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El mundo es de quien no siente. La condición esencial para ser un hombre

práctico es la ausencia de sensibilidad. La cualidad principal en la práctica de la vida

es aquella cualidad que conduce a la acción, es decir, la voluntad. Ahora bien, las

dos cosas que estorban a la acción son la sensibilidad y el pensamiento analítico,

que no es, a fin de cuentas, más que el pensamiento con sensibilidad. Toda acción

es, debido a su naturaleza, la proyección de la personalidad sobre el mundo

exterior y, como el mundo exterior está en grande y principal parte compuesto por

entes humanos, se deduce que esa proyección de la personalidad es esencialmente

el atravesarnos en el camino ajeno, el estorbar, herir y aplastar a los otros,

conforme nuestro modo de hacer.

Para hacer es, pues, preciso que no nos figuremos con facilidad a las

personalidades ajenas, a sus dolores y alegrías. Quien simpatiza se para. El hombre

de acción considera al mundo exterior como compuesto exclusivamente de materia

inerte —o inerte en sí misma, como una piedra sobre la que pasa o aparta del

camino, o inerte como un ente humano que, porque no puede oponerle resistencia,

lo mismo da que sea hombre o piedra, pues, como a la piedra, o se le ha apartado

o se ha pasado por cima de él.

El ejemplo máximo del hombre práctico, porque reúne a la extrema

concentración de la acción con su extrema importancia, es el estratega. Toda la

vida es una guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el

estratega es un hombre que juega con las vidas como el jugador de ajedrez con las

piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensase que cada lance de su juego

lleva la noche a mil hogares y la congoja a tres mil corazones? ¿Qué sería del

mundo si fuésemos humanos? Si el hombre sintiese de verdad, no habría

civilización. El arte sirve de fuga a la sensibilidad a la que ha tenido que olvidar la

acción.

El arte es la Gata Cenicienta, que se quedó en casa porque tuvo que ser.

Todo hombre de acción es esencialmente animoso y optimista porque quien no

siente es feliz. Se conoce a un hombre de acción porque nunca está mal dispuesto.

Quien trabaja aunque esté mal dispuesto es un subsidiario de la acción; puede ser

en la vida, en la gran generalidad de la vida, un contable, como lo soy yo en su

particularidad. Lo que no puede ser es un regente de cosas o de hombres. A la

regencia pertenece la insensibilidad. Gobierna quien es alegre porque para ser

triste es preciso sentir.

El patrón Vasques ha hecho hoy un negocio con el que ha arrumado a un

individuo enfermo y a su familia. Mientras hacía el negocio, olvidó por completo que

ese individuo existía, excepto como parte contraria comercial. Una vez hecho el

negocio, le vino la sensibilidad. Sólo después, claro está, pues si le hubiese venido

antes, el negocio no se habría hecho nunca. «Me da pena de ese tipo», me ha

dicho. «Va a quedarse en la miseria.» Después, encendiendo el puro, ha añadido:

«En todo caso, si necesita algo de mí» —entendiéndose una limosna— «yo no

olvido que le debo un buen negocio y unas decenas de billetes».

El patrón Vasques no es un bandido: es un hombre de acción. El que perdió el

lance en este juego puede, de verdad, pues el patrón Vasques es un hombre

generoso, contar en el futuro con su limosna.

Como el patrón Vasques son todos los hombres de acción —jefes industriales y

comerciales, políticos, hombres de armas, idealistas religiosos y sociales, grandes

poetas y grandes artistas, mujeres hermosas, niños que hacen lo que quieren.

Manda quien no siente. Vence quien sólo piensa en lo que necesita para vencer. El

resto, que es la vaga humanidad general, amorfa, sensible, imaginativa y frágil, es

no más que el telón de fondo contra el que destacan estas figuras de la escena

hasta que termine la pieza de marionetas, el fondo plano de cuadrados sobre el que

se levantan las piezas del ajedrez hasta que las guarde el Gran Jugador que,

engañándose con una doble personalidad, juega, y se entretiene siempre consigo

mismo.

