isabel bono

una casa en bleturge

ser gato

isabel ser gato

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gato en bleturge

isabel ser

 

ser gato

 

 

 

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Desde luego jamás en toda mi vida, con todos los años que tengo, había visto a ningún gato parado bajo la lluvia.

Dicen que los gatos detestan el agua, no lo sé. Siempre hay alguno en el descampado, ya sea tomando el sol sobre ese colchón mugriento o jugando a cazar su propio rabo.

Me gusta mirarlos cuando suben de un salto limpio a la tapia, verlos atravesar la espiral de alambre de espino como si llevaran los ojos vendados, imaginar que si fueran aros de fuego lo harían con la misma serenidad y elegancia.

Lo que nunca habría imaginado es que un gato, de repente, se parara bajo la lluvia y se sentara a esperar.

¿Y a qué espera? Podría ponerse a cubierto, hay tejas amontonadas junto al colchón, un metro cuadrado de uralita, trozos de tubería. Pero el gato ha llegado hasta el centro del descampado, ha levantado el hocico unos segundos y se ha sentado.

Ahí está, aguantando el chaparrón con la dignidad de una esfinge egipcia.

Y no lo comprendo, pero siento una extraña admiración por él. Y me duele, pero no puedo dejar de mirarlo.

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Bono; Isabel. Una casa en Bleturge (Nuevos Tiempos)  Siruela

 

 


 

 

 

 

 

 

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