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XXXIX


un caballo de raza



Es muy fea. ¡Y sin embargo, es deliciosa!

El Tiempo y el Amor la han señalado con sus garras y la han enseñado cruelmente lo

que cada minuto y cada beso se llevan de juventud y de frescura.

Es verdaderamente fea; es hormiga, araña, si queréis hasta esqueleto: ¡pero también es

brebaje, magisterio, hechizo! En suma, es exquisita.

No pudo el Tiempo romper la armonía chispeante de su andar y la elegancia

indestructible de su armazón. El Amor no pudo alterar la suavidad de su hálito infantil, y

el tiempo nada arrancó de su abundante crin que exhala en leonados perfumes toda la

vitalidad endiablada del Mediodía francés: Nimes, Aix, Arles, Aviñón, Narbona, Tolosa,

¡ciudades benditas del sol, enamoradas y encantadoras!

En vano la mordieron con buenos dientes el Tiempo y el Amor; en nada

amenguaron el encanto vago, pero eterno, de su pecho de doncel.

Gastada quizá, pero no fatigada, y siempre heroica, hace pensar en esos caballos de

raza fina que los ojos del verdadero aficionado distinguen aunque vayan enganchados a

un coche de alquiler o a un lento carromato.

¡Y es, además, tan dulce y ferviente! Quiere como se quiere en otoño; diríase que la

proximidad del invierno prende en su corazón un fuego nuevo, y nada de fatigoso hubo

jamás en lo servil de su ternura.

Un cheval de race


Elle est bien laide. Elle est délicieuse pourtant!

Le Temps et l’Amour l’ont marquée de leurs griffes et lui ont cruellement enseigné ce

que chaque minute et chaque baiser emportent de jeunesse et de fraîcheur.

Elle est vraiment laide; elle est fourmi, araignée, si vous voulez, squelette même;

mais aussi elle est breuvage,

magistère, sorcellerie! en somme, elle est exquise.

Le Temps n’a pu rompre l’harmonie pétillante de sa démarche ni l’élégance

indestructible de son armature. L’Amour n’a pas altéré la suavité de son haleine d’enfant;

et le Temps n’a rien arraché de son abondante crinière d’où s’exhale en fauves parfums toute la

vitalité endiablée du Midi français: Nîmes, Aix, Arles, Avignon, Narbonne, Toulouse,

villes bénies du soleil, amoureuses et charmantes!

Le Temps et l’Amour l’ont vainement mordue à belles dents; ils n’ont rien

diminué du charme vague, mais éternel, de sa poitrine garçonnière.

Usée peut-être, mais non fatiguée, et toujours héroïque, elle fait penser à ces chevaux de

grande race que l’oeil du véritable amateur reconnaît, même attelés à

un carrosse de louage ou à un lourd chariot.

Et puis elle est si douce et si fervente! Elle aime comme on aime en automne; on dirait que

les approches de l’hiver allument dans son coeur un feu nouveau,

et la servilité de sa tendresse n’a jamais rien de fatigant.

 

 

 

 

 


Charles Baudelaire

Un caballo de raza

De Pequeños poemas en prosa

Traducción de Enrique Díez-Canedo

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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