[ezcol_1half]    

 

 

 

 

 Linda Vojtova

 

[/ezcol_1half][ezcol_1half_end]

 

la cosa hippie

 

Quizá Linda esté dentro de la estética, del estilo, de la cosa

hippie de la vida.

Está hermosa de rasgos excesivos: de nariz larga y de boca

de tres dimensiones, en la que puede ponerse hasta los dientes

triples de comer en crudo.

Quizá ha venido temprano a otros asuntos y se ha quedado ahí,

apoyada en la pared azul, tal vez solamente por llevar la contraria

a la prisa o al paso del tiempo, o para sentir que su tiempo es suyo,

a veces, entre el deseo y los pulserones.

Merodeando con sencillez, uno aprecia sus brazos largos y

delgados, y la longitud arácnida de los dedos, y ese estar tranquilo

que tiene, entre su dónde y su cuándo, tremendamente sensual.

Tal vez, mientras tanto, Linda saborea la canción estupenda.

Lleva una blusa, un top escaso que desiguala con ese brazo

que ha subido a lo más alto del cráneo, quizá para tocar los barrotes

del techo o para abrir la séptima ventana y que así corra el aire

por toda la estancia.

No sabemos si lo suyo, lo natural, lo propio, es el pelo claro

o las plumas rojas, aunque es posible que las plumas sean el adorno

que ata esas trenzas que lleva escondidas entre el pelo y el pelo,

esas trenzas secretas.

Lánguidamente su licor tal vez gotea desde la punta de su nariz;

a Linda todo, casi todo le sucede lánguidamente y con una sobredosis

de sensualidad, entre síncope y síncope.

Y, con todo, ¿quién no enseña el ombligo, cuando puede, en condición

aumentativa? ¿quién no enarbola el brazo para sentirse parte del bosque?

¿quién no oculta sus trenzas infinitas para hacerlas secretas? ¿quién no

aprovecha la ocasión de ser gallina negra?

Entre el tórax y el tórax, lleva un collar, un colgante metálico de

geometría y piedrecitas. Linda está a lo suyo, que no es propiamente

lo suyo, sino lo de muchos, lo de muchísimos, virtualmente lo de todos,

quizá por esa deriva panteísta que tiene lo hippie o, más sencillamente,

por esa inclinación universal que tiene su corazón, que es como un pez

rojo de sangre que nada despacio, limpiándose las agallas, haciendo

con travesura burbujas y burbujones, dejándose querer.

[/ezcol_1half_end]

 

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

Merodeos populares: la cosa hippie


 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir