Vic se ha recostado en el césped, tal vez para descansar, aunque uno cree que las colegialas

no se sientan para descansar –aunque estén con frecuencia cansadas-, sino más bien para hacer

–o deshacer- tiempo, para llegar más tarde –o más temprano-, para provocar un encuentro –o un

desencuentro-, o para estar un rato más al aire libre, por la calle, simplemente.

Vic tiene los ojos dorados, las uñas azul cielo y la piel muy blanca. Está hermosa con su uniforme

completo y elegante, con esa expresión díscola y con algo de desprecio o desafío, está hermosa

con el pelo suelto que contrasta con la seriedad del uniforme.

El sentimiento soso que con más frecuencia la ronda es el aburrimiento, de varios tipos odiosos:

el aburrimiento de la rutina, de la repetición repetitiva de lo mismo; el de los estímulos sin gracia,

sin vida, sin interés; el de la novedad insuficiente y, el último y peor, el aburrimiento sin motivo, puro,

el puro aburrimiento tedioso que acecha en cualquier lugar y tiempo.

En cualquier momento, Vic puede aburrirse de estar cansada y salir corriendo, por diversión o por

impulso o porque sí, los motivos de las colegialas son, afortunadamente, insensatos, irracionales,

impuros.

 

 

 


 

 

 

 

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