escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable. fijaba vértigos

arthur rimbaud

La poética, a la que posiblemente le convenga más el plural, las poéticas, es un término impreciso por cómoda necesidad: aunque algunos poetas lo utilizan de manera estricta, para la mayoría de ellos incluye tanto sus relaciones personales y biográficas con el poema -con la poesía- que suelen cambiar con imprevisible frecuencia, como las relaciones del poema -de los poemas- con la poesía, es decir, la explicación teórica del asunto poético. 

Cada poeta, por tanto, suele tener y expresar su propia poética, y suele haber escrito uno o más poemas que titula arte poética, poética, ars poética, la poesía o, sin más, el poema, donde escribe toda esa serie de asuntos que se le han ido haciendo presentes al escribir poesía, y que, como venimos diciendo, son muy numerosos y muy variados: personales, cósmicos, intuidos, sospechados, vividos, concretos, generales, mentales, emotivos, más o menos ambiciosos y más o menos prácticos, en fin.

Con todo, parece que las poéticas tienen que ser impuras, esto es, no se trata de que sean  conceptualizaciones deficientes o teorías poco organizadas, sino que exigen mezcla y diversidad, como exigen que la persona concreta del poeta aparezca con sus querencias y criterios, afortunadamente parciales. 

Al principio, la mente se siente magullada.
La luz hace blancos agujeros a través del negro follaje
o la niebla esconde todo lo que no es ella misma.

¿Pero cómo dirá uno eso?
Siendo así que, cuando la verdad no es suficientemente buena exageramos. Las proporciones
importan. Es difícil atraparlas de manera adecuada.

Debe de haber algo
superfluo, nada que no sea elegante
Y nada que sea si es simplemente eso.

Este verde crepúsculo tiene orillas violeta.

Las mariposas amarillas
que apresuradas se trasladan
desde las flores escarlata a las de bronce
desaparecen mientras la tarde aparece.

 

charles tomlinson: el arte de la poesía

La belleza, escribió Georges Steiner, es la ruptura de la regla.

En efecto, el poema desarma, trae la palabra afuera de la

convención, [incluso de la convención del propio poema].

En el poema, la palabra busca la sombra de sí [el espejo en

el cual no verse], a fin de permitir la caza de lo

imponderable, ese vacío [lleno de nada] que se alcanza, a

veces, por el esfuerzo del fracaso.

La palabra poética sería un puente entre ningún lado y

ningún lado.

Una consternación.

Un atajo para ir de lo que todavía no ha sido a lo que,

tal vez, nunca será.

De este modo [y no de otro] el poema habla del dolor y

reconoce, en ese mismo gesto, una suerte de alegría,

para la cual aún no existe un nombre.

maría negroni: la poesía es una epistemología del no saber

Cuando leemos a algún poeta de nuestros días buscamos en su obra la línea melódica trenzada sobre el sentir individual.

No la encontramos. Su frigidez nos desconcierta y, en parte, nos repele. ¿Son poetas sin alma?”, dice Antonio Machado a quienes defienden una poesía vestida de etiqueta, que se ruboriza si enseña el canalillo, que prescinde de quien está fuera, en la intemperie, que goza del asco indiferente de los nobles, de la lectura al amor de la chimenea de un libro de muerta filosofía.

“La poesía es profunda verdad comunicada”, dice Aleixandre a aquellos que adiestran loros con los dos primeros versos que hay que citar en las fiestas, a aquellos que te miran como una esfinge sin guardar más secreto que la virginidad de su mano derecha después de tanto placer solitario.

“La poesía puede comunicar antes de entenderse, dice Eliot a los que buscan el concepto, para quienes la mayor emoción conocida es el orden del ‘Tractatus’ o la exactitud de la última estadística.

“La realidad está representada, pero no descrita según un parecido inmediato. Realidad, no realismo y el sentimiento sin el cual no hay poesía, no necesita gesticulación: sentimiento, no sentimentalismo, dice Guillén ¿el puro, el deshumanizado?, a aquellos que recitan con aspavientos y que luego se hacen cruces ante los que hacen estallar el lenguaje con bombas silenciosas.

[1/3]

“Son más bellos los sueños de los locos que los del hombre sabio”, dice Baudelaire a los que construyen con ladrillos el insomnio, a los que se ríen de los hombres que gritan o de los que en un arrebato encienden bajo un puente una hoguera y se duermen.
“Puedes ser lo que gustes, aurora o negra noche / no existirá una fibra de mi turbado cuerpo / que no grite: ;Oh, Belcebú, yo te adoro”, continúa Charles diciendo a las novicias que dibujan amorcillos y a los sacristanes que sólo tocan las campanas de boda.

“Escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable. Fijaba vértigos”, dice Rimbaud a quienes quieren leer en un devocionario el abismo delicioso del estremecimiento, a quienes no les erizan la piel los relámpagos tremendos del infierno, a quienes no conmueve la extensión de la inocencia.

