in-the-tepidarium-1881

En el tepidarium

Uno ha merodeado –proporcionalmente- a pocas mujeres del imperio romano, sobre todo porque suelen

hablar en latín arcaico y tienen costumbres a veces muy peculiares. Esta romana está en el baño tibio,

al que llamaban tepidarium –todavía no es el caliente- y tiene ya la cara encendida como una cereza,

incluyendo las orejas. En la mano izquierda, una pluma de avestruz; en la derecha, un rascador. Saca su

fuerza de la carne de buey y, como las leyes elementales, no pide perdón.

A veces grita en las tardes inmóviles.

Quizá, por los años romanos de su edad, ella ya no es una leche azul dentro del trigo tierno, sino que su

leche es más bien asalmonada y está dentro de un trigo menos tierno, más maduro. Tendida y frontal, como

una fachada con el horizonte montañoso, la romana tiene un cuerpo muy físico en el que vemos, merodeando,

el tremendo aparato articulado de su pelvis pélvica, poderosa de engranajes como un tanque sin enaguas:

exactamente desde aquí hasta abajo es bípeda de dos piernas.

Han pasado tantos siglos de dudas desde que a la romana se le terminó el hilo rojo del destino, que hay que

mirarla multiplicando por dos, duplicándola para que no se quede sola en las termas con sus siete colores bajo

cero; para que siga olorosa de verdad o de mentira pero tocada en vivo; para que la sombra unánime de la tarde

la salpique de frescura; para que haga la cuenta gorda de su vida o para que haga la cuenta de no haber nacido

todavía.

Tal vez nadie la busca ni la reconoce y hasta ella ha olvidado quién es y quién será: le abriríamos entonces la

puerta del paisaje y de la tarde y del mar, la apuntaríamos a clase de inglés y de informática y le enseñaríamos

la teoría de la neurona y el principio de incertidumbre, ay, romana.

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

Merodeos: el desnudo femenino en la pintura


 

Sir Lawrence Alma Tadema, 1836-1912

El tepidarium, 1881

Óleo sobre tabla, 24.2 × 33 cm (9.5 × 13 in)

Lady Lever Art Gallery, Port Sunlight, United Kingdom

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir