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vicente huidobro

manifiestos

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MANIFIESTOS

M A N I F E S T E S

M A N I F E S T E

M A N I F E S T

M A N I F E S

M A N I F E

M A N I F

M A N I

M A N

M A

M

 

 

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ARTE POÉTICA

Que el verso sea como una llave

que abra mil puertas.

Una hoja cae; algo pasa volando;

cuanto miren los ojos creado sea,

y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.

El músculo cuelga,

como recuerdo, en los museos;

mas no por eso tenemos menos fuerza:

el vigor verdadero

reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!

Hacedla florecer en el poema;

sólo para vosotros

viven todas las cosas bajo el Sol.

El Poeta es un pequeño Dios.

 

 

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1. el arte del sugerimiento

El arte del sugerimiento, como la palabra lo dice, consiste en sugerir. No plasmar las ideas brutalmente, gordamente, sino esbozarlas y dejar el placer de la reconstitución al intelecto del lector. Esa es la Belleza que debemos adorar. La estética del sugerimiento. Esto ya lo hacen algunos, pero todavía quedan tantos escritores y poetas matemáticos y con olor a miasmas y a subterráneo de templo egipcio.

Dejemos una vez por todas lo viejo. Guerra al cliché. Que ya no haya más mujeres humildes que se ocultan cual la violeta entre la hierba. Que ya no vuelen más las incautas mariposas en torno de la llama. ¡Por Dios! ¿Hasta Cuándo? Que si hay una alma no sea blanca y pura, sino cualquier otra cosa. Que si hay una montaña no sea una alta o encumbrada cima. Es preferible que sea una montaña que dialoga con el sol o con pretensiones de desvirgar a la pobre luna. Todo menos alta o encumbrada.

Hay poetas en Chile de los cuales me decís un sustantivo y yo inmediatamente os digo el adjetivo que le antecede, no que le sigue. Eso ya sería un adelanto, ¿Paloma? Cándida paloma. Ni siquiera paloma cándida. Uno se pregunta, ¿para qué hacen versos esos señores que nos cantan lo que ya todos sabemos desde el vientre de nuestras madres? Si no se ha de decir algo nuevo, no hay derecho para hacer perder tiempo al prójimo. En vez de repetir y siempre repetir la eterna rutina, sería mejor que dijeran, por ejemplo: yo pienso lo mismo que dijo el señor Víctor Hugo en tal parte. Yo siento lo mismo que dijo Bécquer en tal otra. Yo escribiría lo mismo que dijo Fray Luis de León en tal estrofa, agregándole esto otro que dijo Garcilaso… etc., etc.

Y como ya todo eso es muy conocido, no se perdería el tiempo leyéndolo otra vez. Es ésta una manera muy fácil y muy digna de recomendarse a gran número de poetas. Por eso es que refresca el espíritu cada gesto de rebelión de algún joven poeta. ¡Ah! Si en Chile no se temiera tanto el ridículo. Si no se hiciera caso alguno a las risas clownescas de la impotencia. ¿Qué al principio la lucha es ardua? Claro.

Pero poco a poco se irá formando el ambiente, poco a poco se irá depurando el aire, cultivando el buen gusto. Poco a poco se irán sutilizando los espíritus y se les hará pensar y entender los refinamientos poéticos, saborear las quintaesencias exquisitas. Cierto que en este país todavía se trilla a yeguas. Pero no importa. Ya algunos admiten maquinarias modernas y aprenden a manejar herramientas europeas.

Todos aprenderán después.

El fin principal que debe perseguir todo escritor es el de la originalidad. Una originalidad inteligente. No califica inteligente por los críticos gruesos y secos de espíritu, ramplones o abufonados sino por los otros artistas, por los verdaderos poetas, por los que son capaces de sentir y hacer esas sutilezas refinadas propias de espíritus ultrafinos. Por eso debemos atacar la crítica en todas partes y principalmente en Chile. Sólo debe existir un comentario poético, de artista a artista. No de ramplón o de ignorante a culto y quintaesenciado. La desigualdad engendra el error y la incomprensión.

¿Qué resultaría de un crítico sobre cuestiones de gallinas que se pusiera a disertar sobre Arte? Lo que leemos todos los días en tanto diarios y revistas. Persigamos la originalidad sin hacer caso y sin temor al ridículo de los que tienen el cerebro sólo para ponerle longo. ¿Cómo se consigue la originalidad? Recogiéndonos en nosotros mismos, analizando con un prisma nuestro yo, volviéndonos los ojos hacia adentro. El arte del sugerimiento es uno de tantos como hay en el simbolismos. Como la poesía metafísica.

¿Qué el simbolismo ya murió? Ni vive, ni ha muerto; es una de tantas maneras como hay en el Arte. El arte del sugerimiento ayuda mucho para la concisión y puede dar a la frase cierta ondulación, cierta gracia y exactitud precisa y ciertos repentes felices y sorpresivos. El sugerimiento libra de los lazos de unión entre una idea y otra, lazos perfectamente innecesarios, pues el lector los hace instintivamente en su cerebro.

Un ejemplo: Le dais a un retórico como tema algo sobre el Cementerio y os diría:

La tristeza del Cementerio me llena de dolor y de oscuros pensamientos y maquinalmente evoco todo lo que tiene relación con él. Me acuerdo de Hamlet cuando tomó la calavera de Yorick y lloró sobre su recuerdo, pienso en Don Juan cuando dialogó con la estatua del comendador… etc., etc… y si queréis podéis agregar al señor Gómez García que hace votar a los muertos.

Le dais el mismo tema a otro escritor, si queréis más moderno; y os diría:

La gran tristeza evocativa de los comentarios. Hamlet, Yorick, Don Juan; Gómez García.

Ha suprimido todas las ligaduras intermedias y os ha dado la misma idea exacta, con más soltura, gracia y concisión.

Ahora este mismo aplicado a la poesía sutil, y aunque con un procedimiento algo distinto, evocaréis inmediatamente una idea simple o una imagen poética que percibiréis más pronto cuanto más estéis refinados.

Por eso la percepción de esa poesía lejana, vaga, que podríamos llamar de horizonte, la percepción de esa poesía que se resbala, que se esfuma, que pasa, está en razón directa con la sensibilidad del lector.

Recordad siempre aquel sabio concepto de Mallarmé:

«Pienso que sólo es necesaria una alusión. La contemplación de los objetos,

la imagen que surge de los ensueños suscitados por ellos, son el canto.

Nombrar un objeto es suprimir las tres cuartas partes del goce del poema,

que consiste en adivinarlo poco a poco. El perfecto uso de ese misterio

constituye el símbolo: evocar poco a poco un objeto para patentizar un

estado de alma o, por el contrario, escoger un objeto para deducir de él

un estado de alma por una serie de adivinaciones… Si un ser de una

inteligencia mediana y de una cultura literaria insuficiente abre por casualidad

un libro así escrito, y pretende gozar con su lectura no consigue su objeto».

Y no olvidéis tampoco aquellos versos de Verlaine:

Rien de plus cher que la chanson grise

Où l’ Indécis au Précis se joint.

Esto no quiere decir que el sugerimiento sea la única forma digna de tomarse en cuenta. De ningún modo. Esto quiere decir que el arte de sugerir es recomendable por prestarse a mil combinaciones más o menos originales y extrañas. Ahora claro está que hay muchos otros modos. Y, ¡cuántos que no conocemos!

El Arte no puede localizarse en una sola manera.

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