nada es mío todavía, nada es mío
soy minera
Con un arreón de animal obrero hacia los adentros,
he sentido de pronto, como siempre, la aguda necesidad
de bajar a la mina: de ensuciarme de lodo y de carbón,
torpe y con muchos números falsos, feísima
La hora de la cita
Mientras espera la hora de la cita
se sienta en una de las sillas de la cocina.
Mira sin ganas los cuatro azulejos color calabaza
que él le regaló. Tal vez triste o apática o abúlica,
si me quieres matar, mírame
Atropina Jackson
si me quieres matar, mírame
Atropina Jackson es la domadora de tigres del circo Sustanzia.
Ama su trabajo y ama a Desmond Poter, la bala humana,
que hace también de payaso y de funambulista.
más mortal que los demás mortales
Turbio
Con su chándal descolorido,
la gorra del Konga con la visera hacia atrás y, en la muñeca izquierda,
un nomeolvides de plata con la inscripción ‘soy casi eterno’,
yo tuve un novio que era un hombre antipático y trabajador,
dime cómo o, por lo menos, cuándo
llámame sloan
Hoy he ido a visitar a papá, o tal vez fue ayer. No lo sé.
Llámame sloan, me ha dicho, mi cuerpo se llama sloan
y mis palabras preferidas son vulnerable, azafrán y puerto,
despellejándose, con el pico entreabierto y las patas contraídas
El palacio de los pingüinos
Estábamos en el zoo, en el palacio de los pingüinos, eran las cinco.
A él le gustaban las galerías subacuáticas
en las que sobra o falta realidad, con esa luz húmeda y azulada,
el aire químico y escaso y los ventanales del nautilus.
necesitaba unos dientes de hombre
Valentín el Roto
Perdió la cara al sentir de pronto el vacío,
todo el vacío ecuestre que llevaba dentro:
grande como una catedral de papel y
doloroso como un rincón clavando las espuelas.
con los tenues colores de la pólvora y de la vida
Jordan Pulmones
Sin palabras de amor, dulcemente, el viejísimo
Jordan Pulmones se está muriendo en su vagón,
sosegado, sin saberlo, dejándose llevar
por el sabroso sueño de la siesta, mientras van
