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Goces subterráneos:
Ezra Pound y la poiesis ambigua de la imagen
__________________________________
Kathryn Stergiopoulos
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Escuela de Pensamiento
Metapolítico NDR
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
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Elementos de Metapolítica para una
Civilización Europea
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Número 55
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EZRA POUND
LOCURA CONTRA LA USURA
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[ezcol_1half]
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1
“Es tan importante para el
pensamiento mantener la eficiencia del
lenguaje como en una cirugía mantener los
bacilos del tétano fuera de las vendas”,
declaró Ezra Pound en 1929, en uno de sus
muchos intentos de vacunar al público
contra la mala escritura (Literary Essays).
Para Pound, sin embargo, enseñarnos a leer
es una tarea que nunca está lejos de la de
enseñarle (a algunos) cómo escribir. El
Imaginismo, movimiento que Pound inició
en 1912 y que se suele considerar el origen
de la poesía norteamericana de vanguardia
(modernism), era justamente en cierto
sentido un intento de “mantener la eficiencia
del lenguaje”, una operación de barrido
recetada para curar a la lengua y a la poesía
inglesas del exceso de retórica, arcaísmo y
fango emotivo: en suma, todo lo que Pound
llamaba el “lenguaje cadáver” de los
victorianos (Selected Letters 296). Los principios
de este nuevo modo de escribir
poesía, publicados por primera vez en la
revista Poetry en marzo de 1913, eran la
inmediatez y la concreción (“tratamiento
directo de la ‘cosa’, ya sea subjetiva u
objetiva”), economía (“no usar
absolutamente ninguna palabra que no
contribuya a la presentación”) y el uso de la
línea, no de la estrofa, como unidad de
composición (“componer en la secuencia de
la frase musical y no del metrónomo”, o sea,
en verso libre). Esa eficiencia lingüística
también serviría como mecanismo de
higiene mental, para asegurarse de que el
pensamiento sería curado efectivamente
debajo de las vendas del verdadero lenguaje
poético y de que la infección de la mala
poesía no afectaría a las nuevas
generaciones de escritores, lo que
prevendría la muerte figurativa (de los
poetas en tanto que tales) y figurada (en la
poesía).
El poema de dos líneas de Pound “En
una estación del metro” es considerado por
muchos, incluyendo al autor, como el texto
imaginista por antonomasia, un claro
ejemplo práctico de los imperativos del
movimiento:
–
“The apparition of these faces in the crowd;
Petals on a wet, black bough.”
–
“La aparición de estas caras en la multitud;
Pétalos en una rama negra, mojada.”
–
El título, que es a la vez parte de la obra
(ergon) y está fuera de ella (ex-ergon)
le da un contexto a lo que de otro modo
sería un texto sumamente críptico,
vinculándolo al acontecimiento
autobiográfico que ocasionó su escritura y,
por otra parte, convenciéndonos de su
modernidad: Pound fue acometido por una
“súbita emoción” al salir del metro de París
en 1911. Esta emoción indescriptible sólo
pudo convertirse en un poema dos años más
tarde, tras la form(ul)ación de las reglas del
Imaginismo, como un “poema de una sola
imagen’, (…) una forma de superposición
[en la que] una idea se superpone a otra” sin
explicación (Gaudier-Brzeska 89). Pound intenta
conseguir un efecto de inmediatez
semejante al que admiraba en los
ideogramas chinos por medio de la
disposición tipográfica y prosódica de las
ideas según su “significado” poético. Cada
palabra es una unidad autosuficiente y a la
vez conserva un sentido dinámico y vívido.
Pound enfatiza también el carácter verbal de
los sustantivos (y de las cosas que nombran)
al utilizarlos para presentar el movimiento.
En un modo que recuerda las técnicas de
montaje cinematográfico de Eisenstein, estas
palabras-imágenes concretas se pegan unas
a otras con el fin de transmitir una
impresión personal abstracta. Así Pound,
pese a estar registrando una experiencia
emocional intensa, consigue un máximo de
efecto lírico (y efecto de shock) sin recurrir a
adornos retóricos ni a un sentimentalismo
exagerado.
