vicente aleixandre

 

el visitante

 

Aquí también entré, en esta casa.

Aquí vi a la madre cómo cosía.

Una niña, casi una mujer

(alguien diría: qué alta, qué guapa se está poniendo),

alzó sus grandes ojos oscuros, que no me miraban.

Otro chiquillo, una menuda sombra, apenas un grito,

un ruidillo por el suelo,

tocó mis piernas suavemente, sin verme.

Fuera, a la entrada, un hombre golpeaba, confiado, en un hierro.

Y entré, y no me vieron.

Entré por una puerta, para salir por otra.

Un viento pareció mover aquellos vestidos.

Y la hija alzó su cara, sus grandes ojos vagos

y llevó a su frente sus dedos.

Un suspiro profundo y silencioso exhaló el pecho de la madre.

El niño se sintió cansado y dulcemente cerró los ojos.

El padre detuvo su maza y dejó su mirada

en la raya azul del crepúsculo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vicente Aleixandre

de Historia del corazón. La mirada extendida

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir