y unas balanzas no demasiado grasientas
La Isla del Lago
Oh Dios, Oh Venus, Oh Mercurio, patrón de los ladrones,
dadme a su debido tiempo, os lo suplico, un pequeño
estanco,
con las cajetillas relucientes
apiladas con esmero en los estantes
y el suelto y fragante cavendish
y el tabaco para liar,