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Lispector, Clarice
2008, Siruela
Colección: Libros del tiempo, 275
CUENTOS REUNIDOS
Traducciones del portugués de
Cristina Peri Rossi, Juan García Gayó,
Marcelo Cohen y Mario Morales
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1974, A Via Crucis do corpo: Miss Algrave, O corpo, Via Crucis, O homem que apareceu, Ele
me bebeu, Por enquanto, Dia após dia, Ruido de passos, Antes da ponte Rio-Niterói, Praça Mauá, A
língua do ‘p’, Melhor do que arder, Mais vai chover
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Lispector, Clarice
A via crucis do corpo
Rio de Janeiro: Rocco, 1998
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día tras día
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Hoy es 13 de mayo. Es el Día de la Liberación de los Esclavos. Es lunes. Es día de mercadillo. Encendí la radio a pilas y tocaban El Danubio azul. Me puse contenta. Me vestí, bajé, compré flores a nombre de quien murió ayer. Claveles rojos y blancos. Como lo he repetido hasta el cansancio, un día hemos de morir. Y se muere de rojo y blanco. El hombre que murió era muy recto: trabajaba en pro de la humanidad, advirtiendo que los alimentos en el mundo se irían a acabar. Quedaba Laura, su esposa.
Mujer fuerte, mujer vidente, de cabellos y ojos negros. Dentro de algunos días iré a visitarla. O por lo menos hablaré con ella por teléfono. Ayer, 12 de mayo, Día de la Madre, no vinieron las personas que habían dicho que vendrían. Pero vino una pareja amiga y salimos a cenar. Así estuvo mejor. No quiero ya depender de nadie. Lo que quiero es El Danubio azul y no el Vals triste de Sibelius, si es así como se escribe su nombre.
Bajé de nuevo, fui al bar del señor Manuel para cambiar las pilas de mi radio. Le hablé de esta manera:
—¿Se acuerda usted del hombre que estaba tocando la gaita el sábado? Él era un gran escritor.
—Sí, lo recuerdo. Es una tristeza. Es la neurosis de la guerra. Él bebe por todos lados.
Me fui.
Cuando llegué a casa, una persona me llamó para decirme: piénselo bien antes de escribir un libro pornográfico, piense si esto va a agregarle algo a su obra. Respondí:
—Ya le pedí permiso a mi hijo —le había dicho que no leyera el libro. Yo le conté un poco las historias que había escrito. Él las oyó y dijo: está bien. Le conté que mi primer cuento se llamaba «Miss Algrave».
Él dijo: grave significa tumba.
Entonces le conté sobre la llamada de la chica que lloraba porque el papá había muerto. Mi hijo dijo como un consuelo: él vivió mucho. Yo le dije: vivió bien.
Pero la persona que me llamó se enojó, yo me enojé, ella colgó el teléfono, yo marqué nuevamente, ella no quiso hablar y volvió a colgar.Si este libro fuera publicado con mala suerte, estoy perdida. Pero uno está perdido de todos modos.
No hay escapatoria. Todos nosotros sufrimos de neurosis de guerra. Me acordé de una cosa graciosa. Una amiga que tengo vino un día a hacer las compras en el mercadillo frente a mi casa. Pero venía en shorts. Un vendedor le gritó:
—¡Pero qué muslos!, ¡qué hermosura!
A mi amiga le dio mucha rabia y le contestó:
—¡Ve a decirle eso a tu madre!
El hombre se rió, el muy desgraciado.
Pues sí. No sé si este libro va a agregar algo a mi obra. Mi obra que se arruine. No sé por qué las personas le dan tanta importancia a la literatura. ¿En cuanto a mi nombre? Que se fastidie, tengo más en que pensar.
Pienso, por ejemplo, en la amiga que tuvo un quiste en su seno derecho y soportó sola el miedo hasta que, en vísperas de la operación, me lo dijo. Nos quedamos asustadas. La palabra prohibida: cáncer. Recé mucho. Ella rezó. Afortunadamente era benigno, su marido me llamó para comunicármelo. Al día siguiente ella me llamó para contarme que no era más que una «bolsa de agua». Yo le dije que para otra vez obtuviera una bolsa de cuero, sería más alegre.
Con la compra de las flores y el cambio de pilas, estoy sin un cruceiro en casa. Pero dentro de un rato llamo a la farmacia, donde me conocen, para pedir que me cambien un cheque de cien cruceiros. Así puedo hacer las compras en el mercadillo. Pero soy sagitario y escorpión, teniendo como ascendente a acuario. Yo soy rencorosa. Un día una pareja me invitó a almorzar un domingo. Y el sábado por la tarde, así a última hora, me avisaron que el almuerzo no era posible porque tenían que comer con un hombre extranjero muy importante. ¿Por qué no me convidaron también? ¿Por qué me dejaron sola el domingo? Entonces me vengué. No soy tan buena que digamos. No los busqué ya. Y no aceptaré más invitaciones de ellos. Al pan, pan, y al vino, vino.
Me acordé de que en una bolsa yo tenía cien cruceiros. Entonces ya no necesito llamar a la farmacia. Detesto pedir favores. No le llamo a nadie más. El que quiera, que me busque. Me voy a hacer de rogar. Ahora se acabó el juego.
Dentro de dos semanas iré a Brasilia. Voy a dar una conferencia. Pero —cuando me llamen para señalar la fecha— voy a pedir una cosa: que no me festejen. Que todo sea sencillo. Me voy a hospedar en un hotel porque así me siento a gusto. Lo malo es que, cuando leo una conferencia, me pongo tan nerviosa que leo demasiado aprisa y nadie me entiende. Una vez fui a Campos en un taxi aéreo y di una conferencia en la universidad de ese lugar. Primeramente me mostraron libros míos traducidos al braille. Me quedé de una pieza. Y en la audiencia había ciegos. Me puse nerviosa. Después hubo una cena para hacerme un homenaje. Pero no aguanté, pedí permiso y me fui a dormir. Por la mañana me dieron un dulce llamado «llovizna», parece una gota y está hecho con huevos y azúcar. En casa comimos «llovizna» durante varios días. Me gusta recibir regalos. Y darlos. Es bueno. Yolanda me dio chocolates. Marly me dio una bolsa para compras que es preciosa. Yo le di a la hija de Marly una medallita de oro con un santo. La niña es lista y habla francés.
Ahora les voy a contar unas historias de una niña llamada Nicole. Nicole le dijo a su hermano más grande, llamado Marcos: tú con ese pelo largo pareces mujer. Marcos reaccionó con un violento puntapié porque él es hombrecito realmente. Entonces Nicole dijo rápidamente:
—¡No te enojes, porque Dios es mujer!
Y, bajito, le susurró a la mamá: sé que Dios es hombre, ¡pero no me vayas a pegar! Nicole le dijo a la prima, que estaba haciendo desorden en la casa de la abuela: no hagas eso, porque una vez lo hice, mi abuelita me dio un coscorrón y me desmayé. La mamá de Nicole supo esto y la reprendió. Y le contó la historia a Marcos. Marcos dijo:
—Eso no es nada. Una vez Adriana hizo desorden en casa de su abuelita y le dije: no hagas eso porque yo lo hice una vez, mi abuelita me pegó tanto que dormí cien años.
¿No dije yo que hoy era día de El Danubio azul? Estoy feliz, a pesar de la muerte del hombre bueno, a pesar de Claudio Brito, a pesar de la llamada telefónica sobre mi desgraciada obra literaria. Voy a tomar café de nuevo.
Y Coca-Cola. Como dijo Claudio Brito, tengo manía de tomar Coca-Cola y café. Mi perro se está rascando la oreja y con tanto gusto que llega a gemir. Soy su mamá. Y necesito dinero. Pero El Danubio azules precioso, lo es realmente. ¡Viva el mercadillo! ¡Viva Claudio Brito! (Le cambié el nombre, claro. Cualquier parecido es pura coincidencia.) ¡Viva yo! Que aún estoy viva.
Y ahora acabé.
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dia após dia
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Hoje é dia 13 de maio. É dia da libertação dos escravos. Segunda-feira. É dia de feira livre. Liguei o rádio de pilha e tocavam o «Danúbio Azul». Fiquei radiante. Vestime, desci, comprei flores em nome daquele que morreu ontem. Cravos vermelhos e brancos. Como eu tenho repetido à exaustão, um dia se morre. E morre-se em vermelho e branco. O homem que morreu era um puro: trabalhava em prol da humanidade, avisando que a comida no mundo ia acabar. Restou Laura, sua mulher.
Mulher forte, mulher vidente, de cabelos pretos e olhos pretos. Daqui a dias vou visitála. Ou pelo menos falar com ela ao telefone. Ontem, dia 12 de maio, Dia das Mães, não vieram as pessoas que tinham dito que vinham. Mas veio um casal amigo e saímos para jantar fora. Melhor assim. Não quero mais depender de ninguém. Quero é o «Danúbio Azul». E não «Valsa Triste» de Sibellius, se é que é assim que se escreve o seu nome.
Desci de novo, fui ao botequim de seu Manoel para trocar as pilhas de meu rádio. Falei assim para ele:
— O senhor se lembra do homem que estava tocando gaita no sábado? Ele era um grande escritor.
— Lembro sim. É uma tristeza. É neurose de guerra. Ele bebe em toda a parte.
Fui embora.
Quando cheguei em casa uma pessoa me telefonou para dizer-me: pense bem
antes de escrever um livro pornográfico, pense se isto vai acrescentar alguma coisa à
sua obra. Respondi:
— Já pedi licença a meu filho, disse-lhe que não lesse meu livro. Eu lhe contei um pouco as histórias que havia escrito. Ele ouviu e disse: está bem. Contei-lhe que meu primeiro conto se chamava «Miss Algrave».
Ele disse: «grave» é túmulo. Então lhe contei do telefonema da moça chorando que o pai morrera. Meu filho disse como consolo: ele viveu muito. Eu disse: viveu bem.
