.…Pues la encina, ¿qué sabría de la muerte sin mí?

Claudio Rodríguez

 

Y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones

mientras aullaban los príncipes sapos y los armiños se escondían entre el trigo

y corría la sangre como una estatua rota en el oro del musgo y de la nieve

y potros como pajes delgadísimos se quemaban sobre la tierra espesa

y el unicornio joven hablaba de arte y prefería a Tiépolo y todo era pálido y cortés

y corría la sangre más niña sobre cabalgaduras encendidas

y los dulces lebreles inventaban el fuego pulsando caza calcinada, ardor y soledad.

Se tiñeron los muros de cárdeno cruel, las murallas del mundo de un rojo que no existe,

y caían mis manos como presas y víctimas,

sollozaban por ellas los topos en mística ceguera y los lagartos.

Y fue la sangre pureza potencial,

dolor, ciencia y heráldica violenta

mientras las águilas dormían la primavera lejana.

.

 

 

 

 

 

 

Blanca Andreu

Báculo de Babel, I. 1982

En El sueño oscuro, Hiperión, 1994

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir