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mariano peyrou

 

la sal: XVI

 

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XVI

 

 

 

Despertador mas no hay quien

salga de Olga, buenos días dice mi

padre y sonríe en su cama de hospital, ya

aterrizaste y tienes que empezar a pensar

qué hora es aquí. Hay un reloj en la

pared, en ruso se dice los relojes, en plural,

como las tijeras, explica ella. Debe ser

por las agujas afiladas que cortan el

tiempo. He vuelto para siempre y mi

padre pregunta, como algo y te

cuento. Mantequilla y mermelada, por

supuesto: lo dulce y lo salado bien cerca de

lo rojo y lo amarillo, animal

y vegetal, el viejo equilibrio de los

plurales y las tijeras. Él no come, yo

le ofrezco un desayuno de palabras

que sólo crean confusión o, mejor

dicho, la añaden, en esta niebla estamos

bien y trataremos de salir juntos. Luego

silencio y miramos los árboles,

siempre hemos mirado

los árboles.

 

En mi primer hospital

había otro niño y no tenía pierna,

entonces supe lo que era la

justicia: que fuera él el cojo y no

yo. Reloj pero conservo ese concepto mientras

la aguja bisturí camina hacia el

quirófano, abróchense

los cinturones. No pongas esa

cara, ya te dije que es una operación

sin importancia.

 

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