UNIVERSALIDAD DE CAVAFIS

Filippos Dracondaidís

 

 

 

Cavafis no es un poeta desconocido en España. Una rápida bibliografía nos da siete traducciones en castellano, más o menos completas y bien hechas y tres traducciones en catalán, sin mencionar estudios, como el libro de Luis de Cañigral, titulado Cavafis (Madrid, Júcar 1981), sin mencionar la edición de la Poesía Completa en Alianza Tres (traductor: Pedro Bádenas de la Peña), el éxito que tiene este poeta en América Latina, sus admiradores como el prosista Juan Goytisolo (en su libro Juan-sin-tierra) y otros tantos de la categoría de Borges, etc.

Antes de darles elementos bibliográficos, siento la necesidad de hacer algunas comparaciones. Propongo el poema «Velas»:

 

VELAS (1899)

Los días del futuro se yerguen ante nosotros

como una hilera de velas encendidas, velas

doradas, cálidas y vivaces.

Los dfas del pasado quedan atrás,

lúgubre hilera de velas apagadas;

humeantes aún las más cercanas,

velas frias, derretidas v dobladas.

No quiero verlas, me apena su aspecto

y me apena recordar su luz primera.

Miro adelante mis velas encendidas.

No quiero volverme por no ver y horrorizarme

cuán aprisa va alargándose la hilera sombría,

cuán aprisa van creciendo las velas apagadas.

 

 

Sobre el mismo tema, leamos a César Vallejo (en Tri/ce) y a Fernando Pessoa (Obra Poética, ed. Libros Río Nuevo, vol.l; p. 11 5)

CESAR VALLEJO

Tiempo Tiempo

Mediodía estancado entre relentes.

Bomba aburrida del cuartel achica

tiempo tiempo tiempo tiempo.

Era Era.

Gallos cancionan, escarbando en vano.

Boca del claro día que conjuga

era era era era.

Mañana Mañana

El reposo caliente aún de ser.

Piensa el presente guárdeme para

mañana mañana mañana mañana.

Nombre Nombre.

¿Que se llama cuanto heriza nos?

Se llama Lomismo que padece

nombre nombre nombre nombre.

 

FERNANDO PESSOA

Van breves pasando

los días que tengo.

Después de pasar

ya no los alcanzo.

De aquí a muy poco

todo habrá acabado.

Voy a ser un cadáver

por quien se rezó.

Y entre hoy y ese día

haré lo que hice:

Ser quien yo quiero ser,

feliz o infeliz.

 

 

Está claro que Cavafis no es un poeta de «provincias». Pertenece a este ancho río de la poesía universal que se desarrolló en nuestro siglo, fuera de las escuelas literarias. Pertenece a la realidad poética. Podría seguir con tales ejemplos, pero considero que se capta mi punto de vista. Cuando hacernos la comparación Cavafis-Vallejo-Pessoa, es fácil distinguir que Cavafis constituye algo evidentemente único.

Obligando a su madre a fijar la residencia familiar en 1872 en Londres, en un intento de controlar el patrimonio, Londres y Liverpool le otorgarán una educación inglesa y un conocimiento del idioma que llegaría a considerar como su segunda lengua (se sabe que hablaba y leía con la misma perfección francés, italiano y árabe).

Siete años más tarde regresarán a Alejandría, pero la intervención inglesa (1882-1885) les obliga a salir de Estambul. En esta ciudad única y radiante tendrá Cavafis sus primeras experiencias sexuales con un joven pariente suyo y nacerá el poeta.

 

De regreso a Alejandría, la ruina familiar se precipita, y la muerte de un hermano, que durante años fuera su consejero y mecenas, condiciona el ingreso de Cavafis en el Ministerio de Riegos egipcio, durante cierto tiempo repartirá sus días entre este empleo que odiaba, algunas horas como corredor de comercio y la noche de bares y burdeles de Alejandrfa.

En 1897 viaja a París y Londres y en 1901, a los 38 años de edad, pisa por primera vez el suelo de Grecia, donde le son publicados doce poemas en la revista Panacínea. En Grecia permanecerá dos años, y en 1904 es editado su primer libro con catorce poemas.

