el cubo lleno de la memoria de la esfera

el cubo lleno de la memoria de la esfera

el cubo lleno de la memoria de la esfera

 

Las pasiones no se ven como se ven los incendios,

dijo Stendhal.

Si prendí fuego al jardín laberinto de tus pulmones

no fue por herirte.

Quise comprobar tu pasión y se me fue la mano.

 

Pude recitar de memoria:

(como nadie la esperaba)

desde el centro de la habitación

como una mentira más

el beso, el desmayo, casi la muerte.

Lo que venía a decir:

con la boca cerrada

para que no escapes

cuando la temperatura me haga dudar

yo no te nombro

(así siempre).

Pero no te esfuerces en comprender.

No es más que otro recuerdo

que nada tuvo que ver contigo (ahora).

Debemos ser abstractos como los recuerdos,

eso dijo Klee.

 

Ejemplo nº1:

Un insecto cobre y plata que nunca viajó a ninguna parte

porque estaba muerto. Murió de frío, dijo el forense.

Ejemplo nº2: Un ombligo panza arriba

que guardaba la pelusa con que los ángeles fabricaban sus alas.

No homologado, dijo Dios.

Ejemplo nº3: Una cabeza cuadrada que iba dejándose nubes

árboles, bosques enteros por la casa. Despeinada y confusa.

Como si tuviese fiebre.

Como si hubiera comido frutos envenenados.

Podría matarla con un peine, dijo la muerte.

 

Sólo son buenos quienes tienen mala memoria.

Toda amnesia es sagrada

en los amnésicos hay ángeles curiosos. Eso dijo Casariego.

El amor es un animal que duerme, pudo decir alguien.

El amor es un animal muerto, hubieses dicho tú

pero te marchaste sin ceremonias.

Ya lo dijo Fante: Dios es un perro.

 

Otra noche sin dormir, cuántas más

y no te vayas que es muy pronto

qué quieres si no tengo más que darte

después de ti qué me queda, etc.

¿Me oíste alguna vez decir cosas así? Claro que no.

Todo eso ya lo sabíamos.

Y no me mires, que he recorrido

todos estos años sin mudar la piel.

 

Magritte dijo: Esto no es una maleta.

Baudelaire respondió: Es una invitación al viaje.

Papini recordaba a Nietzsche sosteniendo uno de sus rizos.

Si Josan Hatero hubiese estado allí, habría dicho:

Guarda este momento ahora

no lo confundas con un anticipo.

Anticipo tampoco fue nuestra cobardía.

xxxxxx‒Duerme todo lo que quieras.

Hay hombres que dicen lo que piensan

y en todos los aeropuertos hay mujeres hermosas

que arrastran su equipaje.

Mujeres de implacables deseos

que nunca miran directamente a los ojos.

Y la vio. Su presencia visión túnel

(entre) sus piernas (al fondo). Sacudidas embestidas.

Que alguien me cuente la historia de cada piedra

sobre la que construyen los hombres, grité.

No quiero pensar más en ti

en si estás vivo o muerto después de cada lluvia.

El dolor no me acompaña y hay quien lo sabe todo

pero yo estuve esperando

para escuchar una canción de los Beatles

en el Channel 10 mientras me servían el almuerzo.

 

He pactado todas las veces (decidí caminar)

una huida sin llanto, un viaje

sin la pena de otro aguijón.

xxxxxx‒Sabía que ibas a traicionarme.

Y aún así te espero. Me gusta esperar.

El amarillo es mentira.

Es hora de tomar un vuelo y que el tiempo

sólo sea sucesión de bandejas con comida empaquetada

y revistas bilingües sin ninguna noticia sobre ti.

Tu nombre dejó de tener importancia.

Ojalá cada continental breakfast fuera anestesia, pensé,

como las hojas que vi caer en Berlín hace seis días.

Yo espero, no un dolor o un aviso de fuga que me transporte,

porque esperar es el viaje.

 

No pisar detrás de la línea

advertía en tres idiomas el ala visible del avión.

Me anticipé. Línea o frontera, qué más daba:

el amor de tu vida (escribiste) crecía lejos con un solo deseo.

No tengo motivos (entonces)

para desear mascarillas de oxígeno

pero necesito que alguien me diga que existes

(a estas alturas) antes de caer.

xxxxxx‒Amor, amor, no puedo más.

Santa Catalina de Génova olvidó hablar, olvidó alimentarse.

Stendhal dice que Ana de Gracia y Santa Teresa de Jesús

murieron también de esta muerte adorable.

Yo digo: los que aseguran que morir duele, se equivocan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bono, Isabel. Pan comido. Madrid; Ed. Bartleby, 2011.

 

 

 

 

 

 


 
 
 
 
 

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