[…] …un gran poema, una novela clásica nos asedian; asaltan y ocupan las fortalezas de nuestra conciencia.

Ejercen un extraño, contundente señorío sobre nuestra imaginación y nuestros deseos, sobre nuestras

ambiciones y nuestros sueños más secretos. Los hombres que queman libros saben lo que hacen. El artista es

la fuerza incontrolable: ningún ojo occidental, después de Van Gogh, puede mirar un ciprés sin advertir en él el

comienzo de la llamarada.

 

Así, y en una medida suprema, ocurre con la literatura. Alguien que haya leído el canto XXIV de la Ilíada -el

encuentro nocturno de Príamo y Aquiles- o el capítulo en que Aliosha Karamazov se arrodilla ante las estrellas,

que haya leído el capítulo XX de Montaigne (Que philosopher c’est apprendre l’art de mourir) y el empleo que

de éste hace Hamlet y que no se inmute, cuya aprehensión de su propia vida permanezca inalterable, que de

alguna manera sutil pero radical no mire de modo distinto el cuarto en que se mueve o al que llama a su puerta,

éste ha leído sólo con la ceguera de la mirada física.

 

¿Pueden leerse Ana Karenina o a Proust sin experimentar una flaqueza o una dimensión nuevas en el centro

mismo de nuestra sensibilidad sexual? Leer bien significa arriesgarse mucho. Es dejar vulnerable nuestra identidad,

nuestra posesión de nosotros mismos.

En las primeras etapas de la epilepsia se presenta un sueño característico; Dostoievski habla de él. De alguna forma

nos sentimos liberados del propio cuerpo; al mirar hacia atrás, nos vemos y sentimos un terror súbito, enloquecedor;

otra presencia está introduciéndose en nuestra persona Y no hay camino de vuelta. Al sentir tal terror la mente ansia

un brusco despertar.

Así debería ser cuando tomamos en nuestras manos una gran obra de literatura o de filosofía, de imaginación o de

doctrina. Puede llegar a poseernos tan completamente que, durante un tiempo, nos tengamos miedo, nos reconozcamos

imperfectamente: Quien haya leído La metamorfosis de Kafka y pueda mirarse impávido al espejo será capaz,

técnicamente, de leer la letra impresa, pero es un analfabeto en el único sentido que cuenta.

Como la comunidad de valores tradicionales está hecha añicos, como las palabras mismas han sido retorcidas y rebajadas,

como las formas clásicas de afirmación y de metáfora están cediendo el paso a modalidades complejas, de transición,

hay que reconstruir el arte de la lectura, la verdadera capacidad literaria.

La labor de la crítica literaria es ayudarnos a leer como seres humanos íntegros, mediante el ejemplo de la precisión,

del pavor y del deleite. Comparada con el acto de creación ésta es una tarea secundaria. Pero nunca ha representado

tanto. Sin ella, es posible que la misma creación se hunda en el silencio.

 

 

 

 

 

 

 

 

George Steiner

LENGUAJE Y SILENCIO

Ensayos sobre la literatura,

el lenguaje y lo inhumano

Edición completa y revisada

Título original en inglés:

Language and Silence

© Atheneum New York, 1976

Traducción: Miguel Ultorio

Primera edición de la obra

completa: octubre de 2003

Editorial Gedisa

Barcelona

España

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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