Instalado de nuevo en Alejandría, a partir de 1907 asiste a las reuniones del grupo Nea Soí (Vida Nueva), combatiente por la expresión en el idioma popular. Un año después, toma un piso en el número 10 de la calle Lepsis, donde vivirá hasta su muerte. A partir de 1911 colabora en Ta Grámmata (Las Letras), revista de ideología muy cercana a Nea Soí.

Su difusión en nuevos idiomas comienza a partir de su amistad con el escritor inglés E.M. Foster, en 1914, quien incluye uno de los poemas de Cavafis en su Alexandría: A History and a Guide. En 1920 se retira Cavafis del Ministerio de Riegos y poco a poco va convirtiéndose cada vez más en esa sombra de la ciudad que tan admirablemente supo reflejar Lawrence Durrel en su tetralogía.

 

En 1932 los médicos le diagnostican cáncer en la laringe. Viajará inútilmente a Atenas, donde le es practicada una traqueotomía, perdiendo la voz, y en 1933, en enero, ha de ser internado en el Hospital Griego de Alejandría, donde muere el 29 de Abril, día de su cumpleaños.

La primera edición de sus poemas, 154 en total, en la forma que él dejó ordenados (cronológicamente), tuvo lugar en 1935.

No escribía para publicar, sino para expresarse, para delimitar un territorio suyo que podría darle la paz, esta tranquilidad del hombre que sabe y que disfruta su posición, mantenido a cierta distancia de los humanos, permaneciendo humano. Me considero un admirador de Cavafis, porque este griego de Alejandría ha dado a la poesía universal su más clara dignidad. No pertenece a una escuela poética, no es un constructor de versos, un esclavo de su inteligencia, no tiene una clave passepartout poética, o sea una fórmula. Su obra no esta articulada en unidades temáticas. Cada poema forma un todo, tiene su propia personalidad y contiene todo. En una producción de más de 20 años Cavafis seleccionó 154 poemas, la esencia de su logos, la esencia del logos.  

Sabemos que cada poema es el resultado de un trabajo largo y penoso, de una investigación sobre cada héroe, cada fecha, cada palabra. Cavafis tenía en su mente una inspiración global, un concepto establecido sobre la vida del individuo, considerada como una dignidad que las aventuras en el tiempo no aniquilan; el proceso histórico influye, como histrionismo y tragicomedia, sobre el individuo; pero el hombre no tiene ilusiones.

 

Diría que el motto de Cavafis podría ser: distingo, o sea veo y hago una selección: no permito el aplazamiento que resulta de lo social, de lo histórico, de mis propias suciedades; frente al mundo, el hombre tiene una actitud de crítica comprehensiva; si cada uno de nosotros tiene ideas, si cada uno de nosotros sufre, estas cosas maduran y enriquecen al alma. El hombre es un edificio sin puertas ni ventanas, cuando es visto desde la calle, pero un edificio rico y abierto sobre su patio.

En pocas palabras, Cavafis propone un ideal de vida en la sociedad en compañía de nuestro ser y devenir. Los especialista dicen -con toda razón- que la poesía no se traduce. Para mí, hay afinidades entre el griego y el castellano. Tenemos palabras que se pronuncian de la misma manera, y de significado muy próximo. Podríamos pretender que el griego «pasa» al castellano y viceversa. Hay una especie de filiación que no existe entre, por ejemplo, el griego y el inglés. Pero Cavafis escribió en un griego mezclado y matizado por elementos sabios y arcaicos, en una gramática muy suya.

Hay huellas de los tiempos neohelenísticos, una serie de reminiscencias de Bizancio, un respeto del vocabulario popular. No sé si puedo darles una idea de lo que entiendo con estas afirmaciones. Vds. verán la fluidez en las palabras, podrán subrayar la musicalidad y el ritmo. Propongo una lectura dada por una de las actrices mas destacadas de mi país. Se llama Eli Lambéti y hace pocos meses falleció de un cáncer.

 

ITACA (1971)

 

Cuando emprendas tu viaje a Itaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes,

o al colérico Posidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino.

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al salvaje Posidón encontrarás.

si no los llevas dentro de tu alma.

si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!

a puertos antes nunca vistos.

Detente en los emporios de Fenicia

hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

toda suerte de perfumes voluptuosos,

cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias

a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.

Tu llegada allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

atracar, viejo yen la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguardar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

entenderás ya qué significan las Itacas.

