clarice lispector

 

revelación de un mundo

a descoberta do mundo

 

 

Traducción: Amalia Sato

Adriana Hidalgo editora

2005

Buenos Aires

 

 

 

 

 

recuerdo de una fuente, de una ciudad

 

 

En Suiza, en Berna, yo vivía en la Gerechtigkeitgasse, es decir, la

Calle de la Justicia. Delante de mi casa, en la calle, había una estatua con

colores, sosteniendo la balanza. Alrededor, abatidos reyes pidiendo tal vez

una excepción. En invierno, el pequeño lago, en el centro del cual estaba la

estatua; en invierno el agua helada, a veces quebradiza con fino hielo. En

primavera los geranios rojos. Las corolas se asomaban al agua y, balanza

equilibrada, en el agua sus sombras rojas resurgían. ¿Cuál de las dos

imágenes eran en verdad el geranio? igual distancia, perspectiva correcta,

silencio de la perfección. Y la calle medieval: yo vivía en la parte antigua de

la ciudad. Lo que me salvó de la monotonía de Berna fue vivir en la Edad

Media, fue esperar que la nieve cesase y los geranios rojos de nuevo se

reflejaran en el agua, fue tener un hijo que allí nació, fue haber escrito uno

de mis libros menos apreciados, A cidade sitiada, aunque, al releerlo, a la

gente le empieza a gustar; mi gratitud a este libro es enorme: el esfuerzo de

escribirlo me ocupaba, me salvaba de aquel silencio aterrador de las calles

de Berna, y cuando terminé el último capítulo, fui al hospital a dar a luz a

mi niño. Berna es una ciudad libre, ¿por qué entonces me sentía tan presa,

tan segregada? Iba al cine todas las tardes, poco importaba la película. Y

recuerdo que a veces, a la salida del cine, veía que ya había empezado a

nevar. En aquel momento del crepúsculo, sola en la ciudad medieval, bajo

los copos todavía tenues de nieve —en ese momento me sentía peor que

una mendiga porque ni siquiera sabía qué pedir.

 

 

lembrança de uma fonte, de uma cidade

 

 

Na Suíça, em Berna, eu morava na Gerechtigkeitgasse, isto é, Rua da Justiça. Diante de minha casa, na rua, estava a estátua

em cores, segurando a balança. Em torno, reis esmagados pedindo talvez uma exceção.

No inverno, o pequeno lago no centro do qual estava a estátua, no inverno a água gelada, às vezes quebradiça de fino gelo.

Na primavera gerânios vermelhos. As carolas debruçavam-se na água e, balança equilibrada, na água suas sombras vermelhas

ressurgiam.

Qual das duas imagens era em verdade o gerânio? igual distância, perspectiva certa, silêncio da perfeição.

E a rua ainda medieval: eu morava na parte antiga da cidade. O que me salvou da monotonia de Berna foi viver na Idade

Média, foi esperar que a neve parasse e os gerânios vermelhos de novo se refletissem na água, foi ter um filho que lá nasceu,

foi ter escrito um de meus livros menos gostado, A cidade sitiada, no entanto, relendo-o, pessoas passam a gostar dele;

minha gratidão a este livro é enorme: o esforço de escrevê-lo me ocupava, salvava-me daquele silêncio aterrador das ruas de

Berna, e quando terminei o último capítulo, fui para o hospital dar à luz o menino.

Berna é uma cidade livre, por que então eu me sentia tão presa, tão segregada? Eu ia ao cinema todas as tardes, pouco

importava o filme. E lembro-me de que às vezes, à saída do cinema, via que já começara a nevar.

Naquela hora do crepúsculo, sozinha na cidade medieval, sob os flocos ainda fracos de neve – nessa hora eu me sentia pior

do que uma mendiga porque nem ao menos eu sabia o que pedir.

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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