Tal vez Juju es una vampiresa, una mujer fatal, una casquivana. Tal vez es una delicada cantante

de hermosísimas melopeas de amor y pasión. Tal vez es una maestrita sincera, sensible y sensitiva

que ama la teoría de conjuntos y la historia universal. Ay, sabemos tan poco.

Tal vez un metro sería la estatura ideal del ser humano, pero un hombre –y todavía menos, mucho

menos, una mujer- no es solamente lo que está comprendido entre los pies y la cabeza, como dijo

el poeta.

No sé qué hay que hacer cuando un animal en proceso de extinción va a comerse una planta en

proceso de extinción, pero sí sé que toda persona, todos nosotros, cualquiera y cada uno de nosotros,

está en proceso de extinción: no evolutiva, claro, sino personal, es decir, se trata de un asunto

verdaderamente peliagudo.

Al ver, al mirar a Juju he recordado que se dice que una mujer virtuosa tiene en el corazón una fibra

de menos o una fibra de más que las otras mujeres: o es estúpida o es sublime.

Sin dudar de la virtud de Juju, lo humano y lo apropiado y lo justo es dar por supuesto que se trata

de una mujer sublime.

Hermosa como un atardecer sin cigüeñas, alta de palos y amplia de sombrajo, Juju inspira confianza

y pasión: puede ser casi infinita.

 

 

 


 

 

 

 

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