poemas de: sabines jaime rené char roberto  bolaño blanca andreu nuno júdice idea vilariño fabio morábito carol ann duffy jorge riechmann hahn óscar idea vilariño francisca aguirre roque dalton istarú ana robert frost nicanor parra aníbal núñez carl sandburg carol ann duffy theodore roethke raymond carver miguel d'ors jorge riechmann roberto bolaño blanca andreu fabio morábito ana istarú carol ann duffy idea vilariño óscar hahn robert frost jaime sabines rené char francisca aguirre dalton roque ana istarú nuno júdice blanca andreu fabio morábito óscar hahn francisca aguirre jorge riechmann idea vilariño roque dalton ana istarú robert frost óscar hahn nicanor parra nuno júdice núñez aníbal

los poemas son: el teléfono monotonía carta de la noche intentaré olvidar dolor ¡hiciste bien! quiénes son di que querías ser she's a rainbow el teléfono monotonía cuarteto de pompeya nadie sabe qué son epitafio alabanza de los trenes meditación al atardecer américa latina desnudos de bonnard ejercicio de gramática domicilio talento quiénes son cuarteto de pompeya nadie sabe qué son intentaré olvidar dolor ¡hiciste bien! talento ¡hiciste bien! dolor epitafio américa latina di que querías ser quiénes son desnudos de bonnard de la noche el teléfono she's a rainbow alabanza de los trenes carta monotonía cuarteto de pompeya nadie sabe qué son meditación al atardecer quiénes son

de la noche


En la amorosa noche me aflijo.

Le pido su secreto, mi secreto,

la interrogo en mi sangre largamente.

Ella no me responde

y hace como mi madre,

que me cierra los ojos sin oírme.

jaime sabines

carl sandburg


monotonía

Es hermosa la monotonía de la lluvia,
y el súbito recrudecerse y lento escampar
de la lluvia larga y multitudinaria.

Es hermoso el sol en los montes,
o un atardecer capturado y arrojado al mar,
con sus estandartes de oro y fuego.

Es hermoso un rostro que conozco…
con el oro y el fuego del cielo y el mar
y la paz de la lluvia larga y cálida.


el teléfono

“Cuando hoy me hallaba yo lejos de aquí,
paseando sola,
quieta y tranquila
era la tarde.
Sobre una flor incliné mi cabeza
y oí tu voz.

¡Oh, no digas que no, porque entendí…!
Me hablaste desde aquella flor que está en la ventana.
¿Has olvidado lo que me dijiste?”

«Pero dime antes qué creíste oír.”

“Esquivando una abeja de la flor,
incliné mi cabeza
y, cogiéndola luego por el tallo,
escuché y oí, clara, la palabra…
¿Pronunciaste mi nombre? ¿O bien dijiste…?
Sí, alguien dijo: «¡Ven!», mientras yo me inclinaba.”

“Si acaso lo pensaba, no lo dije en voz alta.”

“Por eso regresé.”

robert frost

miguel d'ors


carta

A ti, que serás siempre La Ignorada,
a ti, qúe llegaste a quién sabe qué lugar
cuando yo acababa, ay, de salir de él,
o perdiste aquel tren, no sé cuál, que te hubiera traído
al centro de mi vida,
o estabas en un banco de algún parque
un día que yo no quise pasear entre las hojas verlenianas,

a ti,
por la chacarera de tu mirada que nunca he visto,
por ese corazón que desconozco y es como una playa de
setiembre,


a ti, por todo lo que me habría obligado a amarte,


a ti, que me habrías amado hasta nunca,
que ahora puedes estar llorando
en la luz fría de una habitación de hotel,
o con tus hijos en el British Museum,
o ves el arco iris en una telaraña,
o piensas en mí sin saber que soy yo,


a ti, retrospectiva, condicional, perdida,
dondequiera que estés,
este poema.



intentaré olvidar

Jus lo front port vostra bella semblança 
                                            Jordi de Sant Jordi

 
 

