[nos convenía descansar de teorías poéticas y de la persecución de los nuevos poetas y volver a la poesía

cotidiana, suficientemente buena como para leerla con placer y con alguna corriente súbita de esas que

Nabokov sentía en la base de la médula cuando leía algo que le hacía levantarse de la silla. 

Claro que se trata, me temo, de un descanso -breve- antes de retomar los asuntos más cornudos

que nos traemos entre manos.]

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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