daniela-mirzac

 

 

 

Es Daniela, con su pelo rojo, con su mirada perdida, con sus cuatro humanidades juntas, inmediatas,

vestida de loro o de pollo verde, sin solapas, como esperando una señal.

Es Daniela, con las cejas gruesas, con las orejas escondidas, indecisa o decidiéndose, sola entre el pelo

y las plumas. Con esa melena densa de sus cuatro humanidades podría vestir numeradamente a todos

sus hijos, a todos sus padres, una y otra vez, quizá hasta el fin de los tiempos.

Es Daniela, que tal vez lleve incorporada a su propia tía, viuda pero no de marido, sino de caballo o de

sentimiento, sentada delante de la ventana a contraluz, como hacía ya su tía. Daniela: fina de tobillos,

gran dormidora de siestas y con dos ojos bonitos, bien puestos, separados y de mirada fija, duros y

brillantes.

Daniela está evolutivamente hermosa porque ya ha dejado atrás al neandertal, y a los desabridos erectus,

y a toda la panda de Atapuerca, y se ha quedado en dos veces sapiens, que es, posiblemente, lo que le da

un aspecto actual de última generación, porque ya sabe que pensar es, sobre todo, pararse a pensar,

o mejor incluso: sentarse a pensar.

Daniela es hermosa como una piedra –ya lo dijo el poeta, claro-, como una nave, con una belleza entre

sagrada y difunta, como si nada hubiese ocurrido, nunca: solamente su belleza rasgando el aire de la tarde:

es hermosa como una enferma.

Está hermosa de labios, que son un desgarro o una extraña herida de la piel, nivelados de color y tiernos

como un pan recién hecho. Está seria como quien no tiene ganas o como quien todavía no ha puesto

los huevos, que tal vez ya nota, cascarudos, en el vientre, tanteando para salir.

A veces, la vida está llena de números feos, que llegan de uno en uno, o a pares, o a decenas o docenas:

y todo se vuelve tristemente aritmético, sustraído, restado, como una continua clase de contabilidad,

con la pena añadida de que con los números no se hace sopa, sino que son forajidos, fríos e incorrectos:

como niños tontos o consentidos, o como niños listos pero con un insoportable aire de suficiencia.

 

 

 


 

 

 

 

 

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