estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar

roberto bolaño

 

 

 

ernesto cardenal y yo

 

Iba caminando, sudado y con el pelo pegado

en la cara

cuando vi a Ernesto Cardenal que venía

en dirección contraria

y a modo de saludo le dije:

Padre, en el Reino de lo Cielos

que es el comunismo,

¿tienen un sitio los homosexuales?

Sí, dijo él.

¿Y los masturbadores impenitentes?

¿Los esclavos del sexo?

¿Los bromistas del sexo?

¿Los sadomasoquistas, las putas, los fanáticos

de los enemas,

los que ya no pueden más, los que de verdad

ya no pueden más?

Y Cardenal dijo sí.

Y yo levanté la vista

y las nubes parecían

sonrisas de gatos levemente rosadas

y los árboles que pespunteaban la colina

(la colina que hemos de subir)

agitaban las ramas.

Los árboles salvajes, como diciendo

algún día, más temprano que tarde, has de venir

a mis brazos gomosos, a mis brazos sarmentosos,

a mis brazos fríos. Una frialdad vegetal

que te erizará los pelos.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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