el adiós
Qué oscuridad cayendo en las fronteras
de mis límites sanguíneos en el cuarto enrarecido.
Aquí, sepultado con los objetos manufacturados
de una época sombría y sus tristísimos libros,
reúno y ceno en mis papeles
los residuos de una poesía moribunda.
Me inclino y tiendo el oído
hacia sus últimos susurros.
El lenguaje del festín concluye su vida individual
cercado por estas sombras, como una asfixia en mis huesos
que una vez se alzaron a punto de cantar.
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