Francesco, tu mano es suficientemente grande

para hacer estallar la esfera, y demasiado grande,

uno pensaría, para urdir redecillas

que sólo defienden su detención ulterior.

(Grande, pero no burda, sólo está en otra escala,

como una ballena adormilada en el fondo del mar

en relación al pequeño, egocéntrico buque

de la superficie.) Pero tus ojos proclaman

que todo es superficie. La superficie es lo que está,

y nada puede existir salvo lo que está.

No hay recesos en el cuarto, sólo bóvedas,

y la ventana no importa mucho, o esa

ventana de plata o espejo a la derecha, aun

como una calibración de la temperatura,

—que en francés es le temps, la misma palabra

que se usa para el tiempo— el

que sigue un curso donde los cambios son

sólo rasgos del todo. El todo es estable

en su inestabilidad, un globo como el nuestro, descansando

en un pedestal de vacío, una pelota de ping pong

sujeta en su chisguete de agua.

Y así como no hay palabras para la superficie, esto es,

no hay palabras para decir lo que realmente es, que no es

superficial sino un núcleo visible, entonces no hay

solución al problema del pathos contra la experiencia.

Permanecerás, descansado, sereno en

tu gesto que no es abrazo ni amenaza

pero que tiene algo de ambos en una

afirmación que no afirma nada.

 

El globo revienta, la atención

se distrae desinteresada. Nubes

en el charco se agitan en fragmentos dentellados.

Pienso en los amigos

que vinieron a verme, en lo que fue el día

de ayer. Una proclividad peculiar

de la memoria que se entromete con el modelo soñado

en el silencio del estudio mientras se dispone

a levantar el lápiz hacia el autorretrato.

Cuántas gentes vinieron y se quedaron un tiempo,

dijeron luminosas o negras palabras que se volvieron parte

tuya

como luz tras niebla y arena arremolinadas por el viento,

filtrada y modificada, hasta que no queda parte libre

en que seas con seguridad tú mismo. Esas voces

en la oscuridad

te han dicho todo y el cuento aún sigue

en forma che recuerdos depositados en cúmulos

irregulares de cristales. ¿Qué curva mano controla,

Francesco, las estaciones giratorias y los pensamientos

que se pelan y vuelan a velocidades que nos dejan

sin aliento

como las últimas tercas hojas desprendidas

de las ramas húmedas? Veo en esto sólo el caos

de tu espejo curvo que organiza todo alrededor

de las estrellas polares de tus ojos, que están vacíos,

no saben nada, sueñan pero no revelan nada.

Empiezo a sentir el carrusel que se inicia lentamente

y gira más rápido y más rápido: escritorio, papeles, libros,

fotografías de amigos, la ventana y los árboles

mezclándose en una banda neutra que me rodea

por todos lados, dondequiera que miro.

Y no puede explicarme esta acción de nivelado,

este reducirse todo a una sustancia uniforme, un magma

de interiores.

 

 

 

Francesco, your hand is big enough

To wreck the sphere, and too big.

One would think, to weave delicate meshes

That only argue its further detention.

(Big, but not coarse, merely on another scale,

Like a dozing whale on the sea bottom

In relation to the tiny, self-important ship

On the surface.) But your eyes proclaim

That everything is surface.

The surface is what’s there

And nothing can exist except what’s there.

There are no recesses in the room, only alcoves,

And the window doesn’t matter much, or that

Sliver of window of mirror on the right, even

As a gauge of the weather, which in French is

Le temps, the word for time, and which

Follows a course wherein changes are merely

Features of the whole. The whole is stable within

Instability, a globe like ours, resting

On a pedestal of vacuum, a ping-pong ball

Secure on its jet of water.

And just as there are no words for the surface, that is,

No words to say what it really is, that it is not

Superficial but a visible core, then there is

No way out of the problem of pathos vs. experience.

You will stay on, restive, serene in

Your gesture which is neither embrace nor warning

But which holds something of both in pure

Affirmation that doesn’t affirm anything.

The balloon pops, the attention

Turns dully away. Clouds

In the puddle stir up into sawtoothed fragments.

I think of the friends

Who came to see me, of what yesterday

Was like. A peculiar slant

Of memory that intrudes on the dreaming model

In the silence of the studio as he considers

Lifting the pencil to the self-portrait.

How many people came and stayed a certain time.

Uttered light or dark speech that became part of you

Like light behind windblown fog and sand,

Filtered and influenced by it, until no part

Remains that is surely you. Those voices in the dusk

Have told you all and still the tale goes on

In the form of memories deposited in irregular

Clumps of crystals. Whose curved hand controls,

Francesco, the turning seasons and the thoughts

That peel off and fly away at breathless speeds

Like the last stubborn leaves ripped

From wet branches? I see in this only the chaos

Of your round mirror which organizes everything

Around the polestar of your eyes which are empty,

Know nothing, dream but reveal nothing.

I feel the carousel starting slowly

And going faster and faster: desk, papers, books,

Photographs of friends, the window and the trees

Merging in one neutral band that surrounds

Me on all sides, everywhere I look.

And I cannot explain the action of leveling,

Why it should all boil down to one

Uniform substance, a magma of interiors.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

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