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La noche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado

cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín de violetas,

el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos

como huesos, las dulceras con olor a rosa.

Tornó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que

que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; los que soñaban,

igual la vieron.

El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía

que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba,

en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto.

La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció,

gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando,

se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

 

marosa di giorgio

De «Los papeles salvajes» 1971

 

 

 

 


 

 

 

 

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