roger pol droit

 

experiencias de [poesía] cotidiana

 

 

 

traducción de Victor Goldstein
Fondo de cultura económica
de Argentina   Buenos Aires
1ª edición en español, 2001

 

sentirse eterno

 

 

DURACIÓN: ilimitada
MATERIAL: ninguno
EFECTO: sedante

 

 

 

 

Nuestra eternidad no es una creencia, es un hecho.

En todo caso, es posible encararla como una realidad perceptible y no
demostrable mediante razonamientos. No es algo que se infiera al cabo de una larga serie de procesos abstractos. Sentirse eterno debe experimentarse.

Puede parecer insensato: pruebe, a pesar de todo.  

Imagínese el viaje hacia la percepción de lo eterno como un recorrido hacia el interior de su cuerpo.

La piel está en el tiempo, es la periferia, los círculos exteriores. El corazón todavía esta en el tiempo, pulsante y pulsado, así como los pulmones y el estómago, sometidos a sus respectivos ritmos.

El espacio sin tiempo se encuentra precisamente por debajo, más adentro. En ese puro espacio, detrás de su mirada, podrá contemplar el desprendimiento de la película del tiempo. Vera cómo se aleja de usted y de las cosas como una cáscara que rueda lejos.  

Si estuviera ahí, vería cómo sus propios pensamientos desfilan sin fijarse ni dejar huellas, cómo todas las cosas se mueven en el presente, en un presente dilatado, amplio, extendido a las dimensiones del universo.  

La experiencia consiste en experimentar desde dentro la índole superficial del tiempo. Debe sentir, primero, como una suerte de entorpecimiento insospechado, luego —como una evidencia cada vez mas familiar— que el núcleo mas fundamental del que está constituido no tiene nada que ver con las sucesiones del orden del tiempo.

Usted las contempla, las acompaña: pero no esta incluido en ellas. En todo caso, es aquello de lo que debe persuadirse.

La cuestión no es saber si realmente esto ocurre. Lo esencial es que, aún de manera fugaz, tenga usted la impresión sincera de que es cierto. Poco importa que de hecho seamos efímeros.

Si, en el seno de ese flujo incesante, en ese discurrir interminable y discontinuo de las horas, por lo menos una vez tenemos la total convicción de nuestra eternidad, escapamos del tiempo. La ilusión basta.

No hay más que decir sobre esta experiencia. La verdadera dificultad consiste en comprenderla y, por tanto, persistir hasta la claridad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ø

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