Intentaré olvidar            Un cuerpo que apareció durante la nevada

Cuando todos estábamos solos           En el parque, en el montículo

de detrás

de las canchas de básket                        Dije detente y se volvió:

un rostro blanco encendido por un noble corazón         Nunca

había visto tanta belleza               La luna se distanciaba de la tierra

De lejos llegaba el ruido de los coches en la autovía: gente

que regresaba a casa                      Todos vivíamos en un anuncio

de televisión hasta que ella apartó las sucesivas

cortinas de nieve y me dejó ver su rostro: el dolor

y la belleza del mundo en su mirada                       Vi huellas

diminutas sobre la nieve                  Sentí el viento helado en la cara

En el otro extremo del parque alguien hacía señales

con una linerna Cada copo de nieve estaba vivo

Cada huevo de insecto estaba vivo y soñaba                Pensé: ahora

me voy a quedar solo para siempre                         Pero la nieve caía

y caía y ella no se alejaba

roberto bolaño

aníbal núñez


she’s a rainbow

the rolling stones

Ella es un arcoiris:
es rojo su calor adolescente, por pocos años. Ella
es un arcoiris. Amarilla
la flor que tiene nunca entre sus manos
-amarillo también el estropajo.
Roja es la sangre floreciendo. Gualda
la anemia omnipotente: roja y gualda.
Anaranjado es el crepúsculo
allá en el horizonte donde tampoco hay nada
que hacer. Verdes los trigos
que padre hacía crecer en vano. Ahora
en la ciudad extraña el verde es una aguja
en un pajar. Azul, el cielo muchas veces
-por poco tiempo. Siempre
azul en la fotonovela: en
paisajes imposibles. Ella es
un arcoiris. Azul, añil… el mono
azul el mono del hermano obrero.
Azul el manto de la virgen
y la pureza precintada -a pesar de
algún sueño. Violeta
el futuro seguro de las ojeras.
Ella
es y será, mientras la lluvia
coincida o no
coincida con el sol, un arcoiris.


dolor

He conocido la inexorable tristeza de los lápices,
Primorosos en sus cajas, el dolor del bloc y del pisapapeles,
Toda la miseria de los sobres de manila y del mucílago,
La desolación en los inmaculados lugares públicos,
La solitaria sala de espera, el lavabo, el conmutador.
El inalterable pathos de la palangana y la jarra,
El ritual de la impresora, del sujetapapeles, la coma,
El infinito duplicado de vidas y objetos.
He visto el polvo de los muros de los establecimientos,
Más fino que la harina, vivo, más peligroso que la sílice,
Tamizado, casi invisible, a través de las largas tardes de tedio
Goteando una ligera película sobre las uñas y las delicadas pestañas,
Esmaltando los pálidos cabellos, los duplicados grises comunes rostros.

theodore roethke

rené char



¡hiciste bien en irte, Arthur Rimbaud!


Tus dieciocho años refractarios a la amistad, a la malevolencia,

a la estupidez de los poetas de París, así como al ronroneo de abeja estéril

de tu familia provinciana algo loca, hiciste bien en dispersarlos en los vientos

de alta mar, en echarlos bajo el cuchillo de su precoz guillotina.

Tuviste razón en cambiar el bulevar de los perezosos, los cafetuchos de los mea-liras,

por el infierno de los tontos, por el trato de los mañosos y el saludo de los simples.

Este arrebato absurdo del cuerpo y el alma, esta bala de cañón que alcanza

su objetivo haciéndolo estallar, ¡sí, es, en realidad, la vida de un hombre!

No podemos, al salir de la infancia, estrangular indefinidamente a nuestro prójimo.

Si los volcanes cambian poco de lugar, su lava recorre el gran vacío del mundo

y le entrega virtudes que cantan en sus llagas.

¡Hiciste bien en irte, Arthur Rimbaud!

Somos unos cuantos los que creen sin pruebas en la felicidad posible contigo.


meditación al atardecer


 

Esta calle que baja dura una eternidad

Aquí se cuecen vivos los grandes pensamientos

Ha llegado la hora del descanso en que no se descansa

Cuando los perros creen en santas y en fantasmas

En este punto mi madre y mi hermana preguntaron sin voz

¿Y qué sabes tú de todo eso?

Me han enterrado dos veces este otoño mamá

En esto el huracán me separo las alas con violencia

y el ataúd se rompió.

¿Qué hace mi hermana en el bosque?

Su fantasma salió de mis propias cenizas

Mi espada quiere beber de su sangre

y centellea con ardiente deseo

Mi madre es un viento que seca los árboles frutales

Y qué sabes tú de todo eso preguntaron sin voz

Los niños y las amapolas son inocentes

hasta en su maldad recitaron en coro

Ahora oigo sonar sus viejas caras

Las de mi madre y las de mi hermana

La tierra tiene piel y esa piel padece enfermedades

replicaron llorando

Es cierto hijo que eres una noche de oscuras risas

¿De dónde sacas lo que vomitas?

Sal de tus profundidades oye

Ahora el sol me derrite y los perros me lamen la piel

Eres un charco de muerte en las pesadillas

de los condenados al sueño me gritaron las brujas

Soy un charco de sueño en las pesadillas

de los condenados a muerte queridas

En este punto volvieron a decirme sin voz

¿Y qué sabes tú de todo eso?

Váyanse al mismo diablo les dije

Esta calle que baja 
                                      no acaba nunca de bajar

óscar hahn

fabio morábito



cuarteto de pompeya

I

Nos desnudamos tanto
hasta perder el sexo
debajo de la cama,

nos desnudamos tanto
que las moscas juraban
que habíamos muerto.

Te desnudé por dentro,
te desquicié tan hondo
que se extravió mi orgasmo.

Nos desnudamos tanto
que olíamos a quemado,
que cien veces la lava
volvió para escondernos.

II

Me hiciste tanto daño
con tu boca, tus dedos,
me hacías saltar tan alto

que yo era tu estandarte
aunque no hubiera viento.
Me desnudaste tanto

que pronuncie mi nombre
y me dolió la lengua,
los años me dolieron.

Nos desnudamos tanto
que los dioses temblaron,
que cien veces mandaron
las lavas a escondernos.

III

Te frotabas tan rápido
los senos que dos veces
caí en sus remolinos,

movías el culo lento,
en alto, para arrearme
a su negra emboscada,

su mediodía perenne.
Abrías tanto su historia,
gritaba su naufragio…

Nos desnudamos tanto
que no nos conocíamos,
que los dioses mandaron
la lava a reinventarnos.


IV

Te desmentí de cabo
a rabo devolviéndote
a tus primeros actos,

te escudriñé profundo
hasta escuchar la historia
amarga de tu cuerpo,

pues sólo el amor sabe
cómo llegar tan hondo
sin molestar la sangre.

Esa noche la lava
mudó mi paisaje en piedra.
Tú y yo fuimos lo único
que se murió de veras.


En Pompeya, entre otros cuerpos petrificados
por las lavas y cenizas de la erupción del
Vesubio (año 79), se conservan los de un
hombre y una mujer en el acto amoroso.


epitafio

De estatura mediana,

Con una voz ni delgada ni gruesa

Hijo mayor de un profesor primario

Y de una modista de trastienda;

Flaco de nacimiento

Aunque devoto de la buena mesa;

De mejillas escuálidas

Y de más bien abundantes orejas;

Con un rostro cuadrado

En que los ojos se abren apenas

Y una nariz de boxeador mulato

Baja a la boca de ídolo azteca

-Todo esto bañado

Por una luz entre irónica y pérfida-

Ni muy listo ni tonto de remate

Fui lo que fui: una mezcla

De vinagre y aceite de comer

¡Un embutido de ángel y bestia!

nicanor parra

blanca andreu



di que querías ser

 

-¡Eh -gritó Will- la gente corre como

si ya hubiese llegado la tormenta!

-¡Llegó -gritó Jim-, la tormenta somos

nosotros!

Ray Bradbury



Di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de Tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.
Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, los nervios de los ángeles,
vinieron a hacer música para Rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.

Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.



domicilio


¿en dónde está mi madre? ¿en un terrón infecto? ¿en un
plato de viento que se pudre? ¿en el hollín crujiente?
¿en un cajón de hierro? ¿en una carabela carcomida? ¿un
animal que ruge en medio de una bala? ¿un fuego de
espinazos? ¿una bestia menuda que se asfixia? ¿debajo
de la tierra está golpeando por salir como un niño del
vientre de su madre? ¿me está mirando? ¿de allí? ¿de
ese ciervo quebrado al borde del camino? ¿y ese trozo
de grito que no atina a abrirse paso por el cuello? ¿es un
rastro de musgo que los rayos liquidan? ¿un recuento
de calcio? ¿un pájaro de escombro?

yo soy mi madre
y mi cuerpo es ahora
su elemento

ana istarú

raymond carver



desnudos de Bonnard

Su mujer. La pintó cuarenta años.

