Bambi está incorporándose, acoplándose, fusionándose con la moto de brillo
y velocidad, porque una moto, aunque esté fabricada con metales fríos, es una
criatura caliente: con la moto se establecen relaciones cálidas, compañerismos,
lealtades y tal.
Bambi está hermosa de vestido y de cinturón sin revólver, tiene morbo en la mirada
y unos labios tremendos, abiertos en canal como un ternero.
Está hermosa con esas cejas totales, enormes de ancho y de largo y oscuras y
muy tupidas: casi podría hacerse trenzas o coletas con esos cejones a dos,
fuertes como dos felpudos.
Busca la simbiosis directa con la moto para recibir una transfusión de independencia
y libertad y velocidad, que van en la gasofa y se inflaman con la combustión, cuando
Bambi se monta en ese tiempo mucho más rápido que el del mundo y la vida,
porque la velocidad que Bambi busca no es la de correr más sobre el asfalto, sino
la de montarse en una vida mucho más veloz, en una vida con mucha más vida;
busca meter su vida en el tiempo absoluto de la velocidad, donde puede identificarse
con la luz, confundirse con el viento, volar, que es lo que engancha de este asunto.
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