“Lo hermoso no es más que el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar”, advierte Rilke a quien fabrica manteles para una tarde de campo y respira la brisa de un pétalo que se desvanece, en lugar de abandonarse al batir sublime de los ángeles terribles.

“El único medio permisible de decir una cosa cuando se quiere decir otra es la poesía”, enseria Robert Frost al mastín profesoral que no tiembla, pero ladra de la forma más clara con el índice en ristre, que, como quien da la hora, explica la herida mientras científicamente se desangra.

[2/3]

“Y pobre hombre en sueños / siempre buscando a Dios entre la niebla”, insiste Machado a los que no saben que más allá de la razón hay mundos por conocer, que el horizonte de lo humano es mayor que el de sus miedos, que un poema nos transporta al sueño primigenio, del tamaño de un hombre y anterior a toda geometría.

“… Los poetas, ángeles desterrados de un mundo que vagamente recordamos y presentimos, y al que anhelamos retornar con toda la sed de nuestros corazones. Como un rastro fugaz, en ciertas palabras, en ciertos poemas nuestros, anunciamos un mundo entrevisto en el éxtasis, no sé sí profecía o si recuerdo, pero sí imagen de nuestro ineludible destino. Yo sí, yo traigo y presento a los hombres un mundo elemental, cruzado de luz y sombra, donde los instintos del hombre han sobrepasado los límites de su cuerpo, para informarse en las fuerzas oscuras, cósmicas, telúricas…”, dice Aleixandre a todos aquellos que  afirman que la poesía no es destierro de un mundo vago en el recuerdo y el presentimiento, que no es sed de retorno a la niebla, que no es rastro fugaz y resplandeciente, que no es éxtasis (profecía o recuerdo), ni destino ineludible, ni mundo elemental, primero, ni cruce de luz y sombra, que no es instinto, ni límite ausente, ni fuerza oscura , cósmica o telúrica.

Y después de todas las sabrosas poéticas, viene Jacques Vaché, enfant terrible, y nos suelta el perro hambriento de la verdad: “la poesía, como la felicidad, no existe, sólo existen momentos poéticos o felices”. Amén.

manuel navarro: fragmentos para una poética. Ágora nº1 [·3/3·]

Un poema debe ser palpable, y mudo

como una fruta redonda

/Sin voz/

Como viejos medallones contra el pulgar/

/Silencioso/ como la piedra gastada por las mangas

En el alféizar donde ha crecido musgo;/

Un poema debe ser /sin palabras/

Como el vuelo de los pájaros

Un poema debe estar /inmóvil en el tiempo/

como la luna asciende,

como la luna libera

Ramita tras ramita los árboles enredados por la noche,

como la luna tras las hojas del invierno,

deja la mente Recuerdo tras recuerdo 

Un poema debe estar /inmóvil en el tiempo/

Mientras la luna asciende

Un poema debe ser igual a:

No es verdad

/Por toda la historia del dolor/

Una puerta vacía y una hoja de arce

/Por amor/

Las hierbas inclinadas y dos luces sobre el mar –

Un poema no debe significar


Sino ser.

archibald macLeish: ars poetica

 

¿Sufren en realidad los poetas más que otra gente?

¿No es sólo que a ellos les toman fotos y se les ve

hacerlo?

Los manicomios están llenos de aquellos

que nunca escribieron un poema.

La mayoría de los suicidas no son

poetas: una buena estadística.

Sin embargo, algunos días quiero, todavía,

ser como otra gente;

entonces voy y hablo con ellos,

esa gente que se supone que son

distintos, y se parecen mucho a nosotros,

excepto en que carecen de esa cosa

que pensamos que es una voz.

Nos decimos que ellos son más débiles

que nosotros, menos definidos,

que ellos son lo que nosotros definimos,

que les estamos haciendo un servicio

que nos hace sentir mejor.

Ellos son menos elegantes en el dolor que nosotros.

Pero mira, dije nosotros.

Aunque pueda odiar tus tripas individualmente,

y nunca quiera verte, aunque prefiera pasar el rato

con dentistas, porque aprendo más,

hablé de nosotros en plural,

nos uní como los miembros de alguna caravana de la

muerte que es como nos veo, viajando juntos,

las mujeres con velo y de una en una, con esa mirada

hacia adentro y los ojos desviados,

los hombres en grupo, con sus bigotes

y pasatiempos y baladronadas

en el lugar donde estamos atrapados,

el lugar que hemos escogido,

un peregrinaje que tomó un rumbo equivocado

en alguna parte hace mucho y terminó

aquí, a plena luz del sol,

y las sombras duras rojinegras

lanzadas por cada piedra,

por cada árbol muerto fantástico en sus

particularidades, esa doble gravedad,

pero flotando también en la aureola de la piedra,

del árbol,

y no estamos más malditos en realidad que nadie,

mientras vamos juntos a través de este terreno lunar

donde todo está seco y agoniza

y está tan vivo, hacia las dunas,

desvaneciéndonos fuera de la vista,

desvaneciéndonos fuera de la vista de los demás,

desvaneciéndonos incluso fuera de nuestra propia vista,

buscamos agua.

margaret atwood: las palabras siguen su viaje

 

 

A las poéticas les interesa, en suma, la creación poética.
Aunque parece preferible recoger la creación poética en
un poema que la exponga, esto es, que el autor, de manera explícita, hable en un poema de su propia creación poética o de aspectos relacionados con la misma, no siempre se dispone de lo que parece ser un material privilegiado.


