476

 

 

 

Me sosiego por fin. Todo cuanto ha sido vestigio y desperdicio se me borra del

alma como si no hubiera sido nunca. Me quedo solo y tranquilo. La hora que ha

pasado es como aquella en la que me convirtiese a una religión. Nada, sin

embargo, me atrae hacia lo alto, aunque nada me ataría ya para abajo. Me siento

libre, como si dejase de existir, conservando la conciencia de ello.

Me sosiego, sí, me sosiego. Una gran calma, suave como una inutilidad,

desciende en mí hasta el fondo de mi ser. Las páginas leídas, los deberes

cumplidos, los pasos y los acasos del vivir —todo esto se me ha vuelto una vaga

penumbra, un halo apenas visible, que rodea a algo tranquilo que no sé lo que es.

El esfuerzo en que puse, una u otra vez, al olvido del alma; el pensamiento, en que

he puesto, una vez u otra, el olvido de la acción —ambos se me convierten en una

especie de ternura sin sentimiento, de compasión vulgar y vacía.

No es el día lento y suave, nublado y blando. No es la brisa imperfecta, casi

nada, poco más que el aire que ya no se siente. No es el color anónimo del cielo

acá y allá azul, débilmente. No. No, porque no siento. Veo sin intención ni remedio.

Asisto atento a ningún espectáculo. No siento alma, pero me sosiego. Las cosas

exteriores, que están nítidas y paradas, aun las que se mueven, son para mí como

para el Cristo sería el mundo, cuando desde la altura de todo, Satán le tentó. Son

nada, y comprendo que el Cristo no se tentase. Son nada, y no comprendo cómo

Satán, viejo de tanta ciencia, pensara que con eso tentaría.

¡Corre leve, vida que no se siente, riachuelo en silencio móvil bajo árboles

olvidados! ¡Corre blanda, alma que no se conoce, murmullo que no se ve más allá

de las grandes ramas caídas! ¡Corre inútil, corre sin razón, conciencia que no lo es

de nada, vago brillo a lo lejos, entre claros de hojas, que no se sabe de dónde

vienen ni a dónde van! ¡Corre, corre, y déjame olvidar! Vago soplo de lo que no oso

vivir, remedio ruin de lo que nada puede sentir, murmullo inútil de lo que no quise

pensar, ve lento, ve débil, ve en torbellinos que tienes que tener y en declives que

te dan, ve hacia la sombra o hacia la luz, hermano del mundo, ve hacia la flor o

hacia el abismo, hijo del caos y de la Noche, recordando todavía, en cualquier

rincón tuyo, que los Dioses vinieron después, y que los Dioses también pasan.

 

 

 

5-6-1934

 

 

 

Sossego enfim. Tudo quanto foi vestígio e desperdício some-se-me da alma

como se não fora nunca. Fico só e calmo. A hora que passo é como aquela em que

me convertesse a uma religião. Nada porém me atrai para o alto, ainda que nada já

me atraia para baixo. Sinto-me livre, como se deixasse de existir, conservando a

consciência disso.

Sossego, sim, sossego. Uma grande calma, suave como uma inutilidade,

desce em mim ao fundo do meu ser. As páginas lidas, os deveres cumpridos, os

passos e os acasos de viver – tudo isso se me tornou numa vaga penumbra, num

halo mal visível, que cerca qualquer coisa tranquila que não sei o que é. O esforço,

em que pus, uma ou outra vez, o esquecimento da alma; o pensamento, em que

pus, uma vez ou outra, o esquecimento da acção – ambos se me volvem numa

espécie de ternura sem sentimento, de compaixão fruste e vazia.

Não é o dia lento e suave, nublado e brando. Não é a aragem imperfeita, quase

nada, pouco mais do que o ar que já se sente. Não é a cor anónima do céu aqui e ali

azul, frouxamente. Não. Não, porque não sinto. Vejo sem intenção nem remédio.

Assisto atento a espectáculo nenhum. Não sinto alma, mas sossego. As coisas

externas, que estão nítidas e paradas, ainda as que se movem, são para mim como

para o Cristo seria o mundo, quando, da altura de tudo, Satã o tentou. São nada, e

compreendo que o Cristo se não tentasse. São nada, e não compreendo como Satã,

velho de tanta ciência, julgasse que com isso tentaria.

Corre leve, vida que se não sente, riacho em silêncio móbil sob árvores

esquecidas! Corre branda, alma que se não conhece, murmúrio que se não vê para

além de grandes ramos caídos! Corre inútil, corre sem razão, consciência que o não

é de nada, vago brilho ao longe, entre clareiras de folhas, que não se sabe de onde

vem nem onde vai! Corre, corre, e deixa-me esquecer!

Vago sopro do que não ouso viver, hausto frustei do que não pôde sentir,

murmúrio inútil do que não quis pensar, vai lento, vai frouxo, vai em torvelinhos que

tens que ter e em declives que te dão, vai para a sombra ou para a luz, irmão do

mundo, vai para a glória ou para o abismo, filho do Caos e da Noite, lembrando

ainda, em qualquer recanto teu, de que os Deuses vieram depois, e de que os

Deuses passam também.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Libro del desasosiego

Fernando Pessoa

Traducción del portugués, organización,

introducción y notas de Ángel Crespo

Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Barcelona (España)

Edición especial para Ediciones de Bolsillo, S. A.

 

Livro do Desassossego

Fernando Pessoa

Composto por Bernardo Soares,

ajudante de Guarda-livros na cidade de Lisboa

Formatado pelo Grupo Papirolantes

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir