La hierbabuena del amor ha brotado como un dedo de ángel.
Créelo: de la tierra despunta, además, un brazo torcido de silencios,
un hombro abrasado por el calor de las luces apagadas,
un rostro con los ojos vendados por el negro velo de la mirada,
un ala grande de plomo y otra de hojas,
un cuerpo agotado en el reposo bañado por aguas.
Verlo flotar entre las hierbas con alas desplegadas,
ascender por una escalera de muérdago hacia una casa de cristal,
en la que deambula a grandes pasos una planta de mar.
Creer que es ahora el momento de hablarme entre lágrimas,
de ir descalzos a su encuentro, para que te diga lo que nos está
reservado:
el luto sorbido del vaso o el luto sorbido de la palma de una mano-
y la planta loca adormecerse al oír tu respuesta.
Suenan chocando en la oscuridad las ventanas de la casa,
confesándose también lo que saben, pero sin lograr
comprender:
nos amamos o no nos amamos.
Paul Celan
Poema para la sombra de Mariana
Traducción de José Ángel Valente
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