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cantar I

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Euríloco es el fiel compañero
y lugarteniente de Odiseo;
Perimedes es otro miembro
de su tripulación.

Circe, diosa hechicera,
hija del sol y de Perseis.  
Habitaba en la isla de Ea,
hoy, según algunas versiones,
la península de Circeo,
cerca de Gaeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Érebo, nacido del Caos,
es un espacio de tinieblas
a través del cual deben
pasar las almas en su camino
a los Hades.

 

 

 

 

Elpénor es el miembro
más joven de la tripulación
de Odiseo. Su muerte accidental,
mientras se hallaba bebido,
le convierte en un símbolo
de la mala suerte (Odisea, XI).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Anticlea, seducida por Sísifo,
dio a luz a Odiseo, según
algunas versiones del mito.
Otra versión considera a éste
hijo legítimo de Anticlea y
su esposo Laertes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Andreas Divus,
de Justinopolis, es el autor
de la traducción latina
en la que se basa Pound.

 

 

Venerandam:
digna de ser venerada.

 

 

Cypri: que domina todo
Chipre, la isla que se
considera centro del culto
a Afrodita, diosa del amor,
de la belleza y de la fertilidad.

Oricalchi: de cobre.

 

 

Argicida: el matador
de Argo. Se dice de Hermes,
que le mató de una pedrada
por orden de Zeus.
Sus características son
la juventud, la astucia,
la elocuencia.
Es el inventor de la lira
y de la flauta.
Los humanos le consideran
un verdadero amigo divino.

 

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Y bajamos a la nave,

Enfilamos quilla a los cachones, nos deslizamos en el mar divino, e

Izamos mástil y vela sobre aquella nave oscura,

Ovejas llevábamos a bordo, y también nuestros cuerpos

Deshechos en llanto, y los vientos soplaban de popa

Impulsándonos con hinchadas velas,

De Circe esta nave, la diosa bien peinada.

Nos sentamos luego en medio de la nave,

Mientras el viento hacía saltar la caña del timón,

Así con velas reventando, navegamos hasta el fin del día.

El sol a su descanso, las sombras en el océano.

Llegamos entonces al confín del mar más hondo,

A las cimerias tierras, y ciudades pobladas

Cubiertas por la niebla de tejido espeso, jamás penetrado

Por luz de los solares rayos

Sin toldo estrellado, ni por los ojos desde el cielo vueltos

La noche más negra envolvía a los infelices deste suelo.

Y en el reflujo del océano, llegamos después al sitio

Predicho por Circe.

Aquí los ritos de Perimedes y Euríloco,

Y de mi cadera retirando espada

Cavé la fosa midiendo un ana en cuadro;

E hicimos libaciones sobre cada muerto,

Primero alojas y luego dulce vino, agua mezclada con harina alba.

Dije entonces muchas oraciones a las pálidas cabezas muertas;

Como es costumbre en Ítaca, toros estériles de los mejores

Para el sacrificio, levantando una pira con efectos,

Una oveja para Tiresias sólo, negra y con cencerro.

Sangre negra se derramó en la fosa,

Fantasmas del Érebo, cadavéricos muertos, de novias

De mancebos y ancianos que mucho habían sufrido;

Ánimas manchadas por recientes lágrimas, muchachas tiernas,

Muchos hombres, desgarrados por las broncíneas puntas de las lanzas,

Despojos de batalla, con armas manchadas de sangre todavía,

Esta muchedumbre me cercaba; gritando,

Palideciendo, requerí más bestias de mis hombres;

Degollamos los rebaños, ovejas muertas por el bronce;

Escanciando aceite, clamé a los dioses,

A Plutón el fuerte, y elogios a Proserpina;

Desenvainé la espada angosta,

Me senté para esquivar los impetuosos muertos impotentes,

Hasta que oyera a Tiresias.

Mas el primero en llegar fue Elpénor, Elpénor nuestro amigo,

Insepulto, lanzado sobre la tierra vasta,

Extremidades que abandonamos donde Circe,

Sin derramar lágrimas por él, sin amortajar su cuerpo,

Porque cosas urgentes nos llamaban.

Lastimoso espíritu. Y grité con palabra apresurada:

“Elpénor, ¿cómo llegaste a esta costa oscura?

¿Viniste a pie, acaso, más veloz que los marinos?”.

Y entonces, él, con palabras graves:

“El adverso hado y el abundoso vino.

En el hogar de Circe pernocté.

Bajando descuidado las altas escaleras,

Caí de golpe sobre el contrafuerte,

Rompiéndome la nuca, el alma voló en busca del Averno.

Mas a ti, ¡Oh Rey!, te pido recuerdes, a mí, el no llorado,

El insepulto,

Amontona mis armas y sea mi tumba la orilla del mar

Y mi epitafio:

Un hombre desgraciado, con su fama en el futuro.

Y caval vertical el remo que blandía entre mis compañeros”.

Y Anticlea, de quien me defendí, vino, y luego Tiresias tebano,

Levantando su vara dorada, me reconoció, y habló el primero:

“¿Por segunda vez? ¿Por qué? ¿Hombre de mala estrella,

Ante los muertos en la sombra y en esta región triste?

Sal de la fosa, déjame la bebida sangrienta

Para mis vaticinios”.

Y di un paso atrás,

Y él, fortalecido con la sangre, dijo entonces: “Odiseo

Regresará a través del rencoroso Neptuno, por oscuros mares,

Perdiendo todos sus hombres”. Y entonces vino Anticlea.

Cepos quedos, Divus. Quiero decir, es decir, Andrés Divus,

In oficina Wecheli, 1538, tomado de Homero

Y navegó desoyendo Sirenas y de allí lejos y hacia adentro

Y hasta Circe.

Venerandam,

En frase del cretense, con dorada corona, Afrodita,

Cypri munimenta sortita est, alegre, oricalchi, con doradas

Fajas y cintas en los pechos, tú, la de párpados oscuros

La de la rama dorada de argicida. Para que…

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