 

La influencia de Cavafis en nuestra poesía fue tardía, pero ininterrumpida. Cuando Cavafis empezó a publicar sus poesías en folletos distribuidos con mucho cuidado a sus amigos y a los pocos admiradores que tenía en la colonia griega de Alejandría, en Atenas triunfaba un parnasianismo envejecido, una escuela poética que mezclaba lo tradicional, lo tópico de las canciones populares (dímotiló tragudi) con los sonidos de la poesía francesa a lo Hugo, Baudelaire, etc. Hay que decir que nuestra poesra, después de la Guerra de Independencia, tiene algunas cumbres en los cuatro puntos del horizonte.

Señalemos a Dionisios Solomós, nacido en Zante (una isla del mar Jónico), su contemporáneo y compatriota Andreas Calvos, pasando a Yorgos Seferis, nacido en Asia Menor, a Odiseas Elitis, hijo de Creta y de Lesbos, a Constandinos Cavafis, ciudadano de Alejandría.

Ya he dicho que tengo una admiración incondicional para Cavafis. No me considero un cavafólogo (porque hay tales). Hablo de Cavafis desde el punto de vista de escritor. Durante toda su vida, Cavafis hizo un camino a solas. Raros son los que comprendieron su valor. Y un dictador condecoró al poeta poco antes de su muerte. De la misma manera, la obra de Cavafis hizo sola su camino en el mundo. Diría que Cavafis progresó sin publicidad y sin ayuda. No hay exageración si vemos en Cavafis el poeta más universal de la Grecia moderna. Vinculado en su tiempo, nos propone la intemporalidad. Lo que J.L. Borges piensa de Kafka vale también para Cavafis:

La diferencia esencial con sus contemporáneos y hasta con los grandes escritores de otras épocas, Bernard Shaw o Chesterton, por ejemplo, es que con ellos uno está obligado a tomar la referencia ambiental, la connotación con el tiempo y e/ lugar. Es también el caso de lbsen o de Dickens. Kafka en cambio tiene textos, sobre todo en los cuentos, donde se establece algo eterno. A Kafka podemos leerlo y pensar que sus fábulas son tan antiguas como la historia, que esos sueños fueron soñados por hombres de otra época sin necesidad de vincularlos a Alemania o a Arabia. El hecho de haber escrito un texto que trasciende el momento en que se escribió, es notable. Se puede pensar que se redactó en Persia o en China y ah/ esta su valor.

(El País, 3 de Julio de 1983)

 

Esta situación fuera del tiempo y del espacio, este universalismo no dejan de ser elementos oue constituyen la clave y la llave de la obra de Cavafis. Voy a proponer una lectura mia, empezando con el propio Cavafis que escribe:

 

Cuando un escritor sabe con bastante certeza que se venderán solamente unos pocos volúmenes de su edición, obtiene una gran libertad en su trabajo creador. El escritor tiene ante sí la seguridad, o al menos la posibilidad, de vender toda su edición y quizá ediciones subsecuentes, es a veces influido por la venta futura … casi sin quererlo, casi sin darse cuenta de ello. Habrá momentos en que, sabiendo como piensa, qué le gusta y qué ha de comprar el público, el escritor hará pequeños sacrificios, redactará cierto trozo de manera diferente, se saltará otro.

Y no hay nada más destructivo para el Arte (tiemblo con sólo pensar en esto) que cierto trozo sea redactado de modo diferente o sea omitido. A pesar de esta constatación de plenitud creadora, el poeta siguió insistiendo toda su vida en publicar muy poco, corrigiendo y volviendo a corregir esta «work in progres«, como la cualificó Seferis. Hay ante todo, en el mundo poético de Cavafis, lo que Seferis ha llamado el sentimiento «tierra baldía» a lo T.S. Eliot, sentimiento que aparece en «toda la expresión poética de nuestros tiempos». Y Seferis, el más perspicaz lector de Cavafis, sigue así:

‘el poeta vive en un gran cementerio donde, desgarrado por un dulce tormento, invoca interminablemente la resurrección de un cuerpo joven, la de un Adonis que, a medida que pasan los años, parece cambiar y envilecerse por un amor cada vez más vulgar. Diría que la mente del poeta, en medio de su desesperación, estuviera empapando en vitriolo el cadáver que no puede resucitar. Este viejo no tiene ninguna idea de las llamas del infierno ni de las del purgatorio (por lo demás, no existe purgatorio en la religión ortodoxa). Le gustan sus pecados y se lamenta de que la decadencia de la vejez no le permita cometer más. Su única ambición es permanecer helénico ( … ) Este gramático a veces causa la impresión de ser un «místico sin dios», si es que esta frase de Mme. Emilie Teste tiene algún sentido». 