Sin embargo, este triunfo de la eficiencia
lingüística tiene otra cara. No se trata sólo,
como sostiene Hugh Kenner, del equivalente
poético “reducido e intensificado” de una
visión real; “In a Station of the Metro” es
también un destilado o una mutilación de
un poema de treinta líneas de “intensidad
secundaria” que Pound condensó durante
un año hasta llegar a las catorce o veinte
palabras del poema actual (contando o no el
título, Kenner). Daniel Tiffany, en su excelente
estudio de la poética imaginista de
Pound, lee la prolija reducción de “In a
Station…” como un suicidio poético, como
un uso del lenguaje contra sí mismo que
atestigua la tentación del poeta de optar por
el silencio, a la vez que ilustra la angustia
que esa tentación produce. Se trata, además,
de un suicidio poético enmascarado y
ennoblecido por la semejanza del producto
final con un haiku (Radio Corpse). Si la imagen
es, siguiendo una de las definiciones
de Pound, “la palabra más allá del lenguaje
formulado”, entonces el Imaginismo no sólo
invita a una desfamiliarización del lenguaje
cotidiano similar a la que proponían los
formalistas rusos, sino algo imposible: que el
lenguaje diga lo que no puede decir. El
ascenso desde las entrañas de la tierra –el
metro subterráneo– no sólo representa la
emergencia de una nueva estética, sino
también la negociación del poeta de su
propia capacidad de escribir y de su lugar
en la literatura mundial. Un Odiseo
moderno en formación, este poeta no puede
superar el impasse causado por su
experiencia en el metro, hasta que, por
medio del Imaginismo, consulta y apacigua
a los muertos, a las “apariciones”. El
fantasma del haiku surge del metro parisino,
como el fantasma de una experiencia visual
o una visión subterránea regresa dos años
después del acontecimiento en cuestión,
debajo de la fachada limpia e incontaminada
del Imaginismo. El contacto potencialmente
amenazador con los muertos, así como los
cortes destructivos del lápiz corrector, son
mitigados y oscurecidos por la distancia
visual y temporal entre el sujeto que
contempla y el acontecimiento u objeto
contemplados.
Tal como la génesis del poema
imaginista más conocido fue un proceso
largo, arduo y hasta violento, asimismo la
producción del Imaginismo en sí fue
también difícil. Ha sido complejo determinar
los detalles de su nacimiento, lo que ha dado
pie a numerosas controversias y extensas
discusiones de los estudiosos.
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–
2
Kayman, por ejemplo, lee el “movimiento”
como una estrategia publicitaria de Pound,
un intento de atraer la atención del público
creando la ilusión de una colectividad con
autoridad cuyos valores eran, en la práctica,
idénticos a los del propio Pound. Según esta
postura, el Imaginismo en un principio no
era más que un significante, una palabra
destinada al mercado literario, sin que
correspondiera a ella un grupo sustancial de
personas ni de poemas. Después de todo, la
experiencia del metro de Pound ocurrió
cerca de 1911, pero él no comenzó a escribir
ni siquiera las versiones más extensas del
poema sino hasta que el Imaginismo había
nacido oficialmente; los principios
imaginistas eran obviamente más
prescriptivos que descriptivos de una nueva
tendencia en la escritura poética. La primera
declaración de Pound respecto al
Imaginismo había sido publicada en octubre
de 1912. En el apéndice de su colección de
poemas Ripostes, Pound intentó legitimar al
“movimiento” fabricando un precedente y
sosteniendo que “Les Imagistes” eran
descendientes de la “olvidada escuela de
imágenes” de 1909 del poeta bergsoniano
T.E. Hulme (Poems and Translations).
Pound agrega que esa escuela “puede haber
existido o no”, y sitúa a su propio
movimiento en un limbo dantesco, en un
estatus ambiguo de estar y no estar
(bautizado) al mismo tiempo, y señala su
estatus incierto o hasta fantasmal. Más
adelante, Pound reconoció que el propósito
del movimiento imaginista era
principalmente conseguir que se publicaran
los poemas de su exprometida Hilda
Doolittle (conocida como H.D.). Por otra
parte, aunque inicialmente lo publicitó como
un movimiento moderno inspirado por sus
pares franceses, alrededor de 1915 el
Imaginismo se proclama simplemente como
un descubrimiento moderno.
Posteriormente a su inmersión en las notas
de Ernest Fenollosa sobre poesía china y
teatro japonés, Pound declaró ser no sólo el
responsable de haber bautizado como
“imaginistas” los poemas de H.D. que sin
saberlo ponían en práctica las reglas del
movimiento, sino también de haber
finalmente puesto nombre a una manera
antiquísima de escribir buena poesía. Por
esta razón, la imagen, a diferencia del
Imaginismo, sigue siendo una parte central
de la poética de Pound durante los años
vorticistas de 1914 a 1916 y hasta en sus
exploraciones mucho más complejas del
método ideogramático en los Cantos.
Sin embargo, al contrario de lo que el
término sugiere –y de lo que parecen
implicar los principios imaginistas– la
Imagen poundiana, aunque generalmente se
basa en la visión, no es necesariamente
visual ni empírica. Como vimos ya en el
caso de “En una estación del metro”, la
imagen a menudo negocia con la muerte y
los fantasmas y paga un alto precio por su
simplicidad y objetividad. Todas las
fórmulas para o definiciones de la imagen
que ofrece Pound son irreductibles al ámbito
de lo puramente visual, como ha mostrado
Tiffany: una ecuación algebraica, “un
complejo intelectual y emocional en un
instante de tiempo”, o “un enjambre
[cluster] o nodo radiante”, un “VÓRTEX,
desde y por el cual surgen y circulan ideas
constantemente a toda velocidad”. El
imaginista no describe, sino que hace
exactamente lo que hizo Pound al producir
el nuevo movimiento: nombrar, y producir
por medio de ese acto un nuevo mundo o
una nueva realidad. Separada del
empirismo riguroso, “una imagen, en
nuestro sentido, es real porque la conocemos
directamente”, ya sea por medio de la
concepción o de la percepción; la tarea del
poeta es entonces traducirla tan
directamente como la conoce, sin “decorarla
con guirnaldas”, o sea imágenes
ornamentales tradicionales (“Affirmations”).
Según Pound en 1916, el Imaginismo no es
principalmente el movimiento crítico o
estilístico que la mayoría pensaba que era,
sino un movimiento fundamentalmente
creativo: lo que está en juego en esa
distinción es precisamente la capacidad del
imaginista de nombrar. Una importante
consecuencia de las características adámicas
del poeta es su capacidad de “echar a andar
la máquina” y producir, no simplemente
registrar o responder pasivamente a las
impresiones recibidas (“Affirmations”). De
hecho, se requiere la voluntad activa del
poeta, puesto que la realidad nombrada o
creada, a Imagen, no es estática o simple,
sino el instante preciso de una
transformación o, como escribió Pound
acerca de “En una estación…”, el momento
“en que una cosa externa y objetiva [rostros
en la multitud, por ejemplo] se transforma o
precipita en una cosa interior y subjetiva [la
aparición de los rostros, y luego su
conversión en pétalos de una rama negra,
mojada]”. Asimismo, la Imagen también
puede producirse cuando “la emoción
captura alguna escena o acción externa y la
traslada intacta a la mente; y ese vórtex la
despoja de todo salvo las características
esenciales o dominantes o dramáticas, y
surge como un original externo” (“Affirmations”).
La retórica de despojamiento
y limpieza retorna aquí bajo un aspecto
radicalmente positivista, una concepción
en la cual el “original externo” se vuelve
más semejante a sí mismo gracias
a la descontaminación que efectúa el
poeta. Esta teoría mimética modificada
supuestamente garantiza la impersonalidad
del poema y nos ayuda a distinguir el
subjetivismo blandengue del que Pound
quería apartarse del énfasis en la voluntad y
la emoción que le parecía deseable.
Sin embargo, antes de su interés en los
“hechos” y la poesía “dura como el granito”,
el interés de Pound en el nombrar y la
transformación tenía resonancias claramente
más místicas. En su ensayo de 1912
“Psychology and troubadours”, Pound
escribió: “al nombrar una tras otra todas las
cosas hermosas, sabemos que podemos
recobrar mentalmente algún vestigio del
esplendor celestial” (Spirit of Romance).
Este nombrar es precisamente lo que Pound
lleva a cabo en su poema de 1912 “El
alquimista”, subtitulado “Canto para la
transmutación de los metales.” El poema es
una recitación encantatoria de los nombres
de figuras literarias femeninas que el poeta
conjura “sacándolas del Erebo” para
ayudarlo a transformar el bajo mundo
material en el oro de la poesía. Teniendo en
cuenta que, a diferencia del futurismo y
otros movimientos de vanguardia, el
Imaginismo no recomendaba la destrucción
de los museos ni el rechazo del pasado sino
que su uso crítico, creo que podemos
constatar que la fascinación de Pound con la
alquimia plantea también el problema de la
relación del poeta con la tradición –
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3
que también se aborda en la primera declaración imaginista de Pound en Ripostes–
y la medida en que su poesía o su enunciado poético performativo revivirá los vestigios
hermosos de un nuevo esplendor.
En un gesto purgativo que Harold Bloom llamaría askesis, el poeta debe rebajar el oro
del pasado a su estatus de metal común para transmutarlo en su propio oro en vez de
imitar su perfección. O bien, en el lenguaje del Imaginismo, el poeta imaginista debería
purgar su idioma recibido y “el original externo” al mismo tiempo que los reproduce.
También está en juego aquí la noción imaginista de buscar lo real como una manera de
reproducir una “realidad perdida” o como una manera de “revivir el sentido del realismo”
comparable a la del Renacimiento.
La “búsqueda de lo real” de Pound antes del Imaginismo había consistido, según escribió
en 1916, en “generar máscaras de una persona en cada poema”, ya sea como poemas
dramáticos a lo Browning o como traducciones de otros autores. Entonces, aparte de la
superposición de objetos creada o nombrada, lo “real” poundiano implica también una suerte
de ventrilocuismo y resurrección del Otro (en el caso de Pound, a menudo un Otro muerto).
El poeta o bien contiene multitudes, en términos de Whitman, o es capaz de habitar la
subjetividad de otro y, hasta cierto punto, registrar el dictado de su voz.
De hecho, precisamente en el pasaje donde Pound discute la capacidad del poeta de “echar a
andar su propia máquina”, convierte al poeta en un aparato registrador y permite que se infiltren
misteriosas “corrientes” diversas de la emoción necesaria para la creación de la Imagen:
“El mejor artista es el hombre cuya maquinaria soporta el voltaje más alto [emoción contenida
y traspasada a la escritura].
Mientras mejor la maquinaria, con más exactitud se registrará el voltaje y las diversas corrientes
que han pasado por ella” (“Affirmations”).
De hecho, como Tiffany demuestra brillantemente en Radio Corpse, lo que Pound evade en
sus discusiones sobre el Imaginismo son las implicancias espectrales del vórtex y sus
energías, la relación de la Imagen con la muerte, o, como sostendría Longenbach, su
deuda con la estrecha relación entre Pound mismo y el poeta espiritualista W.B Yeats,
con sus sesiones de espiritismo, hasta qué punto la metamorfosis es también metempsicosis.
Se trata del lado “oscuro” o negativo de un movimiento supuestamente positivista, como hemos
ya señalado respecto del Imaginismo y del poema que se presenta como su modelo.
La controlada producción de imágenes a partir de un “original externo” que prescribe el Imaginismo
funciona entonces, en la lectura de Tiffany, como “el antídoto para una forma más irracional y terrorífica
de visión (a menudo la visita de un fantasma)”, un estímulo al que Pound era particularmente vulnerable,
como lo muestra su poesía temprana, a menudo arcaica y llena de ornamentación retórica (Tiffany).
Para que el Imaginismo pudiera distinguirse de la visita de los fantasmas y pudiera erradicar esas
apariciones (o el bacilo tetánico del arcaísmo y la retórica), era necesario advocar la creación ex nihilo
por medio del nombrar (o enumerar) y declarar lo que es real o actualmente está presente –de ahí la
exigencia de precisión y concisión. Al mismo tiempo, para que este proceso de (re)generación no fuera
la poética del cambio radical introducido por la subjetividad del poeta.
Podemos estar de acuerdo con Pound, entonces, cuando le escribe a su prometida Dorothy en 1913
que “la visión intelectual” (del tipo que promovía el Imaginismo, podemos suponer) “es la mejor cura contra
los fantasmas” (Ezra Pound and Dorothy Shakespear Letters).
La Imagen, entonces, contrariamente a lo que haría pensar la concepción positivista de la vida y el
mundo a la que la asocia el énfasis del Imaginismo en la dureza, la expresión directa y la precisión, funciona
también como una tumba o cripta, que cubre o contiene la poética decadente que Pound había adoptado
en su poesía temprana y de la que intenta deshacerse por medio de su adhesión al nuevo movimiento.
El Imaginismo es, entonces, una operación quirúrgica personal que tiene por objeto mantener a Pound a
salvo entre sus vendajes lingüísticos formalistas, libre de contaminación por contagio con su propia inclinación
al arcaísmo y su “preocupación obsesiva con la muerte y la memoria” (Tiffany).
–
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–
4
Es quizás por esta razón que
Pound, a la vez ansioso por y temeroso de
modernizarse, oculta su rol formador del
movimiento incluso cuando confiesa su
comienzo bastante poco serio, poniendo en
primer plano a H.D., o al menos
compartiendo con ella y su marido Richard
Aldington el escenario. En el resto de este
ensayo, me interesa explorar precisamente
esta tensión entre la articulación “oficial” del
Imaginismo como energía creadora más
“higiene técnica” (en palabras de Hugh
Kenner) y una poética de la presencia
fantasmagórica (una “hantologie”, como
diría Jacques Derrida), en la que la Imagen,
en tanto que conciso montaje verbal de
“cosas” reales, presentes y visibles, o al
menos claramente perceptibles,
constantemente es puesta en cuestión y
suplantada por visiones fantasmagóricas,
una cercanía potencialmente ilegítima,
usurera, con los muertos y emisiones
penetrantes, incontrolables (a menudo
acústicas) enviadas desde la tumba (The
Pound Era).
El 18 de agosto de 1912, alrededor de un
mes antes de la invención de “H.D.,
Imaginista”, Pound le envió a Harriet
Monroe, la editora de la revista Poetry, un
poema suyo, “Middle Aged” [“De edad
madura”]. La carta adjunta lo definía como
“un asunto ‘Imaginista’ sobreelaborado y
post-Browning”, lo que indica al menos la
intención de Pound de dejar atrás su técnica
de monólogos dramáticos (“personae”),
pero creo que también registra su vacilación
en abandonar el estilo intrincado y
adornado de su poesía temprana por una
técnica “imaginista” aún dudosa (por eso las
comillas). Pese a que técnicamente se trataría
del primer poema imaginista –ya que la
carta es la primera referencia al movimiento
por su nombre, antes incluso que la mención
en Ripostes– “Middle Aged” no fue incluido
en la antología Des Imagistes que Pound
reunió en 1913 y, de hecho, no se publicó en
ningún lugar aparte de la revista Poetry
hasta la edición de Personae de 1949. Esto
tiene poco de sorprendente si se considera el
tema morboso y la sintaxis laberíntica del
poema; de hecho, “Middle Aged” ha dado
pie a críticas como la de Cyrena Pondrom,
que sostiene que el Imaginismo, lejos de ser
un truco publicitario para promover a H.D.,
sólo pudo ser formulado por Pound después
de leer los poemas de ella.
Al igual que la etiqueta de “imaginista”
que lo califica, el poema mismo está entre
comillas. Estas comillas son a la vez la
indicación de un monólogo a lo Browning,
distanciando irónicamente al hablante del
poeta, y de un estado de cosas post-
Browning: en los confines de este poema, el
poeta habitará la concha de una persona, o,
para ser exactos, el sarcófago de un rey
egipcio, cuya voz fantasmal se escucha
desde la tumba. La Imagen o nodo radiante
que en apariencia el poeta ha conocido
realmente y reproduce en el texto es el
“vago deleite” de estar muerto (o de ser
invisible), que el hablante supuestamente de
edad madura (Pound a los 27) siente al
enfrentarse a un rey egipcio muerto. Si bien
podemos, como Pondrom, tomar el poema
literalmente, como un lamento cínico sobre
la llegada de la edad avanzada (con el amor
que pierde la frescura e intensidad de la
juventud y degenera en inútiles “metáforas
preciosistas” que se acumulan como polvo
sobre el sarcófago/ cuerpo que envejece),
creo que las palabras o ideas que emanan de
o pasan por el vórtex de “Middle-Aged” no
son adecuadamente registradas por esa
lectura. Lo que se puede leer aquí es
precisamente la relación entre este poema y
las articulaciones posteriores del
Imaginismo, así como su relación con lo que
Tiffany denomina la poesía “críptica y
arcaica” que lo precedió.
“‘Tis but a vague invarious delight”
[“No es sino un deleite vago y monótono”],
comienza Pound, ambigua y retóricamente,
elidiendo la primera letra, pero también por
supuesto el referente de ese “it”, “As gold
that rains about some buried king” [“como
oro que llueve en torno a un rey enterrado”].
El resto del poema es un intento de definir o
aproximarse a ese deleitoso “it” en una serie
de cláusulas que comienzan con “as”
[como/mientras] y luego “so” [así/por lo
tanto], sin nunca determinar con exactitud si
la relación sintáctica es comparativa o
temporal. A diferencia del caso de “En una
estación…”, la dificultad para leer “Middle-
Aged” no tiene que ver con la falta de
vínculos sintácticos sino con su abundancia.
Es más, en este “Estudio de una emoción”,
como se subtituló a este texto en la revista
Poetry, la secuencia de “imágenes”
específicas que califican el comienzo
abstracto y vago de una emoción pueden ser
concretas, pero se trata todavía de imágenes
de opulencia, consunción, brillo obstruido y
visión fallida (la “luz vidriosa” [“glazing
light”] del sol, la “nieve dorada” [“gilded
snow”], los fuegos extinguidos; la borradura
implícita de la fotografía) que oscilan
ambiguamente entre el placer y el displacer.
Dado que el placer o el deleite son
precisamente el enigma sintáctico del
poema, comencemos con el displacer. El
hablante está, en primer lugar, molesto con
los turistas que retozan sobre la tumba
figurativa (?):
–
[Como los delgados copos
Cuando turistas jugueteando
Golpean el techo con el pie o en la luz
vidriosa
Intentan fotos, devoran como lobos su
cerveza y tortas
Y comienzan a inspeccionar otra
pirámide;
Como el fino polvo en la celda debajo
Sus pasos transitorios, su alegría,
Flota en el aire, y el sarcófago
Gana otra costra
De riquezas inútiles para el ocupante,
Así yo, los fuegos que alguna vez
encendieron sueños
Ahora gastados y acabados,
Yazgo muerto entre cuatro paredes]
–
Lo que se lamenta en el poema es el
intento de los turistas de imaginarse a los
muertos (“intentan fotos”): la visión
negativa de la cámara no puede iluminar o
poseer la cámara en el sentido de celda o
habitación de los muertos. Por otra parte,
además de la falta de certeza respecto a si les
es posible ver, completar lo que inician
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
–
5
cuando “comienzan [starting] a inspeccionar
otra pirámide”, la palabra “starting”
también sugiere recular, retroceder como si
los turistas hubieran recibido un shock
invisible o como si sus movimientos saltones
carecieran de la concentración necesaria
para ver de un modo que no sea transitorio,
en flashes fotográficos destinados al fracaso.
Para la visión que sería necesaria aquí no
bastan los ojos que sobresalen de los cráneos
de los turistas, pues ellos sólo son capaces
de ver lo que tienen al frente, y por tanto no
consiguen inspeccionar lo que para ellos es
una enorme estructura muerta, el monolito
del pasado. No “ven” ni reciben los
espectros de la pirámide, ni sienten el fuego
encriptado en ella (pyr en griego), no sienten
lo que hay bajo ella (la celda del rey muerto)
ni, en torno a ellos, el fino polvo, apenas
visible. Lo que distrae a estos turistas de las
ideas de la muerte y la transitoriedad es su
deseo de consumir (también a través de la
fotografía), su “devorar como lobos cerveza
y pasteles”. Hay que tener en cuenta
también que la frase “ale and cakes” es una
expresión ya en desuso que alude a
“celebrar”, que es por cierto justamente lo
que están haciendo los turistas. Tal como el
sarcófago consume etimológicamente a los
muertos (sark=carne; fagos=comer), los
vivos encima suyo “devoran como lobos” su
felicidad metafórica o gastan el fuego de su
vida. Pound, él mismo cebándose en y
denunciando técnicas previas de figuración,
produce una metáfora inmejorable de la
transitoriedad. No es necesario agregar que
esta celebración del consumo por parte de
los vivos no parece ser envidiada por
alguien que quisiera ser joven o sentirse
vivo de nuevo. Ahora que nuestra
concepción o percepción habitual de la vida
ha sido invertida, estamos forzados a
reconsiderar nuestra visión de la muerte.
Como revela la estrofa siguiente, la muerte
no es necesariamente inmovilidad o
podredumbre:
–
“As the fine dust […] Drifts
through the air […] So I […] lie dead within
four walls”
–
[“Como el polvo fino (…) f lota a
la deriva en el aire (…) así yo (…) yazgo
muerto entre cuatro paredes”]
–
Si leemos el “as” como una comparación,
se establece una analogía entre el polvo
flotando a la deriva y el yacer muerto, de
manera que la muerte se vuelve equivalente
a un cierto tipo de movimiento.
Podríamos entonces oír en “to lie” [yacer]
el sentido de su homófono “to lie” [mentir]:
finjo estar muerto, no lo estoy realmente.
Por otra parte, aunque en un principio
nos tienta pensar que el polvo flotante
es causado por los turistas que se
entretienen y dejan caer su comida, que y
luego se deposita en el sarcófago donde
metafóricamente se halla el narrador. De
hecho, el polvo está
–
“in the hid cell beneath
Their transitory step”
–
[“en la celda oculta
bajo
sus pasos transitorios”]
–
Sus pies
(también en el sentido de pies métricos)
tocan y descubren la cámara oculta mejor
que sus ojos y las manos con las que
sostienen la cámara fotográfica, en la
medida en que el tránsito y la transitoriedad
vuelven posible la diseminación del polvo
bajo sus pies. Lo que pensamos que estaba
muerto y enterrado, los contenidos de la
celda (que no es necesariamente idéntica al
sarcófago) son lanzados al aire y forman una
costra en los sarcófagos figurados de
quienes (¿metafóricamente?) se consumen.
Los muertos invisibles les penan a los vivos
regocijantes, que no los ven sino como
pirámides, piedras inanimadas; por tanto,
para ellos, los muertos no son sino “riquezas
inútiles”.
Otra imagen de consunción corresponde
a la vida (o en todo caso el estado opuesto
de lo que el hablante llama “yacer muerto”),
que se compara al fuego y los sueños: yo,
que alguna vez fui un fuego que consumía
(como quienes disfrutan arriba), o que fui
consumido por un fuego que alimentó mis
sueños (o fantasmas), ahora yazgo muerto.
Sin embargo, el fuego en Pound no sólo
debe verse como una metáfora del impulso
de vivir y soñar: no es un fuego, sino
“fuegos”. Estos fuegos, ahora “over and
spent” [“apagados y extintos”] han sido
extinguidos de dos modos distintos. Por una
parte, se acabaron los fuegos, sólo quedan
cenizas ahora, el polvo de los muertos
flotando en el aire ya mencionado. Por otra
parte, los fuegos están “spent” [“gastados”].
Continuando el tema
económico que ha estado continuamente
presente en el poema, Pound parece
implicar que hay un número limitado de
fuegos y que el poeta-hablante-rey los agotó.
¿Sería posible leer en este número finito de
fuegos gastados las apariciones en el poema
anterior de Pound titulado “Histrión”, en
que el joven poeta es figurado como capaz
intermitentemente de dar voz como un
ventrílocuo a sus predecesores, como si cada
uno de ellos fuera una llama en él?
–
“And yet I know, how that the souls of
all men great
At times pass through us”
–
(“Y sin embargo,
sé cómo las almas de todos los grandes
hombres
Pasan a ratos por nosotros”)
–
escribe Pound en 1918, y continúa:
–
Así, soy Dante por un espacio y soy
un François Villon, señor de las baladas
y ladrón, (…)
Esto por un instante y la llama se va.
(…)
Así dejamos nosotros todo ser por un
momento
Y estos, los Maestros del Alma,
sobreviven.
–
¿Es posible que el hablante de edad
madura de Pound haya pasado por todos
esos fuegos y ahora lamente que, pese a
haber agotado todas las posibilidades de
identificación o identidad con los poetas
anteriores, siga encerrado entre las cuatro
paredes (o en la estación de metro) y no se
haya alzado aún de entre los muertos, no se
haya ganado aún la inmortalidad de los
maestros, es decir, su capacidad de
sobrevivir como fantasmas que les penan a
los “vivos” muertos? En breve, ¿es posible
que Pound exprese la angustia de no haber
aún producido una obra maestra, al mismo
tiempo que expresa su alegría de haber
hecho pasar a los Maestros por él y recibido
su corriente vital, las riquezas inútiles que
para él son, sinceramente, “metáforas
preciosas”, el polvo que para él es “nieve
dorada”o copos de oro? Como nos
recuerdan los poemas “Alchemist”
[“Alquimista”], “Remember this fire”
[“Recuerda este fuego”] y “Quiet this metal”
[“Calma este metal”], la transmutación en
oro implica recobrar primero los lazos con el
pasado (los viejos copos de oro) mientras
uno lo quema y atraviesa, y luego silenciar
su voz (la del pasado). “Middle-Aged”, sin
embargo, no aplaca a los muertos; al
contrario, celebra su fuerza, al concluir con
lo que Tiffany llama un “espectáculo
homoerótico”:
[/ezcol_1half_end]
–
[Y así el amor
Llueve y enriquece alguna caja tiesa,
Y repleta una mente de metáforas
preciosas,
Y así el espacio
De mi conciencia inmóvil
Está lleno de nieve dorada
De la cual no hay gato que tenga ojos
suficientes
Para ver el brillo”]
–
6
Pese a la supuesta ironía de sus afirmaciones, o, en palabras de Pound, el “mépris”,
el amor del poeta por la muerte es en este caso, según Tiffany, “genuinamente erótico”
(P/S Letters; Radio Corpse).
El hablante parece experimentar el goce prometido al inicio del poema como una “caja tiesa”
(lo que podría ser una referencia al sarcófago de piedra, el cuerpo tieso del hablante-rey,
o la situación “tiesa” del poeta, improductiva y demasiado rígida), su “mente” y su “conciencia”
son inseminadas por la lluvia de “metáforas preciosas” y “nieve dorada”.
El romance del poeta con el lenguaje inf lado y la materialidad opulenta culmina en un brillo
ambiguamente invisible: o bien cegadoramente brillante (el brillo del oro sumado al de la nieve)
o demasiado oscuro (el oro y la nieve borrándose uno a otro) como para ser visto, ni siquiera
por el gato.
Es interesante anotar que Pound insiste en la aparición del gato en este contexto porque,
históricamente, en las tumbas egipcias a menudo se encuentran gatos, pero también porque la
palabra resuena con la palabra egipcia Ka, la fuerza inmortal que abandona al cuerpo luego de la
muerte –otra instancia más de un muerto presunto (y preservado) metamorfoseado en un muerto
viviente, a la vez que lo acústico suplanta (o al menos suplementa) lo visual (P/S Letters).
El espacio mágico o alquímico en el que estamos es acentuado por la expresión poco económica,
arcaica, y extraña, “the which” con la que se inicia el dístico final; las dos palabras, si no se las ve
(como el poema nos dice que es el caso), podrían escucharse como “the witch” [“la bruja”].
En un gesto que refleja su inicio incompleto o impreciso, por otra parte, “Middle-Aged” termina con
una preposición que marca un hueco o remite a un referente difícil de localizar en el laberinto
sintáctico del poema.
Así, el poema en su conjunto anticipa y representa inquietantemente el difícil nacimiento del
Imaginismo, su naturaleza críptica y la ambivalencia de sus principios: “El poema es pésimo de todos
modos. Con o sin Gato [Kat]”, le escribe Pound a Dorothy Shakespeare sólo cinco días antes de enviar
“Middle-Aged” a Poetry, destinando desde ya su producto muerto viviente a la excreción (P/S Letters).
“Middle-Aged” puede leerse como un funeral de la juventud decadente de Pound en contraste con la
emergente edad madura de la Imagen que terminará con el reino (‘reign’ y ‘rain’, lluvia) del amor sensual
(¿homoerótico?), el oro antiguo y la alquimia.
Sin embargo, si uno lee la Imagen, siguiendo a Tiffany, como “la vida hecha imagen de la muerte”,
debido a su dureza, rigor e intemporalidad, en “Middle-Aged” vemos a la muerte hecha imagen de la
vida, o como un atractivo tipo de supervivencia.
Creo que Pound señala el cambio de una a otra posibilidad en el ex-ergon: al calificar el poema de
“imaginista”, le da un subtítulo pseudocientífico, enterrado entre las comillas, y luego sepulta el poema
hasta 1949.
Gracias a este suplemento, este poema deficiente que falla al comienzo y al final se vuelve un rito de
pasaje o ritual de purificación, a través del cual Pound decide dejar de llevar consigo el cadáver paterno
(y el lenguaje cadavérico), como lo dijo una vez Apollinaire, al mismo tiempo que se resiste a o al menos
teme el imperativo de “volverlo nuevo” [“make it new”].
Al mismo tiempo, al calificar como ‘imaginista’ un texto plagado por todos los males de los que el
Imaginismo supuestamente curaría a la poesía, el lenguaje y el pensamiento (o sea, el goce monótono
y vago de la pasividad, “yacer” muerto y ser poseído, el contacto fetichista y el comercio con los muertos,
la receptividad hacia las cosas invisibles, las percepciones o concepciones que irradian de los ámbitos
menos controlables y más penetrantes de la audición y el tacto), Pound pone también en evidencia la
ambivalencia que le pena a un “movimiento” y una teoría destinados a inmunizarnos contra las imágenes
fantasmagóricas, la incertidumbre y el exceso.
Literalmente, bajo la etiqueta “Imaginismo” encontramos no un montaje cuidadosamente ejecutado, sino
un embrollo, donde pies y ojos ciegos pueden “ver” más penetrantemente que el equipo tecnológico más
avanzado, y donde no existe la distancia necesaria para la contemplación visual, sino la gozosa proximidad
de lo táctil.
Por debajo de la carta de presentación del “Imaginismo”, la precisión y lo concreto ceden a la presión de
la estructura laberíntica y de las imágenes metafóricas desbocadas. Este tipo de repertorio de imágenes
(para usar la frase de Barthes), es lo que se amortaja poco a poco durante el periodo de gestación de dos
años, tras el cual Pound finalmente es capaz de dejar (de dejarnos) “In a Station of the Metro”.
Tal vez es en un gesto de admisión tácita de estos inicios fantasmales que Pound finalmente insistiría en
que para que un poema imaginista pudiera “vivir” más que unas pocas líneas –la longitud promedio de los
poemas imaginistas más logrados– debía parecerse a una obra de teatro Noh: en otras palabras, debía lidiar
con fantasmas – aunque de modo más racional o “realista” que místico– o crear una realidad en la que los
fantasmas también viven porque son estos fantasmas o cadáveres los que sostienen su “visión” o “realidad”.
No es un accidente, creo, que el primero de los Cantos que funcionó como poema fuera el ovidiano y metamórfico
Canto IV, en el que, empero, cada instancia de metamorfosis y magnificencia poética se vincula explícitamente
con sangre, visiones de muerte, canibalismo y tartamudeo: el lenguaje se vuelve más hermoso cuando lo
corteja la muerte y amenaza con desaparecer – ¿es esta, finalmente, la Imagen como palabra más allá del lenguaje
formulado?
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