Una vez y otra. El desnudo del último cuadro

tan joven como el desnudo del primero. Su mujer.

Él la recordaba joven. Cuando ella era joven.

Su mujer en el baño. En el tocador

delante del espejo. Desnuda.

Su mujer con las manos bajo los pechos

mirando al jardín.

El sol dispensando calidez y color.

Todas las cosas vivas florecen allí.

Ella es joven y trémula y muy deseable.

Cuando murió, él pintó un poco más.

Unos cuantos paisajes. Luego murió.

Y fue colocado junto a ella.

Su joven esposa.



américa latina

El poeta cara a cara con la luna

fuma su margarita emocionante

bebe su dosis de palabras ajenas

vuela con sus pinceles de rocío

rasca su violincito pederasta.

Hasta que se destroza los hocicos

en el áspero muro de un cuartel.

roque dalton

francisca aguirre



nadie sabe qué son

Bajan, atravesando el firmamento,
vienen sin ser llamados.
Nadie sabe qué son ni a dónde pertenecen.
Descienden, mágicos y ajenos,
iluminan sin luz, cantan sin música.
.
Llegan, definitivamente llegan;
nos invaden
y algo que no entendemos sobreviene
quemándonos sin fuego.
De donde no sabemos, vuelven.
Traen en su aparecer, en su deshora,
la desazón profunda de lo incierto.
No calientan ni hielan,
sólo inquietan. Y huelen
como la luna sobre el mar. Cantan
como el color vibrante de las flores.
Nadie sabe qué son ni a dónde pertenecen,
pero la sangre se acelera,
la memoria tirita como un náufrago.
.
Bajan, atravesando el firmamento,
suben desde el abismo y la nostalgia,
iluminan sin luz, cantan sin música.
Dios mío, cantan, cómo cantan.



alabanza de los trenes verdaderos


Hay muchos trenes falsos.
Es fácil confundirlos con los trenes auténticos.
Casi todos
los llaman también trenes:
los revisores
los ferroviarios
los carteristas
los viajeros casi sin excepción
y hasta yo mismo
cuando no quiero dar muchas explicaciones.
Trenes sólo son los que parten de noche.
Trenes sólo son los que llevan a ti.


jorge riechmann

nuno júdice


ejercicio de gramática


Tú, a quien
los vientos recorren
con los labios
del horizonte,
y una nube extraña cubre
como la sábana amarga
de la madrugada: dame
tus manos, ahora
que tu nombre se
demora en los oídos de la tierra;
o corre por ese río
subterráneo que desagua
en lo hondo
de los espejos, de donde
ninguna voz te llama.

Tú, el más
abstracto de los pronombres,
vestida con el fuego sordo
de la última vocal, como
si una sombra de silencios
danzase por entre
murmullos y memorias: no
partas con el nacimiento del día,
el sueño vago de un deseo,
o la luz efímera
con
que te miré.

Quédate en la tinta de mis dedos,
resto de un verso, secreto
sin rostro; o llévame contigo,
limpio de reflejos y pronombres,
mientras un rumor de fuente
me enseña a encontrarte.




talento

Esta es la palabra cuerda floja. Ahora imagina
a un hombre cruzándola en el espacio
entre nuestros pensamientos.
Nos deja sin respiración.

No existe la palabra red.

Quieres que caiga, ¿verdad?
Lo suponía; se tambalea pero lo logra.
La palabra aplauso se ve escrita sobre él.

carol ann duffy

idea vilariño



quiénes son quiénes son

Alma, Azul, Poema, Numen
..

Quiénes son quiénes son
metidos en mi vida
imponiendo ternura
espectros como yo
momentáneos y vanos
iguales a las hojas que pudre cada otoño
y no dejan memoria.
Quiénes son quiénes son.
Son éstos y no otros
de antes de después
frutos de muerte son
sin remedio sin falta
irremisiblemente
antes o después
muertos
tan fugazmente cálidos alentando y erguidos
y amando
por qué no
amando sin pavor
sin conjugarse nunca
la otra alma el otro cuerpo
la otra efímera vida.
Quiénes son quiénes son.
Qué camada de muertos para el suelo que pisan
qué tierra entre la tierra mañana
y hoy en mí
qué fantasmas de tierra obligando mi amor.