Con todo, el poema escrito por el poeta sobre la creación,
no garantiza que, en efecto, su proceso creativo sea tal como lo describe en el poema. Puede asimismo suceder
que la creación poética de un autor cambie hasta el punto que haya que describirla de nuevo. 


Se supone [ ] que un poeta madura o crece con el paso
del tiempo y el ejercicio de la poesía. Sin embargo, muchas veces la imaginación tiene sus máximos de intensidad e innovación a edad temprana —con lo que queremos decir en torno a los veinte años— de manera que, según el peso que la imaginación tenga en la obra de un autor —o incluso en el hecho poético mismo— cabe plantear que, alcanzada cierta edad, un poeta no pueda confiar su creatividad a la imaginación, que estará en buena medida agotada y permitirá simplemente la repetición propia del oficio. 


Como vamos viendo, el número de factores significativos que intervienen o están implicados en la creación de un poema es enorme, aunque posiblemente la mayor
dificultad para estudiarlos sea su naturaleza imponderable. 

Entre tantos oficios ejerzo este que no es mío,

como un amo implacable

me obliga a trabajar de día, de noche,

con dolor, con amor,

bajo la lluvia, en la catástrofe,

cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,

cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,

las lágrimas, los pañuelos saludadores,

las promesas en medio del otoño o del fuego,

los besos del encuentro, los besos del adiós,

todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos

rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

juan gelman: arte poética

Alguien dijo que el misterio de un libro no está en su final, sino

en su principio. Cada uno de mis libros deja atrás una época, un

modo de estar, y después de cada uno viene un vacío, una

incapacidad de sentir emoción. Como si de una enfermedad se

tratase, todo se vuelve irreal: mi vida, la manera en que según

observo se relacionan las personas, la falta de sentido en casi

todo lo que oímos -pura palabrería sin soporte, sin raíz:

telarañas de las que parece imposible desprenderse. Todo

resulta entonces aleatorio: ya no sólo por la intrínseca

movilidad y gratuidad de las cosas, por el azaroso vaivén de la

vida, sino por esta confusión de las lenguas, por el progresivo

vaciamiento de las palabras.

Esa desesperanza, ese volverse todo ajeno cuando no

claramente detestable o peligroso, lo atempera la escritura.

Un poema, lo sabemos como lectores, es el lugar donde las

palabras alcanzan a las cosas:

en él late el hálito de lo que no estará o de lo que estará

cuando uno ya no esté.

Reconocer y nombrar lo descarnado, pero no perecer:

conservar pensamiento y emoción y tejido con el mundo;

así, el poema.

Arrebato, la mítica película de Iván Zulueta, reivindicaba un

cinemundo, un cine que diese cuenta de la pausa, del parón,

del vértigo temporal en una imagen.

Ahora alguien me cuenta: “ayer estaba en la cocina, la ventana

da a un camino en pendiente y llovía; sólo se veía agua que

arrastraba barro, un río de barro que bajaba, y abajo, en el

borde inferior de la ventana, el verde de unas plantas que

tengo allí”. Eso es pausa.

O lo escasos que son los lazos verdaderamente fuertes. La

enfermedad, sabemos, ocupa a veces el espacio del alma,

es el alma: la falta de emoción. Después uno vuelve poco a

poco en sí y encuentra lo que se va quedando en la cabeza.

El poema, como determinada pintura, parece resultar de una

atención extrema, de ese hacernos melancólicos y extraños

vigilantes de lo que está ahí, de lo que no somos y que por

completo nos atrapa y nos ocupa. Lo que pasa al corazón.

Acabé caza nocturna, mi último libro, en abril del 96; aún no

sé como será el próximo. Sin embargo, he vuelto a desear

escribir, como si antes del poema se acercara la sombra del

poema.

Eso de la sombra del poema: si llegan a hacerse, los próximos

tendrán que tener algo de Bruno Schultz y líquenes o la huella

de líquenes y algo de Emily Dickinson (ahora, al escribirlo,

pienso que quizá esto es otro modo de decir misterio y emoción

y materia).

Parece que cesó la violencia, la soterrada ira, la autopunición.

No así el luto, tal como de él habló Benjamin, su demorado

ánimo meditativo. Pero hay también un muy antiguo deseo de

ligereza, y en ese sentimiento de lo aleatorio a veces parpadea

alear: cobrar aliento quien convalece, reparar algún afán o

trabajo.

De la poesía sólo sabemos por sus misteriosos resultados, los

poemas, pero también es misterioso su origen, lo extraña que

es la vida.

olvido garcía valdés: poética, 1997

del blog poéticas [poesía sobre poesía]

 

adam zagajewski

[Para el escritor polaco Adam Zagajewski (1945), la poesía tiene dos preocupaciones primordiales: una es dar forma a la vida interior; la otra, el análisis audaz del rostro cambiante de nuestro mundo.

En sus versos, se conjugan lo sublime y lo cotidiano,
la exaltación y la ironía, la claridad y el misterio.]

en la belleza ajena

Sólo en la belleza ajena
hay consuelo, en la música
ajena y en los poemas ajenos.
Sólo en los otros hay salvación,
aunque la soledad sepa como
el opio. No son el infierno los otros,
si se los ve por la mañana, cuando
limpia tienen la frente, lavada por los sueños.
Por eso pienso mucho qué
palabra emplear, «él» o «tú». Cada «él»
es una traición a cierto «tú», mas,
a cambio, en un poema ajeno fiel
aguarda un sereno diálogo.

 

Temblor, 1985. Traducción de Ángel Enríquez Díaz-Pintado.

 

-•
la poesía es la búsqueda del resplandor

La poesía es búsqueda de resplandor.
La poesía es un camino real
que nos lleva hasta lo más lejos.
Buscamos resplandor en la hora gris,
al mediodía o en las chimeneas del alba,
incluso en el autobús, en noviembre,
cuando al lado dormita un viejo cura.
El camarero en el restaurante chino
estalla en llanto y nadie imagina por qué.
Quién sabe, quizás esto también es una búsqueda
que se parece a un instante a la orilla del mar,
cuando en el horizonte aparece un barco rapaz
y se detiene, paralizado largo tiempo.
Pero también, momentos de profunda alegría
e incontables momentos de angustia.
Déjame ver, por favor.
Déjame persistir, por favor.
Al atardecer cae una fría lluvia.
En las calles y avenidas de mi ciudad
en silencio y con fervor trabaja la oscuridad.
La poesía es búsqueda de resplandor.

De regreso, 2003. Traducción de Xavier Farré.

Al ir tras la belleza estarás solo:

Si la encuentras, se desvanece y deja

polvo de mariposa entre los dedos.

Perseguirás de nuevo el resplandor

que sabes dentro de ti, como el relámpago

que muestra fugazmente,

hasta el lejano horizonte, la realidad.

joan margarit: poética

La poesía no nace.

Está allí, al alcance

de toda boca

para ser doblada, repetida, citada

total y textualmente.

Usted, al despertarse esta mañana,

vio cosas, aquí y allá,

objetos, por ejemplo.

Sobre su mesa de luz

digamos que vio una lámpara,

una radio portátil, una taza azul.

Vio cada cosa solitaria

y vio su conjunto.

Todo eso ya tenía nombre.

Lo hubiera escrito así.

¿Necesitaba otro lenguaje,

otra mano, otro par de ojos, otra flauta?

No agregue. No distorsione.

No cambie

la música de lugar.

Poesía

es lo que se está viendo.

joaquín orlando giannuzzi: poética

 

 

Que el verso sea como una llave

Que abra mil puertas.

Una hoja cae; algo pasa volando;

Cuanto miren los ojos creado sea,

Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

El adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.

El músculo cuelga,

Como recuerdo, en los museos;

Mas no por eso tenemos menos fuerza:

El vigor verdadero

Reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!

Hacedla florecer en el poema.

Sólo para nosotros

Viven todas las cosas bajo el Sol.

El poeta es un pequeño Dios.

vicente huidobro: arte poética
poéticas

jorge boccanera
del oficio de la poesía, 1979

Hay que incendiar a la poesía
y cantar luego
con las cenizas útiles.

De Poemas del tamaño de una naranja (1979)

dámaso alonso
¿cómo era?, 1981

La puerta, franca.
Vino queda y suave.
Ni materia ni espíritu. Traía
una ligera inclinación de nave
y una luz matinal de claro día.

No era de ritmo, no era de armonía
ni de color. El corazón la sabe,
pero decir cómo era no podría
porque no es forma ni en la forma cabe.

¡Lengua, barro mortal, cincel inepto,
deja la flor intacta del concepto
en esta clara noche de mi boda,

Y canta mansamente, humildemente,
la sensación, la sombra, el accidente,
mientras ella me llena el alma toda!

De Poemas puros. Poemillas de la ciudad, Editorial Espasa-Calpe. Madrid, 1981

blanca andreu
poética, 2001

En esencia, la imaginación no es sólo la más rara de las facultades humanas sino un impulso creador que se proyecta sobre el futuro y lanza semillas que son sueños.
El que ama los libros suele llegar a sospechar que a veces las tenues realidades soñadas por los hombres se implantan verdaderamente y crecen hasta adquirir presencia.
Cuando se alcanza a suponer eso y se hojea la clase de literatura que se escribe a la sazón, carente casi por completo de color y bastante sórdida a causa de la cantidad de vulgaridades empingorotadas y tópicos de élite que ostenta, uno se pregunta demasiadas cosas y desearía poseer verdaderas armas de escritor, de poeta, para combatir todo eso con lo potencialmente existente, con aquello que podría ser justo lo contrario.
Sacar de la no existencia a la existencia algo que llevara en sí las categorías platónicas, algo que tuviera parte, formara y conformara lo bueno, lo bello y lo verdadero: esa es mi ambición y mi anhelo como cazadora de versos.

En: Compostelán, nº 102, ano X, abril 2001

roque dalton
por qué escribimos, 1961

 

Uno hace versos y ama
la extraña risa de los niños,
el subsuelo del hombre
que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda,
la instauración de la alegría
que profetiza el humo de las fábricas.

Uno tiene en las manos un pequeño país,
horribles fechas,
muertos como cuchillos exigentes,
obispos venenosos,
inmensos jóvenes de pie
sin más edad que la esperanza,
rebeldes panaderas con más poder que un lirio,
sastres como la vida,
páginas, novias,
esporádico pan , hijos enfermos,
abogados traidores
nietos de la sentencia y lo que fueron,
bodas desperdiciadas de impotente varón,
madre, pupilas, puentes,
rotas fotografías y programas.

Uno se va a morir,
mañana,
un año,
un mes sin pétalos dormidos;
disperso va a quedar bajo la tierra
y vendrán nuevos hombres
pidiendo panoramas.

Preguntarán qué fuimos,
quienes con llamas puras les antecedieron,
a quienes maldecir con el recuerdo.

Bien.
Eso hacemos:
custodiamos para ellos el tiempo que nos toca.


En: Antología, Visor, Madrid, 2000.
De: La ventana en el rostro, Ediciones de Andrea, México, 1961

lucía etxebarría
topos-ars poetica, 2001

 

Este espacio nació huyendo de las cosas de este mundo.
Esa presunta realidad no existe, tan sólo se interpreta o se desvela.
No es armonía plena, pues respira en el ritmo encajado entre silencios
y transporta en sus venas toda la sangre y toda la luz del orbe.

No nació contra nada o contra nadie sino que se alimenta sólo de sí mismo
y desde sí transforma la existencia y la hiende con su espada.
Es consuelo, es refugio, es alimento, es sueño, es signo, es arte.
Es vida. Es telúrico astral caligramático mecánico celeste.

Es telúrico astral caligramático. Le toma el pulso al cosmos como un médico.
Es un sistema coherente contingente de la exposición de las claves necesarias.
Es veneno inagotable, es fuente mágica. Es astrolabio y brújula, carta y mapa.
Es a la vez timón y barco, vela y viajero. Y es el mismo propósito del viaje.

No diremos qué es, simplemente que es. Se explica por su esencia.
Refleja bien su tiempo solamente cuando de él se libera.
Armazón y columna de la resistencia, es valiente y adora la aventura.

No conoce servidumbre de paso, derecho de pernada o respeto a un monarca.
Es transmisor, el último (por ahora) eslabón de una cadena.
Una cadena iniciática, un conocimiento esencial en el tiempo.
Que da cuenta de sí sin nombrarse y sin primera persona.
No es lo que da el lenguaje, sino lo que al silencio se le roba.


Fuente: Mujeres de carne y verso, Manuel Francisco Reina, La Esfera de los libros, 2001

rubén darío
ama tu ritmo, 1896

 

Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo tu ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro, del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

De Prosas profanas (1896)

miguel de cervantes
[La poesía, señor hidalgo], 1615

       La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios.

       Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que la tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias, o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran.

       Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde; que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo.

        Y así, el que con los requisitos que he dicho tratare y tuviere a la poesía, será famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas del mundo.

       Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino. En resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estranjeras para declarar la alteza de sus conceptos.

      Y, siendo esto así, razón sería se estendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno, que escribe en la suya. Pero vuestro hijo, a lo que yo, señor, imagino, no debe de estar mal con la poesía de romance, sino con los poetas que son meros romancistas, sin saber otras lenguas ni otras ciencias que adornen y despierten y ayuden a su natural impulso; y aun en esto puede haber yerro; porque, según es opinión verdadera, el poeta nace: quieren decir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta; y, con aquella inclinación que le dio el cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo: est Deus in nobis…, etcétera.

