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Divido el mundo por dos.

No hace falta ser antigua para comprenderlo:

de un lado está mi cabeza,

del otro está mi padre pescando pez espada

en las costas irlandesas, en las heladas aguas

donde mis abuelos tenían

amantes jovencísimas

e hijos confundidos con nombres de botella.

 

Mi cabeza es pura inteligencia.

El trabajo de mi padre es domesticador.

Mi cabeza cabe en la boca del león.

Es siniestro

que yo me criase en la boca del león. Todas las noches

salíamos a echarles comida a los leones.

Me acuesto cansada,

Silvia,

todo el día

arrojando comida a los leones.

Mi padre me llama a gritos y tengo miedo

todo el día. Trabajo

todo el día.

 

Les tengo un miedo a los leones, un miedo …

Me acuesto con una pierna de menos

pero pienso en la otra y en los leones.

La ley de la selva es dura. Trabajo todo el día

Y los romanos tienen unos látigos que dan un miedo …

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Mi padre pescaba pez espada para que yo pudiese

-es siniestro-

alimentar al león con mi cabeza hermosísima.

Nunca puedo dormir sin que el bostezo de un león

me interrumpa el descanso.

Como tengo un cuerpo lindo

los leones me prefieren;

comen con ojos y dientes.

Los romanos tienen unos látigos que dan un miedo …

 

Yo pienso de camino, sobre una sola pierna,

en la pierna que me queda.

Voy feliz porque soy inteligente.

Me acuesto

Y enseguida me levanto: tienen hambre los leones.

¡Ah, maricón!,

los leones tienen un cerebro de mosquito

y yo soy inteligente.

Los romanos tienen unos látigos que dan un miedo …

 

Sobrevivo sin las piernas, este león

me devora la última, ¡ah, maricón!, qué cerebro

de mosquito,

quién me obligará a trabajar ahora

que no tengo piernas

para alimentar al león.

 

Me acuesto cansada de cintura para arriba.

De cintura para abajo soy pura inteligencia.

Los hiíos de mí padre

se llamaban ron, caña, pez espada …

yo

soy hija de mi padre,

el domesticador.

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Quiero ver esas caras de jabón imperial.

Nunca me acariciaron.

Yo le metía mi inteligencia al león hasta el estómago

y no tenía miedo.

 

En la oreja izquierda llevo el pendiente

de una amante hermosísima.

Un día

mi abuelo me dijo: llevarás este pendiente

mientras la interpol permanezca

en aguas irlandesas,

vigilarás las mareas

mientras los labios de tu padre huelan a contrabando.

 

Divido el mundo por dos.

 

De cintura para arriba soy pura inteligencia.

De cintura para abajo me gustan los leones.

 

Divido el mundo por dos.

Mi padre tiene las manos terminadas en punta

y vive en una casa sin remos.

Yo comeré toda mi vida apestosa carne de león.

No pasaré hambre.

Mi oreja izquierda sabe a pez espada.

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Luisa Castro

SIETE POEMAS SOBRE LEONES, I

BALLENAS

1988

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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