clarice lispector

 

dies irae

 

 

 

[ezcol_1half]

Amanecí con cólera. No, no, el mundo no me agrada. La mayoría de las personas están muertas y no lo saben, o están vivas con charlatanismo. Y el amor, en vez de darse, se exige. Y quienes nos quieren desean que seamos eso que ellos necesitan. Mentir da remordimiento. Y no mentir es un don que el mundo no merece. Y ni siquiera puedo hacer lo que una niña semiparalítica hizo como venganza: romper un jarrón. No soy semiparalítica. Aunque algo me diga que somos todos semiparalíticos. Y se muere, sin siquiera una explicación. Y tener empleadas, llamémoslas de una vez criadas, es una ofensa a la humanidad. Y tener la obligación de ser lo que califica como de buena presencia me irrita. ¿Por qué no puedo andar en harapos, como los hombres que a veces veo en la calle con barba hasta el pecho y una Biblia en la mano, esos dioses que hicieron de la locura un modo de entender? ¿Y por qué, sólo porque escribí, piensan que tengo que seguir escribiendo? Les avisé a mis hijos que amanecí con cólera, y que no me llamasen. Pero yo quiero telefonear. Querría hacer algo definitivo que reventase junto con el tendón tenso que sostiene mi corazón.

¿Y los que desisten? Conozco a una mujer que desistió. Y vive razonablemente bien: el sistema que se armó para vivir es mantenerse ocupada. Ninguna ocupación le agrada. Nada de lo que hice me agrada. Y lo que hice con amor se hizo trizas. Ni amar yo sabía, ni amar yo sabía. E inventaron el Día de los Analfabetos. Sólo leí el titular, me negué a leer el texto. Me niego a leer el texto del mundo, los titulares me hacen montar en cólera. Se conmemora mucho. Se guerrea todo el tiempo. Todo un mundo de semiparalíticos. Y se espera inútilmente el milagro. Y quien no espera el milagro está todavía peor, aún más jarrones necesitaría romper. Y las iglesias están llenas de quienes temen la cólera de Dios. Y de quienes piden la gracia, que sería lo contrario de la cólera.

[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] 

No, no tengo pena de los que mueren de hambre. La ira es lo que me domina. Y me parece correcto robar para comer. —Acabo de ser interrumpida por el llamado telefónico de una muchacha llamada Teresa que se puso muy contenta de que me acordara de ella. Me acuerdo: era una desconocida, que un día apareció en el hospital, durante los casi tres meses que pasé tras salvarme del incendio. Ella se había sentado, se había quedado un poco callada, había hablado poco. Después se había retirado. Y ahora me telefoneó para ser franca: que no escriba en el diario ninguna crónica ni nada parecido. Que ella y muchos quieren que sea yo misma, incluso con remuneración para ello. Que muchos tienen acceso a mis libros y me quieren como soy en el diario. Dije que sí, en parte porque también me gustaría que así fuera, en parte para mostrarle a Teresa, que no me parece semiparalítica, que todavía se puede decir sí.

Sí, Dios mío. Que se pueda decir sí. Pero en ese mismo momento algo extraño sucedió. Estoy escribiendo de mañana y el tiempo de pronto se oscureció de tal modo que fue necesario encender las luces. Y hubo otro llamado telefónico: de una amiga preguntándome espantada si aquí también había oscurecido. Sí, aquí es noche oscura a las diez de la mañana. Es la ira de Dios. Y si esa oscuridad se transforma en lluvia, que vuelva el diluvio, pero sin el arca, nosotros que no supimos hacer un mundo donde vivir y no sabemos en nuestra parálisis cómo vivir. Porque si no vuelve el diluvio, volverán Sodoma y Gomorra, que era la solución. ¿Por qué dejar entrar en el arca un par de cada especie? Por lo menos el par humano no ha dado sino hijos, pero no otra vida, aquella que, al no existir, me hizo amanecer con cólera.

Teresa, cuando tú me visitaste en el hospital, me viste toda vendada e inmovilizada. Hoy me verías más inmovilizada todavía. Hoy soy la paralítica y la muda. Y si intento hablar, sale un rugido de tristeza. Entonces, ¿no es solamente cólera? No, es tristeza también.  

