Igual que sucedía, siendo niños,

con las mágicas gotas de mercurio,

que se multiplicaban imposibles

en una perturbada geometría,

al romperse el termómetro, y daban a la fiebre

una pátina más de irrealidad,

el clima incomprensible de los relojes blandos.

Algo de ese fenómeno concierne a nuestra alma.

En un sentido estricto, cada cual

es obra de un sinfín de multiplicaciones,

de errores de la especie, de conquistas

contra la oscuridad. Un individuo

es en su anonimato una obra de arte,

un atávico mapa del tesoro

tatuado en la piel de las genealogías

y que lleva hasta él mismo a sangre y fuego.

No hay nada que no hayamos recibido

ni nada que no demos en herencia

Existe una razón para sentir orgullo

en mitad de esta fiebre que no acaba.

Somos custodios de un metal pesado,

lujosas gotas de mercurio amante.

 

 

 

 

 

Carlos Marzal

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Carlos Marzal

metal pesado


 

 

 

 

 

 

 

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