los dictadores

 

Ha quedado un olor entre los cañaverales;

una mezcla de sangre y cuerpo, un penetrante

pétalo nauseabundo.

Entre los cocoteros las tumbas están llenas

de huesos demolidos, de estertores callados.

El delicado sátrapa conversa

con copas, cuellos y cordones de oro.

El pequeño palacio brilla como un reloj

y las rápidas risas enguantadas

atraviesan a veces los pasillos

y se reúnen a las voces muertas

y a las bocas azules frescamente enterradas.

El llanto está escondido como una planta

cuya semilla cae sin cesar sobre el suelo

y hace crecer sin luz sus grandes hojas ciegas.

El odio se ha formado escama a escama,

golpe a golpe, en el agua terrible del pantano,

con un hocico lleno de légamo y silencio.

 

 

 

 

 

 

 

Neruda

Canto general (1950)

VI. América, no invoco tu nombre en vano

 

 

 

 

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