de Malone muere

Pronto, a pesar de todo, estaré por fin completamente muerto. El próximo mes, quizá. Será, pues, abril o mayo. Porque el año acaba de empezar, mil pequeños indicios me lo dicen. Tal vez me equivoque y deje atrás San Juan e incluso el 14 de julio, fiesta de la Libertad. Qué digo, tal como me conozco, soy capaz de vivir hasta la Transfiguración o hasta la Asunción.
Pero no creo, no creo equivocarme al decir que dichas fiestas, este año, se celebrarán sin mí. Tengo esa sensación, la tengo desde hace algunos días, y espero no engañarme. Pero, ¿en qué se diferencia de aquellas que me confunden desde que existo? No, esta clase de preguntas no me preocupa; en lo que a mí respecta, ya no necesito ser original. Moriría hoy mismo, si quisiera, con sólo proponérmelo, si pudiera querer, si pudiera proponérmelo. Pero mejor dejarme morir, sin precipitar las cosas.
Algo debe de haber cambiado. No quiero ya inclinarme, ni en un sentido ni en otro. Seré neutral e inerte. Me resultará fácil. Sólo hay que tener cuidado con los sobresaltos. Por otra parte, me sobresalto menos desde que estoy aquí. Evidentemente, aún siento de vez en cuando impulsos de impaciencia. Y de ellos debo defenderme ahora, durante quince días o tres semanas. Sin exagerar nada desde luego, llorando o riendo tranquilamente, sin exaltarme. Sí, por fin seré natural, sufriré todavía, después menos, sin sacar conclusiones, me escucharé menos, no seré frío ni caliente, seré tibio, moriré tibio, sin entusiasmo. No me miraré morir, eso lo falsearía.
¿Acaso me he visto vivir? ¿Acaso me he quejado alguna vez? Entonces, ¿por qué alegrarme ahora? Estoy contento, es inevitable, pero no hasta el punto de batir palmas. Siempre estuve contento, a sabiendas de que sería recompensado. Y aquí está ahora mi viejo deudor. ¿Es esto una razón para agasajarle? Ya no responderé a las preguntas. Intentaré también no formulármelas. Podrán enterrarme, no me verán ya en la superficie. Hasta entonces me contaré historias, si puedo.
No serán las mismas historias de otras veces, eso es todo. Serán historias ni buenas ni malas, apacibles, no habrá en ellas fealdad ni belleza, ni fiebre. Apenas si tendrán vida, como el artista. ¿Qué digo? No importa. Espero proporcionarme mucha satisfacción, cierta satisfacción. Estoy satisfecho, eso es todo, estoy preparado, se me reembolsa, ya no siento ninguna necesidad.
Dejadme decir para empezar que no perdono a nadie. Os deseo a todos una vida atroz y luego las llamas y los hielos de los infiernos y un honroso recuerdo en las execrables generaciones venideras. Basta por esta tarde. Esta vez sé adónde voy. No es ya la noche de hace mucho, de hace poco. Ahora se trata de un juego; jugaré. Hasta hoy no supe jugar. Deseaba hacerlo, pero sabía que era imposible. Sin embargo, a menudo lo intenté. Lo alumbraba todo, miraba bien a mi alrededor, me ponía a jugar con lo que veía.
Las personas y las cosas sólo piden jugar; algunos animales, también. Empezaba bien: todos venían a mí, contentos de que quisiera jugar con ellos. Si decía: “Ahora necesito un jorobado”, aparecía uno en el acto, orgulloso de la hermosa joroba que justificaba su actuación. Por su mente no cruzaba la idea de que yo pudiera pedirle que se desnudara. Pero yo no tardaba en encontrarme nuevamente solo, sin luz. Por eso renuncié a querer jugar e hice míos para siempre lo informe y lo inarticulado, las hipótesis vanas, la oscuridad, el largo camino a tientas, el escondrijo. Tal es el fundamento del que desde hace casi un siglo no me he, por así decirlo, separado.
Ahora esto cambiará; no quiero hacer otra cosa que jugar. No, no voy a empezar con una exageración. Pero desde ahora jugaré durante gran parte del tiempo, la mayor parte, si puedo. Pero quizá no tenga más éxito que antes. Quizá me encuentre abandonado como antes, sin juguetes, sin luz. Entonces jugaré solo, fingiré contemplarme.

 

 

Samuel Beckett

de Malone muere

Pg. 1-2

Lumen

1969 – Palabra en el tiempo n. 53

Traducción de Ana María Moix

 


 

 

 

 

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