Mas a pessoa que me telefonou zangou-se, eu me zanguei, ela desligou o telefone, eu liguei de novo, ela não quis falar e desligou de novo. Se este livro for publicado com mala suerte estou perdida. Mas a gente está perdida de qualquer jeito. Não há escapatória. Todos nós sofremos de neurose de guerra.
Lembrei-me de uma coisa engraçada. Uma amiga que tenho veio um dia fazer a feira aqui defronte de minha casa. Mas estava de short. E um feirante gritou-lhe:
— Mas que coxas! que saúde!
Minha amiga ficou danada da vida e disse-lhe:
— Vá dizer isso para aquela que o pariu! O homem riu, o desgraçado.
Pois é. Sei lá se este livro vai acrescentar alguma coisa à minha obra. Minha obra que se dane. Não sei por que as pessoas dão tanta importância à literatura. E quanto ao meu nome? que se dane, tenho mais em que pensar.
Penso por exemplo na amiga que teve um quisto no seio direito e curtiu sozinha o medo até que, quase nas vésperas da operação, me disse. Ficamos assustadas. A palavra proibida: câncer. Rezei muito. Ela rezou. E felizmente era benigno, o marido dela me telefonou dizendo. No dia seguinte ela me telefonou contando que não passara de uma «bolsa de água». Eu lhe disse que de outra vez arranjasse uma bolsa de couro, era mais alegre.
Com a compra das flores e a troca de pilhas, estou sem um cruzeiro em casa.
Mas daqui a pouco telefono para a farmácia, onde me conhecem, e peço que me troquem um cheque de cem cruzeiros. Assim se pode fazer a feira. Mas sou Sagitário e escorpião, tendo como ascendente aquarius. E sou rancorosa. Um dia um casal me convidou para almoçar no domingo. E no sábado de tarde, assim, à última hora, me avisaram que o almoço não podia ser porque tinham que almoçar com um homem estrangeiro muito importante. Por que não me convidaram também? por que me deixaram sozinha no domingo? Então me vinguei.
Não sou boazinha. Não os procurei mais. E não aceitarei mais convite deles. Pão pão, queijo queijo.
Lembrei-me que numa bolsa eu tinha cem cruzeiros. Então não preciso mais telefonar para a farmácia. Detesto pedir favor. Não telefono para mais ninguém. Quem quiser que me procure. E vou me fazer de rogada. Agora acabou-se a brincadeira. Vou daqui a duas semanas a Brasília. Pronunciar uma conferência. Mas —quando me telefonarem para marcar a data — vou pedir uma coisa: que não me festejem. Que tudo seja simples. Vou me hospedar num hotel porque assim me sinto à vontade. O ruim é que, quando leio uma conferência, fico tão nervosa que leio depressa demais e ninguém entende. Uma vez fui a Campos de táxi-aéreo e fiz uma conferência na Universidade de lá. Antes me mostraram livros meus traduzidos para braille. Fiquei sem jeito. E na audiência havia cegos. Fiquei nervosa. Depois havia um jantar em minha homenagem. Mas não agüentei, pedi licença e fui dormir. De manhã me deram um doce chamado chuvisco que é feito de ovos e açúcar. Comemos em casa chuvisco durante vários dias. Gosto de receber presente. E de dar. É bom. Yolanda me deu chocolates. Marly me deu uma sacola de compras que é linda. Eu dei para a filha de Marly uma medalhinha de santo de ouro. A menina é esperta e fala francês.
Agora vou contar umas histórias de uma menina chamada Nicole. Nicole disse para o seu irmão mais velho, chamado Marco: você com esse cabelo comprido parece uma mulher. Marco reagiu com um violento pontapé porque ele é homenzinho mesmo. Então Nicole disse depressa:
— Não se incomode, porque Deus é mulher!
E, baixinho, sussurrou para a mãe: sei que Deus é homem, mas não quero apanhar!
Nicole disse para a prima, que estava fazendo bagunça na casa da avó: não faça isso, porque uma vez eu fiz e vovó me deu um soco que eu desmaiei. A mãe de Nicole soube disso, repreendeu-a. E contou a história para Marco. Marco disse:
— Isso não é nada. Uma vez Adriana fez bagunça na casa da vovó e eu lhe disse: não faça isso porque eu fiz isso uma vez e vovó me bateu tanto que dormi cem anos.
Eu não disse que hoje era dia de «Danúbio Azul»? Estou feliz, apesar da morte do homem bom, apesar de Cláudio Brito, apesar do telefonema sobre a minha desgraçada obra literária. Vou tomar café de novo.
E coca-cola. Como disse Cláudio Brito, tenho mania de coca-cola e de café. Meu cachorro está coçando a orelha e com tanto gosto que chega a gemer. Sou mãe dele.
E preciso de dinheiro. Mas que o «Danúbio Azul» é lindo, é mesmo. Viva a feira livre! Viva Cláudio Brito! (Mudei o nome, é claro. Qualquer semelhança é mera coincidência). Viva eu! que ainda estou viva.
E agora acabei.
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