la cortesía de los ciegos

Un poeta lee poemas a unos ciegos.

No se imaginaba que fuera tan difícil.

Le tiembla la voz.

Le tiemblan las manos.

Siente que cada frase

debe superar la prueba de la oscuridad.

Tendrá que arreglárselas sola,

sin luces ni colores.

Peligrosa aventura

para las estrellas de sus poemas,

para la aurora, el arco iris, las nubes, los neones, la luna,

para los peces hasta ahora tan plateados bajo el agua

y los azores tan callados, altos en el cielo.

Lee -porque es ya demasiado tarde para no leer-

sobre el niño de la cazadora amarilla en el verde prado,

sobre los rojos tejados que se pueden contar en los valles,

sobre los vivaces números en las camisetas de los jugadores

y sobre una mujer desnuda tras una puerta entreabierta.

Quisiera omitir -aunque eso no es posible-

a todos aquellos santos en la bóveda de la catedral,

aquel gesto de despedida desde la ventana del vagón,

la lente del microscopio y el destello en el anillo,

y las pantallas y los espejos y el álbum con rostros.

Pero grande es la cortesía de los ciegos,

grandes su comprensión y su magnanimidad.

Escuchan, sonríen, aplauden.

Alguno de ellos incluso se acerca

con un libro abierto al revés

pidiendo un autógrafo invisible para él.

 

Wislawa Szymborska

La cortesía de los ciegos

El gran número; Fin y principio y otros poemas

2ª edición

Hiperión 1998

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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