 

 

17-1-1932

 

O mundo é de quem não sente. A condição essencial para se ser um homem

prático é a ausência de sensibilidade. A qualidade principal na prática da vida é

aquela qualidade que conduz à acção, isto é, a vontade. Ora há duas coisas que

estorvam a acção – a sensibilidade e o pensamento analítico, que não é, afinal, mais

que o pensamento com sensibilidade. Toda a acção é, por sua natureza, a projecção

da personalidade sobre o mundo externo, e como o mundo externo é em grande e

principal parte composto por entes humanos, segue que essa projecção da

personalidade é essencialmente o atravessarmo-nos no caminho alheio, o estorvar,

ferir e esmagar os outros, conforme o nosso modo de agir.

Para agir é, pois, preciso que nos não figuremos com facilidade as

personalidades alheias, as suas dores e alegrias. Quem simpatiza pára. O homem

de acção considera o mundo externo como composto exclusivamente de matéria

inerte – ou inerte em si mesma, como uma pedra sobre que passa ou que afasta do

caminho; ou inerte como um ente humano que, porque não lhe pôde resistir, tanto

faz que fosse homem como pedra, pois, como à pedra, ou se afastou ou se passou

por cima.

O exemplo máximo do homem prático, porque reúne a extrema concentração

da acção com a sua extrema importância, é a do estratégico. Toda a vida é guerra, e

a batalha é, pois, a síntese da vida. Ora o estratégico é um homem que joga com

vidas como o jogador de xadrez com peças do jogo. Que seria do estratégico se

pensasse que cada lance do seu jogo põe noite em mil lares e mágoa em três mil

corações? Que seria do mundo se fôssemos humanos? Se o homem sentisse

deveras, não haveria civilização. A arte serve de fuga para a sensibilidade que a

acção teve que esquecer. A arte é a Gata Borralheira, que ficou em casa porque

teve que ser.

Todo o homem de acção é essencialmente animado e optimista porque quem

não sente é feliz. Conhece-se um homem de acção por nunca estar mal disposto.

Quem trabalha embora esteja mal disposto é um subsidiário da acção; pode ser na

vida, na grande generalidade da vida, um guarda-livros, como eu sou na

particularidade dela. O que não pode ser é um regente de coisas ou de homens. À

regência pertence a insensibilidade. Governa quem é alegre porque para ser triste é

preciso sentir.

O patrão Vasques fez hoje um negócio em que arruinou um indivíduo doente e

a família. Enquanto fez o negócio esqueceu por completo que esse indivíduo existia,

excepto como parte contrária comercial. Feito o negócio, veio-lhe a sensibilidade. Só

depois, é claro, pois, se viesse antes, o negócio nunca se faria. «Tenho pena do

tipo», disse-me ele. «Vai ficar na miséria.» Depois, acendendo o charuto,

acrescentou: «Em todo o caso, se ele precisar qualquer coisa de mim» – entendendose

qualquer esmola – «eu não esqueço que lhe devo um bom negócio e umas

dezenas de contos.»

O patrão Vasques não é um bandido: é um homem de acção. O que perdeu o

lance neste jogo pode, de facto, pois o patrão Vasques é um homem generoso,

contar com a esmola dele no futuro.

Como o patrão Vasques são todos os homens de acção – chefes industriais e

comerciais, políticos, homens de guerra, idealistas religiosos e sociais, grandes

poetas e grandes artistas, mulheres formosas, crianças que fazem o que querem.

Manda quem não sente. Vence quem pensa só o que precisa para vencer. O resto,

que é a vaga humanidade geral, amorfa, sensível, imaginativa e frágil, e nao mais

que o pano de fundo contra o qual se destacam estas figuras da cena até que a

peça de fantoches acabe, o fundo-chato de quadrados sobre o qual se erguem as

peças de xadrez até que as guarde o Grande Jogador que, iludindo a reportagem

com uma dupla personalidade, joga, entretendo-se sempre contra si mesmo.

 

 

 

 

 

Libro del desasosiego

Fernando Pessoa

Traducción del portugués, organización,

introducción y notas de Ángel Crespo

Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Barcelona (España)

Edición especial para Ediciones de Bolsillo, S. A.

Livro do Desassossego

Fernando Pessoa

Composto por Bernardo Soares,

ajudante de Guarda-livros na cidade de Lisboa

Formatado pelo Grupo Papirolantes

 

 

 


 

 

 

 

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