Seferis plantea en Cavafis no la contemplación más o menos erudita o decadente, de un pasado sin ningún valor para el lector moderno, sino la yuxtaposición constante y vital de diversos momentos de la historia; por otra parte, hace alusión a otro de los grandes temas de la literatura moderna: el de la búsqueda de la divinidad en un mundo del que han desaparecido todos los valores religiosos. Esta desaparición me parece más trágica para el poeta alejandrino, tiranizado por una homosexualidad no libresca, sino vivida, que le confiere un sello especial al universo poético cavafiano. De este modo, Cavafis parece tener (como observó E.M. Forster) «una posición ligeramente oblicua con respecto al mundo».

Valéry Larbaud ha escrito: J’écris toujours avec un masque sur le visage; Fernando Pessoa, el supermo enmascarado, nos recuerda que o poeta é un fingidor y que el arte es la expresión de un pensamiento por medio de una mentira particular. Importa poco si sentimos lo que expresamos; basta con que, habiendo/o pensado, sepamos fingir bien haberlo sentido. Muy cerca de esta manera de ver las cosas están muchísimos poemas de Cavafis.

A diferencia de lo que ocurre en Eliot y Pound, que se sirven de una variedad de máscaras tomadas de todas las épocas, pero que concuerdan en el presente del poema, el uso de las máscaras en Cavafis esta siempre acompañado por un desplazamiento temporal/espacial, por un retorno sistemático que nos coloca ante el otro gran recurso del poeta para despersonalizar sus fantasmas y actualizar su curiosa erudición. Si aceptamos la definición propuesta por Eliade de que los mitos describen las diferencias y a veces dramáticas irrupciones de lo sagrado (o de lo ‘sobrenatural’) en el mundo, podemos concluir que, por ser habitante de un lugar no consagrado y por moverse en un tiempo terminantemente irreversible (un tiempo que, como ya se lamentaba Quevedo, ni vuelve ni tropieza), el poeta moderno se caracteriza por un rechazo tajante seguido de una búsqueda desesperada de lo mítico.

CESARION 1918

 

En parte por aclarar una época,

en parte por pasar el tiempo.

ayer noche tomé para leer

una colección de inscripciones ptolemaicas.

Las elogios abundantes y lisonjas

son parecidos para todos. Todos son magníficos,

gloriosos, poderosos benefactores:

cada una de sus acciones sapientísirna.

Si es de las mujeres da la familia, todas

ellas.. las Berenices y las Cleopatras, maravillosas.

Cuando acabé de ilustrarme de la época,

habría dejado el libro si una pequeña mención,

insignificante, al Rey Cesarion

no hubiese llamado de inmediato mi atención.

¡Ah, estás ahí! Llegaste con tu encanto

indefinido. Pocas líneas solamente se encuentran en

la historia sobre ti.

Y, por eso, con más libertad te he moldeado en mi imaginación.

Te he moldeado bello y sensual.

Mi arte confiere a tu rostro

la belleza atractiva de un sueño

y con tanta intensidad te he imaginado,

que ayer bien entrada la noche, cuando 

mi lámpara –adrede dejé que se apagara-

creí que entrabas en mi alcoba,

que estabas ante mí, tal como estábamos

en la recién conquistada Alejandría,

pálido y cansado, ideal en tu pesar,

esperando aún la piedad

de los miserables que murmuraban «demasiados Césares».

 

En efecto, según lo ha mostrado ampliamente Edmund Keeley en su estudio Kavafis Alexandria, el poeta fue creando paso a paso el mito de su ciudad natal. Y habiendo mitificado a Alejandría, habiéndose quedado allí, no habiendo cedido a la tentación a la que sucumbe el personaje de «La Satrapía», quien se encamina hacia Susa para lograr una vida fácil que a su vez lo destruye, el poeta puede dedicarse a explorar las posibilidades del lugar sagrado, destruyendo todas las apariencias, hasta convertir su ciudad en La ciudad en El tiempo.

Deja de existir la linea divisoria entre lo divino y lo humano, entre el pasado mítico y el sórdido presente que, de manera repentina, se sacraliza para los que saben mirar.