[/ezcol_1half_end]

 

 

 

 

 

dies irae

 

 

 

[ezcol_1half]

Amanheci em cólera. Não, não, o mundo não me agrada. A maioria das pessoas estão mortas e não sabem, ou estão vivas com charlatanismo. E o amor, em vez de dar, exige. E quem gosta de nós quer que sejamos alguma coisa de que eles precisam. Mentir dá remorso. E não mentir é um dom que o mundo não merece. E nem ao menos posso fazer o que uma menina semiparalítica fez em vingança: quebrar um jarro. Não sou semiparalítica. Embora alguma coisa em mim diga que somos semiparalíticos. E morre-se, sem ao menos uma explicação. E o pior – vive-se, sem ao menos uma explicação. E ter empregadas, chamemo-las de uma vez de criadas, é uma ofensa à humanidade. E ter a obrigação de ser o que se chama de apresentável me irrita. Por que não posso andar em trapos, como homens que às vezes vejo na rua com barba até o peito e uma bíblia na mão, esses deuses que fizeram da loucura um meio de entender? E por que, só porque eu escrevi, pensam que tenho que continuar a escrever? Avisei a meus filhos que amanheci em cólera, e que eles não ligassem. Mas eu quero ligar. Quereria fazer alguma coisa definitiva que rebentasse com o tendão tenso que sustenta meu coração.

E os que desistem? Conheço uma mulher que desistiu. E vive razoavelmente bem: o sistema que arranjou para viver é ocupar-se. Nenhuma ocupação lhe agrada. Nada do que eu já fiz me agrada. E o que eu fiz com amor estraçalhou-se. Nem amar eu sabia, nem amar eu sabia. E criaram o Dia dos Analfabetos. Só li a manchete, recusei-me a ler o texto. Recuso-me a ler o texto do mundo, as manchetes já me deixam em cólera. E comemora-se muito. E guerreia-se o tempo todo. Todo um mundo de semiparalíticos. E espera-se inutilmente o milagre. E quem não espera o milagre está ainda pior, ainda mais jarros precisaria quebrar. E as igrejas estão cheias dos que temem a cólera de Deus. E dos que pedem a graça, que seria o contrário da cólera. 

[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] 

Não, não tenho pena dos que morrem de fome. A ira é o que me toma. E acho certo roubar para comer. – Acabo de ser interrompida pelo telefonema de uma moça chamada Teresa que ficou muito contente de eu me lembrar dela. Lembro-me: era uma desconhecida, que um dia apareceu no hospital, durante os quase três meses onde passei para me salvar do incêndio. Ela se sentara, ficara um pouco calada, falara um pouco. Depois fora embora. E agora me telefonou para ser

franca: que eu não escreva no jornal nada de crônicas ou coisa parecida. Que ela e muitos querem que eu seja eu própria, mesmo que remunerada para isso. Que muitos têm acesso a meus livros e que me querem como sou no jornal mesmo. Eu disse que sim, em parte porque também gostaria que fosse sim, em parte para mostrar a Teresa, que não me parece semiparalítica, que ainda se pode dizer sim.

Sim, meu Deus. Que se possa dizer sim. No entanto neste mesmo momento alguma coisa estranha aconteceu. Estou escrevendo de manhã e o tempo de repente escureceu de tal forma que foi preciso acender as luzes. E outro telefonema veio: de uma amiga perguntando-me espantada se aqui também tinha escurecido. Sim, aqui é noite escura às dez horas da manhã. É a ira de Deus. E se essa escuridão se transformar em chuva, que volte o dilúvio, mas sem a arca, nós que não soubemos fazer um mundo onde viver e não sabemos na nossa paralisia como viver. Porque se não voltar o dilúvio, voltarão Sodoma e Gomorra, que era a solução. Por que deixar entrar na arca um par de cada espécie? Pelo menos o par humano não tem dado senão filhos, mas não a outra vida, aquela que, não existindo, me fez amanhecer em cólera.

Teresa, quando você me visitou no hospital, viu-me toda enfaixada e imobilizada. Hoje você me veria mais imobilizada ainda. Hoje sou a paralítica e a muda. E se tento falar, sai um rugido de tristeza. Então não é cólera apenas? Não, é tristeza também.

[/ezcol_1half_end]

 

 

 

 

 

 

____________________

clarice lispector

Revelación de un mundo

A descoberta do mundo

Traducción: Amalia Sato

Adriana Hidalgo editora S.A.

2004, enero de 2005, octubre de 2005

____________________

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir