252

 

 

 

Pastoral de Pedro

 

 

[ezcol_2third]      

No sé dónde te he visto ni cuándo.

No sé si ha sido en un cuadro o si ha sido en el campo real, al lado de los árboles y hierbas contemporáneas del cuerpo; ha sido quizás en un cuadro, tan idílica y legible es la memoria que conservo de ti.

No sé cuándo ha sucedido esto, o si realmente ha sucedido —porque puede ser que no te viese ni en un cuadro— pero sé con todo el sentimiento de mi inteligencia que ése ha sido el momento más sosegado de mi vida.

Venías, boyerita leve, al lado de un buey manso y enorme, calmosos por el trazo ancho de la carretera. Desde lejos —me parece— os vi, y llegasteis junto a mí y pasasteis. Pareciste no reparar en mi presencia. Ibas lenta y guardadora descuidada del buey grande. Tu mirada se había olvidado de recordar y tenía un gran claro de vida del alma; te había abandonado la conciencia de ti misma. En aquel momento no eras nada más que un (…)

Al verte, recordé que las ciudades cambian pero los campos son eternos.

Llaman bíblicos a las piedras y a los montes porque son los mismos, del mismo modo que debieron ser los de los tiempo bíblicos.

Es en la silueta pasajera de tu figura anónima donde pongo toda la evocación de los campos, y toda la calma que nunca he tenido me llega al alma cuando pienso en ti. Tu andar tenía un balanceo leve, un ondular indefinible, /en cada gesto tuyo se posaba la idea de un ave/—; tenías enredaderas invisibles enroscadas al (…) de tu busto. Tu silencio —era la caída de la tarde, y balaba un cansancio de rebaños, cencerreando, por las cuestas /pálidas/ de la hora—, tu silencio era el canto del último pastor que, por olvidado de una égloga nunca escrita por Virgilio, se quedó eternamente encantado, y se eterniza en los campos, silueta.

Era posible que estuvieses sonriendo; para ti tan sólo, para tu alma, viéndote a ti en tu idea, sonriendo. Pero tus labios estaban tranquilos como el perfil de los montes; y el gesto, que no recuerdo, de tus manos rústicas enguirnaldado con flores de los campos.

Ha sido en un cuadro, sí, donde te he visto. ¿Pero de dónde me viene esta idea de que te vi acercarte y pasar a mi lado y yo seguir, sin volverme para atrás para estar viéndote siempre todavía?

Se detiene el Tiempo para dejarte pasar, y yo te amo cuando quiero colocarte en la vida —o en la semejanza de la vida.

[/ezcol_2third] [ezcol_1third_end]  [/ezcol_1third_end]

 

 

 

 

Pastoral de Pedro

 

 

 

[ezcol_1third]      [/ezcol_1third] [ezcol_2third_end] 

Não sei onde te vi nem quando.

Não sei se foi num quadro ou se foi no campo real, ao pé de árvores e ervas contemporâneas do corpo; foi num quadro talvez, tão idílica e legível é a memória que de ti conservo. Nem sei quando isto [se] passou, ou se se passou realmente – porque pode ser que nem em quadro eu te visse -, mas sei com todo o sentimento da minha inteligência que esse foi o momento mais calmo da minha vida.

Vinhas, boeirinha leve, ao lado de um boi manso e enorme, calmos pelo risco largo da estrada. Desde longe – parece-me – eu os vi, e viestes até mim e passastes. Pareceste não reparar na minha presença. Ias lenta e guardadora descuidada do boi grande. O teu olhar esquecera-se de lembrar e tinha uma grande clareira de vida de alma; abandonara-te a consciência de ti própria. Nesse momento nada mais eras do que um [  ]

Vendo-te recordei que as cidades mudam mas os campos são eternos. 

Chamam bíblicas às pedras e aos montes, porque são os mesmos, do mesmo modo que os dos tempos bíblicos deviam ter sido.

É no recorte passageiro da tua figura anónima que eu ponho toda a evocação dos campos, e a calma toda que eu nunca tive chega-me à alma quando penso em ti. O teu andar tinha um balouçar leve, um ondular incerto, em cada gesto teu pousava uma ave (2) tinhas trepadeiras invisíveis enroscadas no do teu busto. O teu silêncio – era o cair da tarde, e balia um cansaço de rebanhos, chocalhando, pelas encostas pálidas da hora – o teu silêncio era o canto do último pegureiro que, por esquecido de uma écloga nunca escrita de Virgílio, ficou eternamente incantado, e eterna nos campos, silhueta.

Era possível que estivesses sorrindo; para ti apenas, para a tua alma, vendo-te a ti na tua ideia, a sorrir. Mas os teus lábios eram calmos como o recorte dos montes; e o gesto, que deslembro, de tuas mãos rústicas engrinaldado com flores do campo.

Foi num quadro, sim, que te vi. Mas donde me vem esta ideia de que te vi aproximares-te e passares por mim e eu seguir, não me voltando para trás por te estar vendo sempre e ainda?

Estaca o Tempo para te deixar passar, e eu erro-te quando te quero colocar na vida – ou na semelhança da vida.

[/ezcol_2third_end]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Libro del desasosiego

Fernando Pessoa

Traducción del portugués, organización,

introducción y notas de Ángel Crespo

Livro do Desassossego

Segunda edición en esta colección: julio de 1997

Ática S. A. R. L, Lisboa, 1982

Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Barcelona (España)

Edición especial para Ediciones de Bolsillo, S. A.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir