Vamos a transcribir un breve texto sobre Nietzsche por dos motivos: 

podremos apreciar el contraste entre el lenguaje poético y el lenguaje

utilizado por un filósofo y, en segundo lugar, veremos cómo entiende

Nietzsche el concepto de inspiración -y algún otro-, que expresa

de un modo más poético que filosófico y, en cualquier caso, como

el escritor de primer orden que fue. 

 

 

 

 

 

Nietzsche trata de la inspiración, es decir, de lo que refulge, después de exponer

la lentitud del crecimiento hacia el superhombre. La inspiración abre lo que refulge.

Es un instinto profundo que está más allá del yo consciente: “si se conserva un

mínimo residuo de superstición, resultaría difícil rechazar la idea de ser mero

instrumento de fuerzas muy poderosas” [1].

 

Nietzsche concede entera seguridad a la inspiración, que de ese modo es entendida

como revelación: “se oye, no se busca; se toma, no se pregunta quién es el que da;

como un rayo refulge un pensamiento sin ninguna vacilación. Yo no he tenido jamás

que elegir (… ).

 

La inspiración lo invade todo, está dentro de uno y al mismo tiempo está fuera” [2].

La inspiración se revela en forma de ritmos amplios que contrapesan su carácter súbito.

Así pues, la inspiración nace del crecimiento de la voluntad, pero estriba también en

ser poseído: “El concepto de revelación, es decir, el dejarse ver u oír de repente con

indecible seguridad y finura, lo que conmueve y trastorna en lo más hondo, describe

sencillamente la realidad de los hechos” [3].

 

La irrupción de la inspiración en el lento madurar de la vida inclina a pensar que la

inspiración es recibida: “se oye, no se busca, se toma, no se pregunta quién es el

que da. Como un rayo refulge un pensamiento, con necesidad, sin vacilación, sin

tener que elegir. Es un éxtasis cuya enorme tensión se desata a veces en un torrente

de lágrimas (… ) un completo estar-fuera-de-sí, con la clarísima conciencia de un

sinnúmero de delicados temores, de estremecimientos que llegan hasta los dedos de

los pies, que lo invade todo, que está dentro de uno llenándole, y a la vez está fuera;

como un abismo de felicidad en que lo más doloroso y sombrío no actúa como antítesis,

sino como algo exigido, es decir, como un color necesario en medio de tal

sobreabundancia de luz — lo más doloroso y sombrío forma parte de la felicidad — un

sentir relaciones rítmicas instintivamente — la necesidad de un ritmo amplio es la

medida que contrapesa la subitaneidad de la inspiración — ”. [4]

 

En la inspiración “todo acude acariciador al discurso (… ) se abren de golpe todos los

armarios de palabras del ser” [5]. También la gran salud cuaja en un mundo riquísimo

en el que todo se ofrece a ser entendido.

El instinto, que ha transcurrido callado, se revela por fin: ya no es ‘un gota a gota’, sino

que parece presencia. Y, sin embargo, al mismo tiempo es adivinación, porque nada

se ofrece completamente.

El símbolo en cierto modo es una culminación y al mismo tiempo no lo es.

 

 

 

 

1. Ecce Homo, 97.

2. Ibid., 97-98.

3. Ecce Homo, 97.

4. Ecce Homo, 98.

5. Así habló Zaratustra, 258.

 

 

 

 

 

 

Leonardo Polo

Nietzsche como pensador de dualidades

EXPOSICIÓN DE LOS ALTOS NIVELES

COGNOSCITIVOS DE LA ESENCIA HUMANA

Inspiración y símbolo

Versión nietzscheana de la inspiración

y del símbolo

 

 

 

 

 

 

Γ

 

 

 

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