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El mapa

La tierra yace en el agua, está

sombreada en verde.

Sombras -¿o son bajíos?- que muestran

en los bordes la línea de largos arrecifes

cubiertos de algas

donde la maleza cuelga desde el verde

hasta el simple azul.

¿O es que la tierra se inclina

para levantar al mar desde abajo,

atrayéndolo imperturbado a su alrededor?

A lo largo de la plataforma de fina arena tostada,

¿es la tierra la que arrastra al mar desde abajo?

La sombra de Terranova yace plana y quieta.

La del Labrador es amarilla, donde el Esquimal soñador

la ha aceitado. Podemos acariciar estas preciosas bahías,

bajo un cristal, como si esperáramos que florecieran,

o como si colocáramos una limpia pecera

para peces invisibles.

Los nombres de los pueblos de la costa

se precipitan hacia el mar,

los nombres de las ciudades

cruzan las montañas vecinas

-aquí el impresor experimenta la misma sensación

que cuando la emoción excede en mucho su causa-.

Estas penínsulas toman el agua entre el dedo pulgar y el índice

como las mujeres al palpar la suavidad de las telas.

Las aguas de los mapas están más quietas que la tierra,

y le prestan a la tierra la propia forma de las olas:

y la liebre de Noruega corre hacia el sur agitada,

los perfiles escudriñan el mar, donde la tierra se encuentra.

¿Están asignados o pueden los países elegir sus colores?

-Lo que mejor vaya con el carácter o las aguas territoriales-

La topografía no muestra favoritos; el Norte

está tan cerca como el Oeste.

Más delicados que los de los historiadores

son los colores de los cartógrafos.

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The map

Land lies in water; it is shadowed green.

Shadows, or are they shallows, at its edges

showing the line of long sea-weeded ledges

where weeds hang to the simple blue from green.

Or does the land lean down to lift the sea from under,

drawing it unperturbed around itself?

Along the fine tan sandy shelf

is the land tugging at the sea from under?

The shadow of Newfoundland lies flat and still.

Labrador’s yellow, where the moony Eskimo

has oiled it. We can stroke these lovely bays,

under a glass as if they were expected to blossom,

or as if to provide a clean cage for invisible fish.

The names of seashore towns run out to sea,

the names of cities cross the neighboring mountains

-the printer here experiencing the same excitement

as when emotion too far exceeds its cause.

These peninsulas take the water between thumb and finger

like women feeling for the smoothness of yard-goods.

Mapped waters are more quiet than the land is,

lending the land their waves’ own conformation:

and Norway’s hare runs south in agitation,

profiles investigate the sea, where land is.

Are they assigned, or can the countries pick their colors?

-What suits the character or the native waters best.

Topography displays no favorites; North’s as near as West.

More delicate than the historians’ are the map-makers’ colors.

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Elizabeth Bishop

El mapa

udel.edu/~jbaling/articles/Map

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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