Por diversas razones, varios críticos de Cavafis han preferido hacer una lectura de su obra en la que se enfocan principalmente los poemas sobre temas históricos. Considero que tal lectura constituye un encarcelamiento de una poesía abierta en !as significaciones temporales, o sea cerradas. Lo único que podría aceptar es el mundo de Cavafis en un texto de referencias entrecruzadas donde no hay «la recherche du temps perdu» a lo Proust, sino la abolición de la personalidad y la despersonalización de la historia. Sería más justo pretender que cada poema cavafiano es un poema erótico en el más amplio término en el que se mezclan constantemente el páthos y el hímeros, el anhelo de lo ausente y el deseo de lo presente, hasta tal punto que podríamos decir con René Char que cada texto de Cavafis es l’amour realisé du désir demeure désir. E.M. Foster. destacado en Alejandría como miembro de la Cruz Roja, ha hecho una excelente descripción del Cavafis de esos años:

.. es un gentleman griego, tocado con un sombrero de paja, en pie y absolutamente inmóvtl, en una posición ligeramente oblicua

en relación al universo. Tal vez extiende los brazos. «Oh, Cavafis … «Si, es Mr. Cavafis que va de su apartamento a la oficina, o de su

oficina al apartamento. Si sucede lo primero, se desvanece sin ser visto, von un ligero gesto de esperanza. Si lo segundo, es posible

inducirlo a comenzar una frase, una frase inmensa y complicada, pero de equilibrio perfecto, llena de paréntesis que jamás se

confunden y de reservas que reservan realmente; una frase que se encamina con toda lógica al final previsto, pero cuyo final es

siempre mucho más brillante e inesperado de lo que hablamos supuesto. La frase termina a veces en la calle; la ahoga el tráfico

en otras ocasiones; puede, en fin, prolongarse hasta penetrar en el interior del apartamento. Trata tal vez de las turbias componendas

del Emperador Alejo Comneno en 1906 o de las posibilidades y precios de la aceituna o de la suerte de amigos comunes o de

George Eliot o de los dialectos interiores de Asia Menor. Puede desenvolverse con perfección idéntica en griego, en inglés o en

francés. Y a pesar de la claridad natural de sus juicios, uno siente que eso está también en una posición oblicua con relación al

universo: es la frase de un poeta … Cavafis no ignoraba el valor de su obra. Su continuo afán de perfección nos lo muestra como

un espíritu lúcido que sabe a que fin se encamina y conoce la manera de llegar a él. El arte del poeta -advierte- es una escalera

interminable.

De ahí que no se apresurara a dar por definitivo un poema sin haber antes sopesado insistentemente el valor preciso de la palabra,

sus resonancias y significaciones. El goce de la creación le satisfacía plenamente («en el arte descanso de su esfuerzo») y no exigla

ninguna otra remuneración por su trabajo. No es difícil presumir -por otra parte- que Cavafis apenas escribía con la intención de que

le leyeran sus contemporáneos.

Por ello no se preocupó de que su obra les llegara a su debido tiempo. Sí, en cambio, previó y quiso llegar al lector futuro: cuando

sobreviene su muerte, sus escritos se encuentran perfectamente ordenados, su obra dispuesta para ser publicada.

¿Para quién había compuesto su poema «El dios abandona a Antonio»; ¿Para nosotros o para él?

 

EL DIOS ABANDONA A ANTONIO (1911)

 

Cuando de pronto, a medía noche, se oiga

pasar invisible un báquico cortejo

con músicas maravillosas, con vocerío,

tu fortuna flaqueante, tus obras

fallidas, los sueños de tu vida

que salieron todos vanos, no los llores inútilmente.

Como dispuesto desde hace tiempo, como un valiente,

despide, despide a Alejandrla que se aleja.

Sobre todo, no te engañes, no digas que fue

un sueño, que tu oído te engañó;

no te acojas a tan vanas esperanzas.

Como dispuesto desde hace tiempo, como un valiente,

como te cabe a ti, que de una ciudad tal mereciste el honor,

acércate resuelto a la ventana

escucha conmovido, mas sin

súplicas ni lamentos de cobarde,

como goce postrero los sones,

los maravillosos instrumentos del místico, báquico cortejo

despide, despide a la Alejandría que tú pierdes.

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir