REPÚBLICA DE LAS LETRAS

Revista de la Asociación Colegial de Escritores / segunda época

 

 

DOS POEMAS INÉDITOS DE ANTONIO GAMONEDA:

DE UN LIBRO “EN CURSO DE ESCRITURA”

 

Antonio Gamoneda está trabajando en un nuevo libro.

Como primicia y como aportación a la salida de República de las Letras, inaugurando su nueva época,

nos ha cedido dos poemas inéditos pertenecientes a la “obra en marcha” Las venas comunales.

Dos poemas radicales y rigurosos en los que las imágenes, luminosas (por lo que tienen de reveladoras) y

oscuras (por lo que denuncian) a la vez, nos hablan de un mundo injusto, terrible, en el que los administrados

ciudadanos respiran el aire viciado de los dominadores.

Gamoneda, uno de nuestros grandes poetas contemporáneos, Premio Cervantes 2006, rinde así tributo a

una poesía cargada de imaginación, de destellos irracionales y de descubrimientos lingüísticos, y a la vez

atravesada por la conciencia crítica de su autor frente a los desmanes del siglo XXI. República de las Letras

agradece su impagable contribución. Dada la complejidad versal de ambos poemas y el rigor con que el propio

poeta trata su reproducción en distintos medios, hemos optado por la reproducción de los poemas mediante la

fotografía de los textos que nos ha remitido. Somos fieles al poeta y a la compleja urdimbre de su luminosa y,

a la vez, sombría propuesta. Gracias.

 

 

 

6

 

Has levantado tu flor vertiginosa, has colocado sus pétalos ante el rostro de la

imbecilidad y has denunciado el óxido en la umbría. Verde era la umbría

     en tu mirada llena de ríos. La imbecilidad es

generalmente

sangrienta.

Hoy,

lunes entre dos viernes, la imbecilidad ha adquirido lirios para las esposas

que acudirán perfumadas a las basílicas

negras. Una particular delicadeza: lirios en las manos imbéciles.

Mañana

 o ayer, no sé, martes en todo caso, martes especialmente, va arder o ardió

ya, no sé; digo la madre del grisú, digo el metano

en las hebras del aire.

Fue

en la décima o en la séptima galería, no sé, es indiferente.

Sí,

corazón clandestino, corazón tuyo en mí, puedes verlo con tus ojos o con los míos, es,

a su vez, indiferente.

Mira: ya arden

los cabellos y, serpentinas, descienden cintas de fuego; descienden a los ojos expertos

en la hulla y la sombra.

Sí,

corazón transitivo, pon ya en mí tu ávida lente, resuelve mi vejez proletaria.

Un día,

hoy, mañana, no sé, un día,

el grisú va a conocerse a sí mismo; va a conocer

su natural entraña

incandescente.

Lloraría;

lloraría el metano si pudiese.

Llora tú pues en nombre del metano,

llora

infinitivamente también en mi nombre.

    Llora con ira equivalente

mientras llega y no llega el viernes general.

Pero, además, no te olvides,

guarda tu flor vertiginosa.

Guárdala

arterialmente.

 

Guarda la flor.

 

 

 

 

7

 

Nos vigilan subalternos políticos y presidencias blancas, asistidas éstas por

   subsecretarios muy dóciles.

Ah de las presidencias,
                                      ah de los subsecretarios, ah de los subalternos.
                                                                                                              Corre-­
                                                                                                      lativamente,

ah de los arpegios bursátiles y de los sodomitas eclesiásticos y de los minis­-
                                                                                          terios engalanados

con suicidas colgantes, ah
de los inquilinos humanos.


Pensándolo bien, pensándolo,

 ah de los viernes y de los domingos, ah de los
              contables ecuánimes y de las cuentas

de plusvalía y llanto.
                                      Ah de los ancianos que se orinan,

y de las multinacionales enfermas, y de mi abuela Clara, guarnicionera, viu­-
                                                                                                   da sollozante

ante el gran panadero.

                                      Ah

 de los pensadores eméritos y de las comadronas
                                                                 pretéritas,

ah de los párrocos.

Pensándolo mejor, pensándolo,

       ah también de mis hijas y de sus cámaras

 

 fértiles, y de sus hombres perdidos y de sus hombres hallados, ah de los tris­-
                                                            tes
húmeros de mi amor tan amado, ah

 de los mendigos insolventes.

 

Y finalmente,

   pensándolo aún mejor, ah de las manos de mi padre y de las manos de mi 
                                      madre, ambas cuatro ofrecidas a coleópteros ciegos.

 

Y más finalmente aún, apenas, mínimamente,
ah también de mi corazón ya amarillo, 
                                                              inútilmente
                                                              cansado.

 

 ANTONIO GAMONEDA

 

(Sin título. Del libro en curso de escritura Las venas comunales)

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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