La belleza en el arte le recuerda a uno qué es lo que vale la pena.
No hablo ahora de fingimientos.
Hablo de la belleza, no del culebreo resbaloso, ni de la sentimentalización acerca de la belleza,
ni de decirle a la gente que la belleza es lo apropiado y respetable.
Quiero decir la belleza.
No se discute acerca de una brisa primaveral, se fortalece uno cuando la encuentra.
Se siente uno fortalecido cuando se encuentra con un pensamiento de ritmo rápido en Platón
o con una arista fina en una estatua.

 

 

 

 


 

 

14 Comentarios

  1. angel

    Se podría decir entonces que la respuesta más coherente
    cuando nos tropezamos con la belleza es el silencio.
    Pero un silencio abierto, que nos hace vulnerables ante ella.

    abrazo

    Ángel

    Responder
  2. Vladimira

    Obviamente se puede decir más claro, pero no llegaría tan directa y sencillamente.
    No soy yo nadie para decir que tenga razón pero estoy de acuerdo.
    Hay personas adiestrafas desde jóvenes que sólo encuentran la belleza en lugares comunes.
    Parece que Ezra prefiere sus lugares auténticos. Sólo suyos.
    Gracias. Un abrazo a todos.

    Responder
  3. loqasto

    Vlad, qué alegría cuando me dijeron.
    Aun a vueltas con la belleza, uno piensa -ingenuamente- que acabará alcanzándola,
    aunque sea de la coleta o de la trenza.
    Como decía el otro: no hay nada más perjudicial para el arte que el buen gusto.
    Realmente, esta sociedad -con la que nos conformamos- no sólo nos adiestra para
    que seamos ciudadanos: más bien nos amputa todo lo que puede para que seamos
    corderitos cobardes. Pero ni siquiera entonces nos deja balar a nuestro aire. Beeeeee.
    Acabo de leer ‘estudio en estética’: esos niños dantes o catulos que se admiran igualmente
    con la hermosa mujer que con las sardinas: lo que tampoco me extraña, los peces pueden
    tener colores y reflejos que para mí los querría.
    En fin, me alegro de tu visita, quizá tardas demasiado entre visitas: nos morimos y volvemos
    a vivir, y a morir, todo eso que pasa en la vida y que tratamos linealmente.

    Un abrazo. Aquí estamos -a veces-, ya lo sabes.

    narcisodealfonso

    Responder
  4. Vladimira

    Estoy pero lo malo es que no soy un corderito, no me han adiestrado bien y vivo ente dos aguas y me ahogo en las dos.
    Estoy amigos pero floto poco

    Responder
  5. Paola

    Hermoso. Gracias por compartir.

    Responder
  6. loqasto

    Vlad: ya sospechaba que no eras un corderito feliz, y mucho menos un lobo.
    Por cierto que, entre los corderitos, algunos van como de lobos, pero no les sale:
    tienen miedo de la hermosísima sangre humana, sobre todo cuando sale a chorro,
    al morder una arteria: las venas sólo manan, incluso la yugular.

    Es cierto que se vuelven malos [más bien traviesos, pero ellos se sienten malos,
    que parece que tiene más prestigio], pero sólo, solamente con asuntos de dinero y
    temas relacionados: a saber: comprar cosas -básicas, no creas, vestido y comida
    y casa- y, sobre todo, viajar. Me parece espléndido, faltaría más.

    Entonces: ni corderito ni lobo: mmmm… déjame que piense. Apsss, la pista me
    la ha dado ese inocente ‘entre dos aguas’: eres tiburona, aunque -hay que decirlo-
    debes de ser una tiburona muy especial.
    [Un off tópico: los tiburones, como los atunes, no pueden detenerse. Los vencejos
    y los albatros no pueden posarse. Siempre me ha fascinado el asunto. Los
    cachalotes -no sé qué hacen las ballenas- buscan la vertical, con la cabeza arriba,
    para dormir o descansar en la masa de agua marina.]

    Y bien, dime -cuando sea oportuno y tengas tiempo- si estoy, si voy al frío o
    al caliente respecto a lo de tiburona especial -muy especial-.

    Un abrazo
    Gracias

    narcisodealfonso

    Responder
  7. Vladimira

    No he hablado de lobos. Sólo soy un cordero con el que no perdieron tiempo en adiestrar completamente. Entonces me tuve que adiestrar yo mismo. Porque una vez que entra en tu mecanismo mental la necesidad de moldear la mente para encajar, debes seguir «aprendiendo».
    Lo malo es que nunca tuve claro qué está bien o mal, aunque a veces lo parezca. Me fijo siempre en lobos y tiburones y en la profundidad tenebrosa hay una luz pugnando por quemar todo lo que me obliga a actuar sin sentir. Es muuuuuuchiiiiisimo trabajo. Tanto que creo que es demasiado.
    Disculpad que hable de mi tanto rato.
    Saludos.

    Responder
  8. loqasto

    Anda, Vlad, necesitamos que hables de ti, tenemos que conocer tu manera de estar en el mundo, que es una función muy importante
    de los otros, de los demás: actitudes ante la vida, desconocidas o poco conocidas, o que nadie haya probado. Los otros también están
    ahí para eso: sobre todo para eso.
    Será que eres cándida como una paloma pero rápida como una serpiente? Mmmmm.
    Nos han enseñado tan pocas cosas y tan mal enseñadas que parece que lo hayan hecho a propósito.
    Allá al fondo está la muerte, pero no importa si corres y llegas antes: Cortázar dando cuerda al reloj: el miedo corroe los rubíes del
    reloj: cuando te regalan un reloj, eres tú el regalo.

    Anda, cuéntanos, cuanta: nos morimos por saber la verdad.

    Narciso

    Responder
  9. Vladimira

    En el fondo el asunto no es interesante, pero soy un elefante manso y temeroso de enfrentarme a mis iguales. Muy delicado con los que son más débiles. Esos son los que me convierten en un elefante capaz de llevarme por delante a cien como yo. Mi manera de hacerlo rara vez es a gritos sino, efectivamente, como una serpiente que no ves venir. Hasta entonces me da pena el adversario e intento buscar un motivo para su comportamiento, siempre los hay. Nunca encontré motivo para no salir del escondite y pegarles un mordisco.
    Esta demasiado jaleado el fuerte carácter y los bemoles, pero sera por mi naturaleza cobarde, prefiero no atacar hasta el final. Y mientras observó, a ver qué pasa…

    Responder
  10. loqasto

    Bueno, no me sorprende eso de ser implacable si defiendes a los otros más débiles o con
    causas más difíciles. Sí me sorprende lo de la manera viperina de manejarte antes de atacar.
    Te hacía más bien como una leona -bueno, como un león-, pasando hasta que lo hacen enfadar
    y entonces más vale que todos se aparten.
    En cualquier caso, el ataque está ahí, que es lo que me gusta del asunto.

    Narciso

    Gracias

    Responder
  11. vlad

    Estoy aprendiendo a atacar. El otro día un niño desprovisto de escrupulos estaba apedreando a una niña y encima cogía carrerila el cabrón, entonces cogí al imbecil y le dije en un tono muy claro que si tiraba una piedra más le arrancaba la cabeza. Y que si quiere avise a su señora madre o padre que no tendré problemas en repetirlo. Es más, si llego a saber quienes eran igual iba yo misma. quizá me pasé…pero no me arrepiento.

    Responder
  12. vladimira

    Claro que era una amenaza para cortar una situación insultante. Pero alguna jugada le hubiera hecho.

    Responder
  13. loqasto

    Mmmmmm… me encanta eso de arrancarle la cabeza, y como tu indignación agresiva era cierta,
    el niño debió de sentir que su cabeza corría peligro.
    Hacía tiempo [demasiado] que no escuchaba una amenaza semejante: es espléndido comprobar
    que la naturaleza -humana- sigue teniendo sus leyes, de sangre cuando es preciso.
    El nivel de agresividad de los ciudadanos que no están muertos en vida, es alta, pero le temen, incluso
    se avergüenzan de sentirla: es que está muy mal vista.
    Nos hemos pasado siglos matando a los enemigos -que solían ser numerosos- en cuanto teníamos una
    oportunidad. ¿No está Shakespeare lleno de sangre? En Macbeth no saben qué hacer con ella.

    De pronto, negamos la rabia que nos inunda: pero la evacuación de toda esa rabia zulú se
    hace por vías indirectas, mucho más nocivas.
    Pero, afortunadamente, aún se puede escuchar: voy a arrancarte la cabeza.

    Un abrazo
    Narciso

    Responder
  14. loqasto

    Vlad: acabo de releer los mensajes y creo que, en los tiempos que corren
    [más bien gatean, si acaso, o van en tacatá, pero eso es otro asunto] conviene
    que dejemos bien clarito que si le arrancaras la cabeza a cualquier niño -cosa
    de la que no eres ni remotamente capaz, por supuesto- sería el primero en
    mandarte a prisión para el resto de tu vida.

    Este mensaje es necesario precisamente por el extendido temor a la agresión
    junto a la enorme carga de agresividad que los ciudadanos tenemos que
    soportar: el conflicto entre la rabia -palabra más suave que agresividad- que
    sentimos y el miedo a que se ponga en marcha y no podamos detenerla no se
    disuelve, como sucede con todos los conflictos, quedándose en uno de sus polos
    o, como se hace ahora con mucha frecuencia, descargando de manera impersonal
    un poco de agresividad para volver enseguida a refugiarse en el polo de la inhibición
    completa de la agresividad.
    El conflicto de resuelve desmontando su funcionamiento de oscilación entre los polos,
    eso es.

    Un abrazo, disculpa por este sopetón.

    Narciso

    Responder

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