de dañino resfriado de nariz. A este aseo añádele uno mayor: que

tienes el culo más limpio que un salero(71), pues en todo el año no cagas ni diez veces, y

lo que haces es más duro que un haba o que las piedras, y, si te restregaras y frotaras con

las manos, no podrías mancharte ni un dedo. Esas comodidades tan dichosas, Furio, no

las desprecies ni las tengas en poco… y los cien mil sestercios(72) que sueles pedir

olvídalos: ya eres bastante dichoso.

XXIII

Furi, cui neque seruus est neque arca

nec cimex neque araneus neque ignis,

uerum est et pater et nouerca, quorum

dentes uel silicem comesse possunt:

est pulcre tibi cum tuo parente 

et cum coniuge lignea parentis.

nec mirum: bene nam ualetis omnes,

pulcre concoquitis, nihil timetis,

non incendia, non graues ruinas,

non facta impia, non dolos ueneni, 

non casus alios periculorum.

atqui corpora sicciora cornu

aut si quid magis aridum est habetis

sole et frigore et esuritione.

quare non tibi sit bene ac beate? 

a te sudor abest, abest saliua,

muccusue et mala pituita nasi.

hanc ad munditiem adde mundiorem,

quod culus tibi purior salillo est,

nec toto decies cacas in anno, 

atque id durius est faba et lapillis;

quod tu si manibus teras fricesque,

non unquam digitum inquinare posses.

haec tu commoda tam beata, Furi,

noli spernere nec putare parui… 

et sestertia quae sole precari

centum desine: nam satis beatus.

Catulli Carmina

Rosario González Galicia

Mañana es Arte

Biblioteca Babab

Noviembre 2001

Revisado Marzo 2002

Volumen nº7

Madrid, España

71.- La sal es un elemento de amplio simbolismo: representa el cambio tanto físico

como moral y espiritual; el alimento espiritual (como se evoca en la liturgia del

bautismo); el valor de comunión, de lazo de fraternidad, de incorruptibilidad (que se

encuentra entre los hebreos). Entre los antiguos griegos y romanos, como también entre

hebreos y árabes, la sal es el símbolo de la amistad, de la hospitalidad, porque se

comparte, y de la palabra dada, porque su sabor es indestructible (vid. CHEVALIER-

GHEERBRANT, op. cit. s.v.).

Entre los romanos debía de ser muy importante el cuidado de la sal y de los

saleros. Así, Horacio, Odas II, 16, 13-14: Vive bien con poca cosa aquel en cuya sobria mesa

brilla el salero de sus padres (traducción de Vicente Cristóbal López, Epodos y odas, Alianza

Editorial, Madrid 1985). En Plauto, Persa, 266-267 encontramos: Porque no deja de tener

gracia, al fin y al cabo, hincarles bien el diente a esos requeteavaros, vejestorios, roñosos, de penosa vida,

que guardan bajo llave el salero con la sal a buen recaudo de los esclavos (traducción mía).

72.- El sestercio era una moneda de plata equivalente a dos ases y medio.


 

 

 

 

 

 

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