     También digo que el natural poeta que se ayudare del arte será mucho mejor y se aventajará al poeta que sólo por saber el arte quisiere serlo; la razón es porque el arte no se aventaja a la naturaleza, sino perficiónala; así que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el arte con la naturaleza, sacarán un perfetísimo poeta.

        Sea, pues, la conclusión de mi plática, señor hidalgo, que vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su estrella le llama; que, siendo él tan buen estudiante como debe de ser, y habiendo ya subido felicemente el primer escalón de las esencias, que es el de las lenguas, con ellas por sí mesmo subirá a la cumbre de las letras humanas, las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada, y así le adornan, honran y engrandecen, como las mitras a los obispos, o como las garnachas a los peritos jurisconsultos.

     Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas, pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele: porque lícito es al poeta escribir contra la invidia, y decir en sus versos mal de los invidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto.

     Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus versos; la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos; y cuando los reyes y príncipes veen la milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol a quien no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales coronas veen honrados y adornadas sus sienes.

Don Quijote al Caballero del Verde Gabán,

Capítulo XVI de la Segunda parte de

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha

antonio gala
palabras previas, 1998

Estas líneas son una confidencia. Como el resto del libro: la confidencia de un poeta desconocido que con ella se presenta. A pecho descubierto.

Los propósitos ―por más serios que sean, y se cumplan o no― se aventuran en vano. Yo prometí que la edición de mis libros de poemas, en caso de hacerse, sería póstuma. Mi concepto de la intimidad y del pudor así lo ordenaba. No obstante, no he sabido resistirme a la petición de mis lectores y de mis editores. A ellos, sin la menor duda, va dedicado este libro.

No tengo yo una idea muy original de la poesía. Me parece que equivale a la poyesis platónica, en la idea de creación o de construcción.
Es como un líquido que toma la forma del recipiente en que se vierte. Hay poesía de pintura, de literatura, de música, de escultura, de arquitectura. ..Habrá incluso una actitud poética que no se materialice en nada sino en procurar estarse ante las cosas con una posición de aprendizaje, de pregunta, de perplejidad: algo que no es más que una vía de conocimiento.

Eso es la poesía, y no una vía de comunicación. De ahí que la poyesis que se concreta en el poema sea la más apreciable y la más difícil: una cristalización casi insoportable, una quemadura con la realidad más honda y verdadera, una reunión de contrarios, a través de sus raíces, desde luego.

He preferido no dar un libro sólo: no habría sabido cuál. He preferido dar unos cuantos poemas de cada uno. Unos cuantos poemas cuyo sentido común ―y qué opuesto en ocasiones al tema― fuese el amor. Desde mis diecisiete años hasta ayer mismo hay poemas recogidos aquí. Los de Perseo todavía se apoyan con exceso en la forma, en la jugosa percepción de las palabras, en la consanguínea sureña abundancia: son poemas de adolescencia.

También casi los de Enemigo íntimo: una adolescencia, sin embargo, más reflexiva, desalentada por la búsqueda afanosa de la que no está ajena cierta divinidad. La acacia es consecuencia de una destitución; nace cuando todo parece acabarse: a los veintipocos años uno ignora que la vida comienza, o se reinaugura, cada mañana. y si no lo ignora, es igual o peor. La espera de ese retorno, de esa vuelta a empezar, la recoge Va/verde, 20. Su título no es que parezca una dirección: lo es; el contenido significa la invitación a una visita que se demoró mucho aún.

Baladas y canciones es un libro de transición que reúne composiciones de una época más amplia y menos unitaria que los otros.

La deshora lleva un título delatante: el amor, en efecto, sólo llega para decir que no puede quedarse. Son sus rescoldos los que iluminan esta colección de poemas, bastante más larga que de aquí se deduce.

Acaso Meditación en Queronea requiera una aclaración. La escribí refiriéndola al lugar en que se dio el combate de los tebanos con los macedonios. Fue vencido ―y muerto― en él el Batallón Sagrado, compuesto de amantes y amados a los que era más dura que morir la indignidad de mostrarse cobardes a los ojos de quien amaban. Alejandro, muy joven entonces, dio la orden de quemar los cadáveres; después fue reprendido por su padre, Filipo.. Ya era tarde, como siempre, para ellos. ..En este libro hay un vaivén de épocas, de escenarios, de sentimientos: el mundo es, en el fondo, Queronea y lo allí sucedido.

Una dulce y ligera distracción produjo el pequeño conjunto Para Mirta, de sonetos barrocos: un ejercicio apasionado y leve a la vez, rebelde y escolástico a la vez, como las sensaciones que lo originaron. Los Sonetos de la Zubia, por el contrario, están escritos, a pie de obra, con el corazón. Ahí el poeta se ve sometido a un tiempo a la rígida y fiera disciplina del amor ya la rígida y suave disciplina del soneto. Todos ellos trazan una historia común: el paso del fervor a la gelidez, del piropo al ultraje, de la extravertida convivencia a la larga agonía solitaria.

…No en vano el libro siguiente lo titulé Testamento andaluz. Consta sólo de veinticuatro poemas: tres por cada una de las ocho melodiosas provincias hermanas. Veinticuatro momentos en que me sentí como una tesela modestísima que forma parte de un enorme mosaico, y en ese anonimato pervive, y en él, de un enigmático modo, se inmortaliza.

En los años del Esplendor, Abderramán III, más de cincuenta califa de Córdoba, escribió su testamento. Tras oleadas de hipérboles y de glorias, acababa: «y fui feliz catorce días.» Pero, arrepentido de la última exageración, agregó: «No seguidos.» Yo no aspiré mucho tiempo a la felicidad; con la serenidad me basta no lejos de la con-fusión y del con-sentimiento.

Un personaje que a los cordobeses fascina es el arcángel Rafael, el mancebo que acompañó a Tobías en su viaje hacia el amor matrimonial. El último de los libros que componen éste, al que ni siquiera doy por concluido, es el Tobías desangelado: los viajes del protagonista desprovisto ya de la presencia humana, tangible, protectora y deseada del ángel.

Este libro polifacético es necesariamente especular. Refleja las distintas y transeúntes formas literarias y mi transeúnte biografía. Supongo que con dificultad podría hallarse un retrato más fiel de las únicas facciones de mi alma que importan. Si hablara, seguro que diría a cada lector el verso del Cantar de Cantares: «Pone me ut signaculum super cor tuum.» Ponme como una señalita sobre tu corazón.

Antonio Gala, Poemas de amor, Planeta, 1998

heberto padilla
di la verdad, 1968

Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.

 

Puede decir alguien que el poeta no es utíl
alguien puede mirarlo insignificante
detrás de un odio visceral e inútil.

 

Se alza
crece, en la inmortalidad de su pensamiento,
trasciende el espacio
se fuga y reaparece de la vida en que deambula
hace mucho más
sirve a la lucha
es rama verde en la batalla
es recordatorio en la mesa del tirano.

De Fuera del juego, 1968



federico garcía lorca
poema doble del lago eden, 1930

Nuestro ganado pace, el viento espira
Garcilaso

Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,

voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo

.  

cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

 

en Poeta en Nueva York 1929-30

 

 

antonio gamoneda 
[yo me callo] 1960

Yo me callo, yo espero
hasta que mi pasión
y mi poesía y mi esperanza
sean como la que anda por la calle;
hasta que pueda ver con los ojos cerrados
el dolor que ya veo con los ojos abiertos.


De: Antonio Gamoneda, Edad, Cátedra, Madrid, 1989

luis cernuda
poética, 1934

En 1932, solicitado, obligado casi, por el colector de esta Antología, escribí las siguientes líneas:

No valía la pena de ir poco a poco olvidando la realidad para que ahora fuese a recordarla, y ante qué gentes. La detesto como detesto todo lo que a ella pertenece: mis amigos, mi familia, mi país.

“No sé nada, no quiero nada, no espero nada. Y si aún pudiera esperar algo, sólo sería morir allí donde no hubiese penetrado aún esa grotesca civilización que envanece a los hombres”.

Ahora, en 1934, el muchacho que yo fui, ¿qué relación tiene con el hombre que yo soy? No sé por qué intento justificar esta diversidad de un espíritu que sigue, a lo largo de los días, su destino vital. ¿Afán de exactitud sentimental? Tal vez piense al escribir esto en alguien que no conozco. Y entonces el origen de esas nuevas líneas sería una tentativa para acercar el deseo, mi deseo, a la realidad. Pero, puedo decirlo, en nadie creo.

Recuerdo ahora, es verdad, la vida de Byron, la de Shelley, la de Keats. Y más lejos aún, en el mundo de lo que nunca fue, los pastores de Teócrito, la vida de Mefistófeles de Goethe, la de Hyperion y Holderlin. Pero creer es otra cosa.

¿Soy yo el mismo que escribió aquellas antiguas líneas que antes trasladé? Tal vez no; mas siento dentro de mí, imperioso y misterioso, el mismo impulso que me llevó a trazarlas. Pienso hoy que si entonces creía odiar a mis amigos, a mis nulos amigos, es porque les amaba demasiado. Y en cuanto a mi país, no me aqueja tristeza o laxitud que no se aclare al pensar que allá en el sur las olas palpitan al sol sobre las arenas mías, sobre las arenas que sustentan cuerpos desnudos juveniles. Pero el sol, el mar, la juventud, ¿no son los mismos en todo el universo?

Entonces yo soy aquél, aquel mismo.

Mayo, 1934

En Prosa completa, Barral Editores, 1975

 

josé emilio pacheco
los grillos (defensa e ilustración de la poesía), 1968

Recojo una alusión a los grillos:
su rumor es inútil,
no les sirve de nada
entrechocar sus élitros.
Pero sin la señal indescifrable
que se transmiten uno a otro,
la noche no sería
(para los grillos)
        noche.

De No me preguntes cómo pasa el tiempo, 1964-1968

idea vilariño
sólo para decirlo, 1970

Qué hijos de una tal por cual
qué bestias
cómo decirlo de otro modo
cómo
qué dedo acusador es suficiente
qué anatema
qué llanto
qué palabra que no sea un insulto
serviría
no para conmoverlos
ni para convencerlos
ni para detenerlos.

Sólo para decirlo.

De Pobre mundo, 1970. En Poesía Completa, Editorial Cal y Canto, Montevideo, 2006, p. 239

40.000 moscas

separados por un viento pasajero

volvemos a estar juntos otra vez

revisamos las paredes y los techos

buscando grietas y las eternas arañas

me pregunto si habrá una mujer más

ahora

40.000 moscas recorren los brazos de mi

alma

cantando

“I met a million dollar baby in

5 and 10 cent

store”

¿brazos de mi alma?

¿moscas?

¿cantando?

Qué clase de mierda es

esta?

Es tan fácil ser un poeta

Y tan difícil ser

un hombre.

charles bukowski

lugar

Aquí, bajo el número exacto de estas sílabas, yace un
río de adelfas de marfil y caballos oscuros que tortura
el deseo.

Esta es la casa de los taxidermistas, el pabellón de las enfermeras y los matemáticos, de todos los que tienen obsesiones blancas bajo los sauces de la vejez y el remordimiento.

Pero esta es también la cueva de los cazadores y los bellos animales que se desangran melancólicamente cerca del fuego frío de la muerte.

Esta es la atmósfera del aparecimiento, el hielo desnudo de ese cuerpo que yace en la ermita entre dos frascos con flores.

Aquí cada palabra, cada gota de tristeza arrancada
a la nada, es una medalla de diamante perfecto, la consolación, el vértigo que entregas de tus pasos
a otro al acercarte al vacío.

Este es el poema, el resplandor erigido en la libertad
de la jaula, la cicatriz en la médula de este tiempo
que pasa sin duración en nosotros.

juan carlos mestre

de: ·la poesía ha caído en desgracia· 1992

vicente aleixandre
extractos del prólogo a La destrucción o el amor 1944

Al empezar esta confidencia literaria que me pide Entregas de poesía lo hago sin excesiva convicción: no creo demasiado en los buceamientos del poeta sobre su propia actividad, ni mucho menos en sus teorizaciones sobre la poesía. Sin que esto signifique que otorgue mayor fe a las teorizaciones de los demás sobre lo siempre inexplicable, ni a su vez, acaso tampoco a sus buceamientos en la obra del poeta, que por esencia no rinde nunca su último secreto, El misterio poético, pues, seguirá intacto.

(…)

Yo hice mi primer libro, Ambito, si de vetas distintas, con una tónica no muy distante de lo tradicional. Esa línea de voz, en cierto modo tradicional, se prolongó todavía algunos meses. Pero de pronto una mutación radical. No he creído nunca en lo estrictamente onírico, en la escritura automática, en la abolición de la conciencia creadora. Pero he de confesar la profunda impresión que la lectura de un psicólogo (Freud) de incisiva influencia me produjo en 1928, y el cambio de raíz que en mi modesta obra se produjo. Mi segundo libro, Pasión de la tierra, de poemas en prosa, escrito en 1928-29 y publicado más tarde en Méjico en edición limitada, rompía aparentemente con la tradición y era la poesía en libertad, la poesía manando con hervor caliente del fondo entrañable del poeta, aquí instrumento de un fuego que habríamos de llamar telúrico.

(…)

Sobre cómo entreveo al poeta, y a la poesía, ya he escrito en diferentes coyunturas de tiempo y lugar. Sólo repetiré que para mí el poeta, el decisivo poeta, es siempre un revelador. El poeta, esencialmente, es el vate, el profeta.
Pero su vaticinio no es vaticinio de futuro;porque puede serlo de pretérito: es profecía sin tiempo. Iluminador, asestador de luz, golpeador de los hombres, poseedor de un sésamo que es, en cierto modo, misteriosamente, palabra de su destino.

El poeta es un hombre que fuese más que hombre: porque es además poeta. El poeta está lleno de sabiduría, pero no puede envanecerse, porque quizá no es suya una fuerza incognoscible, un espíritu habla por su boca. Con los dos pies hincados en la tierra, una corriente prodigiosa se condensa, se agolpa bajo sus plantas para correr por su cuerpo y alzarse por su lengua. Es entonces la tierra misma, la tierra profunda, la que llamea por ese cuerpo arrebatado. Por otras voces el poeta ha crecido, ahora hacia lo alto, y con su frente incrustada en un cielo habla con voz estelar, con cósmica resonancia, mientras está sintiendo en su pecho el soplo mismo de los astros.