5-5

 

thomas

Cuando nada llega, siempre llega el tiempo: a veces se trata de un tiempo tranquilo y suave como una brisa que apenas

se hace notar. Otras veces, sin embargo, el tiempo feroz pasa sus arcos rotos por dentro de uno, y entonces se siente su roce

áspero, sus cimientos quebrados y su profundidad desigual.

Thomas se sujeta la barriga con una mano grande, ancha y de gruesos dedos, como si estuviera impidiendo una eventración,

como si tuviera ya dolores de parto. Tal vez le gustaría enseñarnos su razón fúnebre o su prótesis incolora o su retal de sotana:

todos necesitamos testigos, muchos testigos, para que vean, en intimidad, las pruebas que tenemos, que nos acreditan.

En el papel de persistir, se ha sentado junto a sus horas en la zona de regadío personal. Él quisiera una garantía: quizá una

vida de repuesto, o dos vidas de repuesto, por esa seguridad que da el tener dos unidades de cada cosa que puede perderse o

que se acaba: dos unidades por la costumbre del dos, que cierra los agujeros que deja el uno. También su actualidad está partida

en dos, con la libertad en medio, secándose como una alcachofa.

Tal vez Thomas siente ya que en algún sitio ha comenzado a rodar la muerte, con sus carruajes, sus perros y sus piedras. O

que, muy lentamente, muy lentamente, el agua de su cuerpo se está haciendo hielo. Se dice que sólo tienen prisa los enfermos y

los ambiciosos: Thomas ¡verde tiene el corazón de tanto esperar!

 

 

 

 

 

 

 

© Fotografía de Lee Jeffries


 

 

 

 

 

 

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