Les Mains de Jeanne-Marie (février 1872)

Arthur Rimbaud

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Les mains de Jeanne-Marie

Jeanne-Marie a des mains fortes,

Mains sombres que l’été tanna,

Mains pâles comme des mains mortes.

Sont-ce des mains de Juana ?

Ont-elles pris les crèmes brunes

Sur les mares des voluptés?

Ont-elles trempé dans les lunes

Aux étangs de sérénités ?

Ont-elles bu des cieux barbares,

Calmes sur les genoux charmants?

Ont-elles roulé des cigares

Ou trafiqué des diamants?

Sur les pieds ardents des Madones

Ont-elles fané des fleurs d’or?

C’est le sang noir des belladones

Qui dans leur paume éclate et dort.

Mains chasseresses des diptères

Dont bombinent les bleuisons

Aurorales, vers les nectaires?

Mains décanteuses de poisons?

Oh! quel Rêve les a saisies

Dans les pandiculations?

Un rêve inouï des Asies,

Des Khenghavars ou des Sions?

Ces mains n’ont pas vendu d’oranges,

Ni bruni sur les pieds des dieux:

Ces mains n’ont pas lavé les langes

Des lourds petits enfants sans yeux.

Ce ne sont pas mains de cousine

Ni d’ouvrières aux gros fronts

Que brûle, aux bois puant l’usine,

Un soleil ivre de goudrons.

Ce sont des ployeuses d’échines,

Des mains qui ne font jamais mal,

Plus fatales que des machines,

Plus fortes que tout un cheval !

Remuant comme des fournaises,

Et secouant tous ses frissons,

Leur chair chante des Marseillaises

Et jamais les Eleisons !

Ça serrerait vos cous, ô femmes

Mauvaises, ça broierait vos mains,

Femmes nobles, vos mains infâmes

Pleines de blancs et de carmins.

L’éclat de ces mains amoureuses

Tourne le crâne des brebis!

Dans leurs phalanges savoureuses

Le grand soleil met un rubis!

Une tache de populace

Les brunit comme un sein d’hier;

Le dos de ces Mains est la place

Qu’en baisa tout Révolté fier!

Elles ont pâli, merveilleuses,

Au grand soleil d’amour chargé,

Sur le bronze des mitrailleuses

À travers Paris insurgé!

Ah ! quelquefois, ô Mains sacrées,

À vos poings, Mains où tremblent nos

Lèvres jamais désenivrées,

Crie une chaîne aux clairs anneaux!

Et c’est un soubresaut étrange

Dans nos êtres, quand, quelquefois,

On veut vous déhâler, Mains d’ange,

En vous faisant saigner les doigts !

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Las manos de Juana María

Juana María tiene manos fuertes,

manos oscuras que curtió el verano,

las manos amarillas de los muertos.

—Juana María, ¿son así tus manos?

¿Han encontrado su color moreno

en los pantanos de las perversiones?

¿O se sumergieron en las Lunas

en las albercas de las suavidades?

¿Han bebido tal vez bárbaros cielos

serenas sobre las rodillas bellas?

¿Enrollaron cigarros

o un día traficaron con diamantes?

¿Sobre el pie ardoroso de las vírgenes

han marchitado el oro de las flores?

La sangre negra de las belladonas

encima de su palma estalla y duerme.

¿Manos que persiguen los insectos

que en el azul de tus auroras zumban

en busca de nectarios,

manos decantadoras de venenos?

¿Cuál es el sueño que las ha cogido

cuando se despertaban?

¿El inaudito sueño de las Asias

de los Khenghavars o de los Siones?

 

—No vendieron naranjas esas manos

ni a los pies de los dioses negrecieron:

No lavaron pañales esas manos

de torpes pequeñuelos sin miradas.

Son las que doblegan las cervices,

manos que jamás fueron malignas,

más fatales que máquinas,

más fuertes que un caballo.

No son estas las manos de una prima

ni de las obreras de amplias frentes

que entre los bosques con olor a usina,

quema un Sol embriagado de alquitranes.

Moviéndose como las hogueras

y sacudiendo todos sus temblores

su carne canta Marsellesas

y nunca los Eleisones.

Ellas ceñirán vuestros cuellos

malas mujeres, romperán vuestras manos,

mujeres nobles con infames manos

llenas de blancuras y carmines.

El brillo de esas amorosas manos

hace volver la testa a las ovejas

y sobre sus falanges exquisitas

el Sol inmenso su rubí coloca.

 

Una mancha de pueblo

las oscurece cual marchito seno.

¡El dorso de esas manos es el sitio

que altivamente besan los rebeldes!
 
 

Maravillosas empalidecieron

al pleno Sol de amores saturado

sobre el bronce de la ametralladora

a través de París alzado en armas.

Algunas veces, ¡oh, manos sagradas!

Una cadena con anillos claros

grita en vuestros puños donde tiemblan

vuestros labios sedientos para siempre.

Y hay un latido extraño

en nuestros seres, cuando algunas veces

os quieren dar blancura, manos de ángel

¡y la sangre aparece en vuestros dedos!

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Traducción de Ángel Cruchaga Santamaría

(Reineta Atenea, Concepción, 1928)

En Poesía Universal traducida por poetas chilenos

Antología

Selección de Jorge Teiller

Editorial Universitaria

2ª edición

Santiago de Chile

1998

  Les Mains de Jeanne-Marie
  Arthur Rimbaud
  Paterne Berrichon
  Au sans pareil
  Paris
  1919


 

 

 

 

 

 

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