el discurso de buenas noches

Delante del espejo y mirándome a los ojos

quiero tomarme en serio pero sin desordenar mi alma,

que mañana tengo que madrugar:

dolor arriba, dolor abajo, me pongo la joroba

de los jueves y cierro la puerta del dormitorio con aires

de triunfo y de pereza. Ya son las doce menos cuarto.

Mi mujer, desde la cama, me dice que razono

como un sacristán: entre vela y vela y a campanadas.

Me da igual: sólo escucho el tamtam del eterno retorno

y una muñeira de radio Galicia, que mi mujer acaba

de sintonizar para drogarse de Finisterre.

Miro mis ojos en el espejo, negros como una tumba.

El neón de la casa de putas parpadea del rosa al amarillo

y hasta mi propia sombra me parece sobrenatural.

Si no te acuestas enseguida, apago la luz, dice mi mujer,

pero sólo oigo el zumbido de la pena y la cisterna del baño.

Siento cómo se tensa en mi pecho el hilo del discurso.

Finalmente, encuentro las palabras precisas, exactas,

finales: ‘par délicatesse j’ai perdu ma vie’.

 

 

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

Poemas del otro cerebro 


 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir