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AFORISMOS
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Georg Christoph Lichtenberg
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Advertencia
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Este libro virtual reúne todos los aforismos de Lichtenberg
que pude encontrar.
Incluso traduje varios que, en su mayoría, no tenían versión
en castellano. Van al final del archivo, acompañados del texto
original entre corchetes.
Busqué el prólogo que André Breton escribió para la edición
francesa, pero no lo hallé. En su defecto va el prólogo de la
edición impresa de los Aforismos publicada por la editorial
argentina Longseller.
Esta es con seguridad la edición digital más completa de
los aforismos de Lichtenberg.
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Miguel Zavalaga Flórez
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Entender el significado real de una palabra en nuestra lengua materna nos suele
llevar, por cierto, muchos años. Y me estoy refiriendo también a los significados que
puede darle la entonación. La comprensión de una palabra nos viene dada, para
expresarme en términos matemáticos, por una fórmula en que la entonación es la
magnitud variable, y la palabra, la magnitud constante. Con esto se abre una vía para
enriquecer enormemente las lenguas sin aumentar su caudal léxico. He descubierto que
la expresión es ist gut [está bien] es pronunciada entre nosotros de cinco maneras
diferentes y cada vez con un significado distinto, que encima suele estar muchas veces
determinado por una tercera magnitud variable: la expresión del rostro.
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Resulta difícil precisar cómo hemos accedido a los conceptos que ahora poseemos.
Nadie, o muy poca gente, podrá decir cuándo oyó nombrar por primera vez al señor von
Leibnitz; mucho más difícil será aún precisar cuándo accedimos por vez primera a la
idea de que todos los hombres tienen que morir, no habrá sido tan pronto como se
podría pensar. Si tan difícil resulta precisar el origen de las cosas que ocurren en nuestro
interior, ¿qué pasaría si quisiéramos intentar algo parecido con las que se hallan fuera de
nosotros?
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Hay cierto estado (bastante frecuente, al menos para mí) en el que la presencia de
una persona queridísima es tan insoportable como su ausencia, o al menos en su
presencia no sentimos el placer que anticipábamos durante la insoportable ausencia.
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Lo que me hace sospechar de la absoluta belleza de las esculturas griegas es que
para percibirla hace falta una especie de erudición.
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Es preciso que tenga algo con qué jugar; si no se le hubiera permitido tener pájaros,
habría tenido amantes.
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Un exceso de lectura provoca efectos malignos: desgasta el sentido de las palabras,
de modo que los pensamientos expresados comienzan a volverse dudosos, como si la
expresión le quedara a la idea como una prenda holgada.
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El prólogo debería llamarse: pararrayos.
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En la ley que dice que 2 + 2 =4 ó que 2 x 2 = 4, ya se aprecia algo del paralaje del
sol y de la tierra en forma de naranja.
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Ni un maestro de escuela ni un profesor pueden educar individuos; apenas educan
especies.
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Convertirse en buey no es todavía suicidarse.
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Eso cuyos ojos y orejas no están al alcance de nuestra vista, y cuya nariz y cabeza
casi no vemos, es nuestro cuerpo.
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